Carta abierta al señor Ibarretxe

No resulta fácil, Sr. Ibarretxe, ponerse ante el papel y tratar de responder a las frases vertidas por usted en su penúltima aparición, este jueves, en Tolosa. Y no es fácil por una simple razón: uno tiene que guardar las formas ante el lehendakari de una parte de los vascos, por mucho cabreo que tenga. Por intentarlo que no quede:

Dice Vd. que “en el tren todos somos iguales; nos iguala a todas las personas. No hay transporte más social y solidario que el tren”. Bueno, no voy a entrar ahora en debates semánticos sobre el significado de la palabra solidaridad. Tampoco voy a entrar en este repentino arrebato igualitario suyo.

Lo que aquí interesa, más allá de excesos verbales, es el fondo de la frase. Y oiga, no seré yo quien niegue las virtudes del tren: sociales, económicas, ecológicas... De hecho, una gran parte de los argumentos de la oposición al TAV se sostiene, como usted muy bien sabe, en la necesidad de adecuar la red ferroviaria a las necesidades reales de Euskal Herria. Pero usted hace trampita, Sr. Ibarretxe, porque NO ES EL TREN lo que está en discusión, sino el AVION TERRESTRE del que Vd. hace propaganda.

Y aquí volvemos a las desigualdades otra vez, vaya por dios, qué poco nos ha durado su “fin de la historia” particular: ustedes, la casta política y empresarial en el avión terrestre y el resto de los mortales en los trenes normales (mientras vaya quedando alguno) y en autobús, pues poca gente podría permitirse el lujo de viajar en este invento que nos están intentando colar “manu militari”.

Y aprovecho el latinajo para pasar a otro “punto” de su acto propagandístico:
Dice Vd. que «Quienes ponen bombas contra esta infraestructura (...) están negando el progreso al pueblo vasco». Algunos llevan (llevamos) alrededor de 20 años luchando, con las únicas armas de nuestras razones y nuestros trabajos, para que sean escuchadas nuestras opiniones y se abra un debate social reposado y democrático sobre un tema tan trascendental para “nuestro futuro” como es la ejecución de esta infraestructura.

Y no hemos recibido otra respuesta que el ninguneo, la ocultación de datos, los continuos y desesperados intentos de marginalizarnos, el envío de tropas armadas y encapuchadas para cubrir actos tan “violentos” como encarteladas e incluso ruedas de prensa, y un largo y triste etcétera que debería hacer sonrojar a un presidente que, para más INRI, se presenta ante su pueblo como el paladín de la consulta y la participación ciudadanas.

Comprenderá Ud., Sr. Ibarretxe, que esa parte de su discurso del jueves nos suene a cínica y cobarde justificación de un proyecto injustificable: unir bombas con oposición al TAV es, probablemente, el último cartucho que les queda ante el imparable avance de la Oposición al proyecto de la “Y”, avance que pudimos comprobar el sábado 30 en las calles de Donostia.

Dice Vd. que el TAV es un elemento clave «en el desarrollo humano sostenible. El actual sistema de transporte no lo es. El 80% de las mercancías se transportan por carretera y el incremento anual del tráfico internacional puede llegar a saturar Euskadi». Pues mire por dónde, estamos totalmente de acuerdo en la INSOSTENIBILIDAD del actual sistema de transporte. Pero aquí vuelve Vd. a hacer trampita, porque la “Y” no es ninguna alternativa a dicho sistema, todo lo contrario, la “Y” apuntala dicho sistema en Euskal Herria y, casi con toda seguridad, dará la puntilla definitiva al tren convencional, como ya se está viendo en otros lugares del Estado español.

Dice Vd. que la “Y” nos dará la oportunidad de multiplicar por 400 el transporte de mercancías. No tengo la calculadora a mano, pero a simple vista yo también me lanzo: tanto si se refiere a multiplicar el transporte total de mercancías, como si “sólo” se refiere al transporte ferroviario (no es fácil creer en tales cifras, pero démosle el beneficio de la duda), ¿cómo afectaría eso a las ciudades y comarcas receptoras y/o emisoras de semejante volumen extra? ¿que ocurriría con las ya casi colapsadas redes viarias?

Dice Vd. tambien, entre otras cosas, que el TAV «nos proyecta hacia el futuro y promueve el progreso». Ya. Pero ¿qué será eso, señor? La principal herramienta ideológica pro-TAV es la de utilizar el mito de un progreso indefinido e inamovible, ante el cual no hay opción: o te montas, o te arrolla. No necesitan ninguna prueba, ningún dato estadístico, nada: “¿Cómo es posible –se escandaliza vd., Sr. Ibarretxe–, EN NOMBRE DEL PROGRESO, parar el Tren?” “Lo que hay que hacer es montarse en él”.

Bueno, pues nosotras en plan Mafalda. Pero en plan colectivo. Porque este “Progreso” que ustedes veneran nos lleva a un mundo cada vez más inhabitable, con mayor explotación de cada vez más mujeres y hombres por cada vez menos explotadores, un mundo en el que cada vez más gente muere de hambre, en el que no sólo el petróleo, sino también –y esto es mucho más grave– el agua escasea, un mundo en el que pronto vamos a tener que pagar por respirar.

Y no me malinterprete, Sr. Ibarretxe, no es que haya estado leyendo el Apocalipsis, ni tampoco a estos comunistas, anarquistas y gentes de mal vivir que están en contra del capitalismo “sostenible”, no, Sr. Ibarretxe, basta con ojear unos cuantos informes de la FAO, la OIT y otros organismos de Naciones Unidas, así como el informe revisado de 1992 de “Los límites del Crecimiento” que publicó el Club de Roma en 1972. Eso sí, hay que emplear bastante más que 45 segundos con cada uno, es la pega que tienen. 

Pero le hago un resumen: “Si no hay una reducción considerable en los flujos de energía y de material (o sea, en el “Desarrollo”, o “Crecimiento Económico”), el mundo está abocado a un declive rápido e incontrolable”. “Es posible técnica y económicamente lograr una sociedad sostenible, pero para ello será necesario reducir el crecimiento del consumo material, mediante el equilibrio entre nuestros objetivos a corto y largo plazo, poniendo especial énfasis en la calidad de vida”.

El problema está, Sr. Ibarretxe, en que no es posible poner en práctica estos consejos y, al mismo tiempo, seguir sirviendo a los señores que rigen la economía mundial y, por ende, europea. Y española. Y vasca.
  
Jesus Mari Galparsoro


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