Vasaloppet

Vasaloppet conmemora la senda del renegado sueco Gustav Eriksson Vasa. Este llegó a Dalecarlia en 1521 para convencer a sus habitantes de que debían incorporarse a su campaña contra el rey danés Cristián el Tirano. Vasa no tuvo éxito en su misión y se vio obligado a huir sobre sus esquís, con los daneses pisándole los talones.

Los habitantes de la zona cambiaron de opinión y enviaron a dos de los esquiadores más rápidos de Mora para darle alcance. Lo encontraron en Sälen y le persuadieron para que volviera. Al cabo de dos años y medio de guerra, Gustavo Vasa llevó a su país a la victoria y a la libertad, y, en 1523, fue proclamado rey de Suecia.

La carrera Vasaloppet va en sentido contrario al trayecto original de Gustavo Vasa, y así ha sido desde que se celebró el primer evento en 1922. Aquel año fueron 119 esquiadores los que partieron sobre esquís de madera.

En 1996, con esquís mucho más modernos (aunque con botas de patinador), Iosu cogió el correo real acompañado de Xabin e Isabel y llegaron a Mora antes del anochecer. Desde entonces, sintiéndose tan rey como Vasa se sintió en su época, decidió ir pasando el documento a otros amigos. Eso sí, decidió que les diría por dónde se iba, que eso de hacer el recorrido otra vez estaba sólo hecho para los reyes de verdad.

Beñat y Pablo probaron los 96 kilómetros (con cámara incluida), desviándose un poco de la expedición Hiru Pauso Hiru Norabide. Iosu, of course, les había leído antes el documento para que no se perdiesen y les aguardó en la meta.

En el año 2006 les contó la milonga a Raúl y a Andoni y se fueron de espectadores. En aquella ocasión, lo de menos fue la Vasa. La verdadera aventura fue encontrar un sitio dónde dormir pero consiguió lo que quería: convirtió a las ranas en príncipes y en el año 2007 los dos príncipes (osea Raúl y Andoni), otro príncipe que estaba medio sapo (José Luis) y la otra princesa que estaba más anfibio todavía (osea Isabel), disfrutaron quién más y quién menos de los frondosos bosques suecos. El rey (como no) decidió hacer 30 kilómetros e ir a esperar a su territorio (la meta), a sus súbditos que le colmaron de alegría cuando los vió llegar contando cada uno su aventura.

Y esta es la historia de la Vasa, estoy segura que continuará; y si os encontráis al rey por el camino agarrarle fuerte y que os enseñe los entresijos de la prueba. Merece la pena.