Miguel Hernández murió siendo un niño.   Cuando somos niños iniciamos nuestro camino sin inquietudes, las circunstancias materiales nos parecen una banalidad y soñamos con todo, de todo y por todo; nos da igual que el sol nos castigue, que la lluvia nos cale, que el viento nos lleve... Seguimos adelante sin pararnos y sin dormirnos, porque la energía que nos propulsa es la más verde y renovable que jamás se haya inventado o se vaya a inventar: la imaginación.   Pero por desgracia este camino no dura mucho, ya que aproximadamente a la edad de veinte años decidimos abandonar nuestr...