Javier Ansorena: Los residuos urbanos, una fuente de energía renovable y sostenible
Artículo publicado en el número 110 de la revista Residuos.
Los residuos urbanos, una fuente de energía renovable y sostenible
Javier Ansorena Miner
Diputación Foral de Gipuzkoa
Jefe del Servicio de Medio Ambiente
25 Marzo 2009
Resumen
La fracción biodegradable de los residuos urbanos (FBRU) es biomasa y, por tanto, una fuente de energía renovable. Así lo reconocen la estrategia y la legislación europea en materia de
residuos y de energía, a pesar de lo cual viene siendo cuestionada como tal desde diversos colectivos opuestos sistemáticamente a la
incineración con recuperación de energía. La valorización energética de la FBRU puede llevarse a cabo mediante tratamientos biológicos (para la fracción de biorresiduo recogida
selectivamente) o térmicos (fracción resto recogida en masa), pero siempre respetando el lugar que le corresponde en la jerarquía
comunitaria, salvo que un enfoque de ciclo de vida justifique alterar dicha posición. Además, han de imponerse otras restricciones que
garanticen que la valorización energética de la FBRU se lleva a cabo de una forma compatible con el medio ambiente.
Tanto la FBRU como los restantes componentes orgánicos (plásticos) de los residuos urbanos son una fuente de energía
sostenible, en la medida en que mediante su valorización energética se evita el consumo de combustibles fósiles y se reciclan los residuos inorgánicos (metales, escorias), en sustitución de otros recursos materiales no renovables. Así lo han entendido los países líderes en gestión sostenible de residuos y de energía, como
Alemania, Suecia y Australia, que se citan como ejemplos.
En un contexto de grave crisis energética, unida al debate sobre
la contribución de la quema de combustibles fósiles al aumento
de gases de efecto invernadero y su influencia en el cambio climático, la reciente aprobación de la nueva Directiva marco de
residuos [1] y la publicación del Libro Verde sobre la gestión de
biorresiduos en la Unión Europea [2] elevan a la máxima actualidad
la consideración de los residuos urbanos (RU) como una fuente de energía renovable y sostenible. Actualidad que no está exenta de la máxima controversia, ya que al conocido debate sobre la sostenibilidad de algunas fuentes de energía renovables (parques eólicos, biocarburantes, etc.) se añade en nuestro país el intenso rechazo a la valorización energética de los residuos por parte de determinados grupos sociales y políticos, que han hecho de su posición contraria a la misma, particularmente a la incineración con recuperación de energía (IRE), una seña de identidad. Ni tan siquiera el que la Directiva marco reconozca la IRE como una operación de valorización de residuos, o la evidente vitalidad de esta tecnología en Europa, han modificado la posición de esos colectivos, que continúan demonizando esta tecnología desde actitudes de denuncia de los supuestos impactos de la IRE en el medio ambiente y la salud pública, así como su incompatibilidad radical con otros objetivos ambientales (tasas de reciclaje, protocolo de Kioto, etc.), que han sido objeto de análisis anteriores [3, 4].
Pero también se cuestiona sistemáticamente la naturaleza de los
RU como fuente de energía renovable (y, por supuesto, sostenible),
con una sola excepción: que la valorización energética de los RU se lleve a cabo mediante la biometanización y posterior combustión del biogás obtenido, en cuyo caso los RU pasan a ser reconocidos como una fuente limpia de energía renovable y sostenible.
La idea de que la fracción biodegradable de los residuos urbanos
(FBRU) es una fuente de energía renovable y que los RU
en su conjunto son una fuente de energía sostenible, ya ha sido
enunciada con anterioridad [5]. En este trabajo nos limitaremos
a desarrollarla, a la luz de la reciente doctrina comunitaria y de la interpretación de los países unánimemente reconocidos como modélicos en su visión de sostenibilidad, tanto en el ámbito de la gestión de los residuos como en el de las energías renovables.
LA FBRU COMO FUENTE DE ENERGÍA RENOVABLE
La complejidad inherente al estudio específico de la FBRU
radica en que, a diferencia de otros tipos de residuos (como, por
ejemplo, los agropecuarios o los forestales), habitualmente no se
encuentra separada como tal, sino mezclada con otras fracciones
en diferentes corrientes de residuos (domiciliarios, comerciales,
etc.), o segregada en diversas subfracciones procedentes de las
recogidas selectivas. Por tanto, trataremos de dar respuesta a las
principales cuestiones que son objeto de controversia y confusión:
qué es y en qué formas se encuentra la FBRU, su carácter
de fuente de energía renovable, cuáles son las posibles vías de
valorización material y energética de la FBRU, sus límites tecnológicos y medioambientales y su contribución al desarrollo
sostenible.
En sentido estricto, la FBRU, que supone más del 70-75% de
la basura, está constituida por los materiales orgánicos que se
descomponen por procesos biológicos, tanto a corto plazo (restos
de alimentos y plantas) como a medio y largo plazo (papel,
cartón, maderas, textiles celulósicos). Estos últimos, con mayor
vocación de reciclaje, suelen excluirse de la FBRU como objeto
de tratamientos biológicos en la terminología europea de gestión
de residuos [1, 2, 6], reservándose el término biorresiduo
(biowaste) para la fracción resultante, que suele clasificarse en
dos corrientes:
• Una fracción putrescible, normalmente conocida como “residuo
de cocina” (kitchen waste).
• Una fracción “verde”, constituida por los residuos de siega y
poda de jardines y parques (green waste).
Podemos encontrar la FBRU separada del resto de componentes
de la basura y desagregada en diferentes subfracciones que son
objeto de recogida selectiva (papel-cartón, restos de alimentos,
residuos verdes, etc.), o mezclada con otros componentes no
biodegradables, tales como plásticos, vidrio y metales, en la
fracción resto recogida en masa. La forma en que se encuentre
condiciona el tipo de tratamiento de valorización a que debe destinarse la FBRU: mecánico (reciclaje) o biológico (compostaje
y biometanización) para las subfracciones separadas y térmico
(incineración, gasificación, pirólisis) para la FBRU recogida en
masa.
A efectos energéticos, la FBRU se considera como biomasa,
entendida como cualquier material biológico de origen vegetal o
animal que puede ser usado para obtener bioenergía. La biomasa
es un recurso renovable, porque se puede regenerar a una tasa
superior a la de su disminución como consecuencia de su utilización.
En consecuencia, la energía obtenida a partir de la FBRU
es una forma de energía renovable.
Así lo reconoce en su Artículo 2 la Directiva 2001/77/E de
promoción de electricidad producida a partir de fuentes de
energía renovables [7], cuando define la biomasa como “la
fracción biodegradable de los productos, desechos y residuos
procedentes de la agricultura (incluidas las sustancias de origen
vegetal y de origen animal), de la silvicultura y de las industrias
conexas, así como la fracción biodegradable de los residuos
industriales y municipales”. Es decir, la Directiva considera a
la FBRU como biomasa y, en consecuencia, como una fuente
de energía renovable que permita doblar la cuota de energía
renovable, pasando del 6% al objetivo del 12% fijado para el
año 2010.
A pesar de ello, recientemente se han suscitado temores hacia
las presiones de algunos países de la Unión Europea para que
las tecnologías de IRE sean excluidas de la contribución a los
objetivos europeos de energías renovables [8]. Al parecer, las
enmiendas introducidas por dichos países en la tramitación de la
nueva Directiva de Energía renovable [9], que apoya firmemente
el empleo con fines energéticos de todo tipo de biomasa (incluidos
los biorresiduos), perseguirían que la fracción de biomasa de los residuos no se computara como renovable, a menos que fuera recogida selectivamente. Lo cual resulta conceptualmente incomprensible, ya que la FBRU debería ser considerada como
renovable o no por su naturaleza, independientemente del sistema
de recogida o de tratamiento.
Por otro lado, en su Plan de acción sobre la biomasa [10], la
Comisión Europea reconoce que los residuos son un recurso
energético infrautilizado, estudiando diversas opciones para
impulsar su aprovechamiento energético:
• Fomento de técnicas de gestión de residuos que reducen el
impacto ambiental del uso de residuos como combustible.
• Adopción de un enfoque de mercado para las actividades de
reciclado y recuperación.
• Desarrollo de normas técnicas que permitan que los materiales
recuperados se consideren bienes (lo que haría más fácil su uso
para fines energéticos).
• Fomento de la inversión en técnicas de eficiencia energética
para el uso de los residuos como combustible.
Pero la Directiva 2001/77/E también pone límites a la IRE,
al establecer que “cuando utilicen los residuos como fuente
de energía, los Estados miembros deben respetar la legislación
comunitaria en vigor en materia de gestión de residuos... El
apoyo a las fuentes de energía renovables debe ser coherente
con otros objetivos comunitarios, en particular el respeto de la
jerarquía en el tratamiento de los residuos. Por consiguiente, en
el marco de un futuro sistema de apoyo a las fuentes de energía
renovables, no debe promoverse la incineración de residuos
municipales si tal promoción socava dicha jerarquía”.
La jerarquía comunitaria de gestión de residuos
En la nueva Directiva marco de residuos se introduce, por primera
vez en la legislación europea, la jerarquía comunitaria de gestión de residuos, en la que se establece que la prevención, la preparación para la reutilización y el reciclado deben preceder a la valorización energética, y esta última a la eliminación en vertedero. Además, se incluye en el Anexo II como operaciones de valorización a las instalaciones de incineración destinadas al tratamiento de residuos sólidos urbanos si recuperan energía y su eficiencia energética es igual o superior a los valores fijados en dicho Anexo. La Directiva marco no hace referencia explícita a la FBRU, sino a la gestión de los biorresiduos, que se recoge en el artículo 22.
De acuerdo con la jerarquía comunitaria, y con las salvedades que
puedan justificarse mediante un enfoque de ciclo de vida por el que determinados flujos de residuos pueden apartarse de dicha jerarquía “cuando esté justificado por motivos de factibilidad técnica, viabilidad económica y protección del medio ambiente,
entre otros”, la prevención y la valorización de la FBRU han de
concretarse en un conjunto de acciones, que deben llevarse a cabo en el siguiente orden de prioridades:
• Prevención, por ejemplo mediante campañas para reducir el
desperdicio de alimentos en los hogares, minimización de
residuos verdes practicando la “jardinería inteligente”, compostaje
doméstico y comunitario, distribución de alimentos
consumibles pero no comercializables a través de los Bancos
de Alimentos, etc.
• Preparación para la reutilización, a través del fomento de la
reparación y reutilización de muebles de madera, libros, textiles,
etc.
• Valorización material de las corrientes procedentes de la recogida
selectiva, mediante el reciclaje (papel, cartón, textiles y
maderas) y el compostaje (restos de alimentos y de jardinería).
• Valorización energética de la basura en masa que no puede
reciclarse ni compostarse.
También cabe, entre estas dos últimas opciones, la valorización
energética vía biometanización (digestión anaerobia, en lenguaje
comunitario) de la parte de FBRU procedente de la recogida
selectiva de biorresiduos, seguida de la valorización material vía
compostaje del digestato resultante de la digestión anaerobia.
A la hora de elegir entre las dos opciones de compostaje o biometanización,
deberán tenerse en cuenta, además de la variable
energética, otros factores locales, tales como la cantidad y calidad
de la FBRU a valorizar, su contenido en humedad, la disponibilidad
de material estructurante para el compostaje, etc. Desde
una perspectiva medioambiental, el análisis comparativo de las
diversas opciones de tratamiento de los biorresiduos debe basarse
en el Análisis de Ciclo de Vida [2].
Valorización energética de la FBRU
La energía procedente de la biomasa, conocida como bioenergía,
supone actualmente las dos terceras partes de la energía renovable
producida en la UE. Puede obtenerse en forma de calor, electricidad
(o una combinación de ambos) y combustibles para el
transporte, por diferentes procesos, principalmente de dos tipos:
• Bioquímicos: digestión anaerobia y transformación en combustibles
por fermentación de los biorresiduos.
• Termoquímicos: combustión, gasificación y pirólisis.
En el caso de la FBRU recogida en masa, la obtención de biogás
mediante biometanización o digestión anaerobia del biorresiduo
tras una etapa previa de separación mecánica se halla
ampliamente implantada en España, en contraste con los países
más avanzados de la UE en gestión de residuos, de los cuales
procede la tecnología empleada. La experiencia acumulada en
nuestro país con este tipo de plantas (Ecoparque 1 de Barcelona,
Nostián en La Coruña y otras que no han llegado a ponerse en
marcha) indica que se presentan graves problemas de operación
en los digestores y que el residuo obtenido tras la estabilización
del digestato no reúne las características exigidas al compost para
su uso agrícola.
Así lo reconoce el recientemente aprobado Plan Nacional Integrado de Residuos para el período 2008-2015 (PNIR), en su
Estrategia Española de Reducción de la Cantidad de Residuos
Biodegradables Destinados a los Vertederos, al afirmar que “las
plantas de biometanización tienen problemas de funcionamiento
al tratar materia orgánica con muchos impropios procedentes
de recogida mixta”, y que “el tratamiento biológico más generalizado en nuestro país es el compostaje aplicado a los residuos municipales de recogida mixta. La calidad del compost obtenido es sustancialmente inferior a la obtenida de la fracción orgánica recogida selectivamente y es difícil que cumpla los parámetros exigidos en el R.D. 824/2005 de productos fertilizantes,
pudiendo acabar en el vertedero sin haber perdido su capacidad
de biodegradación”. En la misma línea, el citado Libro Verde indica que “el producto final está habitualmente contaminado en niveles que impiden su uso posterior”, al tiempo que introduce oficialmente en el lenguaje de la Unión Europea el término Tratamiento Mecánico Biológico para el “pretratamiento del residuo mezclado, con el objetivo de producir un material de entrada a los vertederos o un producto de mejores propiedades de combustión”.
Confiemos en que todo ello contribuya a clarificar la enorme
confusión existente en España (uno de los pocos Estados miembros
en que todavía se permite producir compost a partir de la fracción resto), que se refleja en afirmaciones tales como “Cantabria, Valencia, Murcia, Andalucia, Castilla-La Mancha, Castilla-León y Madrid se encuentran por encima de la media nacional en lo que respecta al porcentaje de residuos sólidos urbanos tratados mediante compostaje”, al tiempo que se califica como sorprendente “el bajo porcentaje de material compostado en
Cataluña, una de las zonas punteras en España en la valorización
de residuos orgánicos” [11]. Tan sorprendente como que, según
el propio PNIR, “la implantación de la recogida selectiva de la
fracción orgánica y/o de los residuos de jardinería va creciendo
en los últimos años, siendo Cataluña la Comunidad Autónoma
que ha conseguido una mayor implantación”, hasta el punto
de que, según los datos del PNIR, se encuentra a la cabeza en
la recogida selectiva de papel/cartón y fracción orgánica, aportando
en esta última cerca del 70% del total recogido en España.
Estos errores se derivan en buena medida de la resistencia de las
instancias oficiales a limitar los términos de compostaje y biometanización a los procesos y las plantas en que se trata biorresiduo procedente de la recogida selectiva, reservando el término Tratamiento (o Pretratamiento) Mecánico Biológico para la fracción resto, como ya se viene haciendo desde hace varias décadas en muchos países del centro y norte de Europa.
Todo ello ha marcado una clara tendencia en la Unión Europea
a limitar la biometanización a los biorresiduos procedentes de la recogida selectiva, en contraste con lo que ocurre en España (sólo 25.000 t/a para una capacidad de biometanización de 1.201.035 t/a). El tratamiento suele llevarse a cabo en plantas centralizadas aunque, análogamente a la evolución del proceso de compostaje, recientemente se viene proponiendo la biometanización in situ en pequeñas plantas situadas en grandes generadores (mercados, supermercados, grandes superficies, etc.), al objeto de reducir las cargas ambientales del transporte de los residuos y productos y de la distribución del combustible.
La biometanización de la FBRU de calidad, procedente de la recogida selectiva de biorresiduos con elevada pureza, es actualmente una tecnología consolidada que, por pura lógica estequiométrica, permite un aprovechamiento parcial de la energía
contenida en los residuos (con una eficiencia del orden del 20-25% de la de una planta de IRE, según diversas estimaciones), pero limitada en la práctica a una corriente minoritaria del conjunto de los residuos urbanos (el biorresiduo húmedo de cocina, según el Libro Verde). Por ello, en adelante nos referiremos genéricamente como fuente de energía renovable a la FBRU procedente de la recogida no diferenciada en masa (recogida mixta, según el PNIR) o fracción resto que, en principio, no posee la calidad suficiente para su aprovechamiento energético por métodos biológicos convencionales.
También puede obtenerse bioenergía, a partir del biogás captado
en los vertederos, en plantas de cogeneración con aprovechamiento
del calor residual para la calefacción de invernaderos u otras instalaciones. Sin embargo, los rendimientos del proceso de
extracción son comparativamente muy bajos, por las inevitables
pérdidas de biogás a la atmósfera, en torno al 50%.
Durante estos dos últimos años se han puesto en marcha en
Estados Unidos, Australia, Reino Unido y Japón diversos proyectos de investigación, que tienen por objeto obtener bioetanol
por fermentación (precedida, en su caso, de hidrólisis ácida o
enzimática) de residuos homogéneos (incluyendo celulósicos),
procedentes de diversas industrias (cítricos, cerveza, madera,
etc.), hospitales, escuelas y domicilios. También se han iniciado
otros proyectos, en fase de experimentación en planta piloto,
que persiguen obtener biocombustibles por fermentación de la
FBRU de la basura en masa, anunciándose para 2011 la primera
planta comercial.
Por estos motivos, para la bioenergía procedente de los residuos
urbanos se ha acuñado el término “Energía de los residuos, EdR” procedente de las expresiones anglosajonas Energy from Waste (EfW) para describir el proceso y Waste to Energy (WtE) para las plantas de tratamiento. La EdR se define [12] como “la aplicación de principios sólidos y probados de ingeniería de combustión a una variedad de tecnologías que reducen e higienizan la fracción de residuos urbanos recogida en masa, que resulta tras el reciclaje y el compostaje, con el fin de recuperar energía”.
Aunque para determinados tipos de residuos homogéneos se van abriendo camino muy lentamente las nuevas tecnologías emergentes denominadas colectivamente “Tratamientos Térmicos Avanzados” (pirólisis y gasificación), la técnica más fiable, robusta y consolidada de obtención de energía a partir de la FBRU es la combustión total mediante tratamiento térmico convencional por incineración, lo que significa que, en la práctica, el término EdR equivale a IRE.
Límites a la valorización energética
El hecho de que la FBRU sea un recurso renovable no implica
necesariamente que su valorización energética sea medioambientalmente adecuada, y mucho menos sostenible, sin otros límites que los de la jerarquía comunitaria, por lo que es necesario fijar unas restricciones adicionales a la IRE. Sirva como ejemplo su potencial contribución al cambio climático, a través de la emisión de gases de efecto invernadero: el balance teóricamente
neutro al carbono de la biomasa es sensible, en la práctica, a las
emisiones de carbono resultantes de su producción, suministro
y transporte. Así, en el caso de la producción de biocarburantes
para transporte a partir de cultivos de cereales u oleaginosas, es
necesario computar en el balance, entre otras, las emisiones producidas en las fases de cultivo (siembra o plantación, fabricación
y aplicación de fertilizantes, riego, etc.), cosecha, transporte, proceso de producción y distribución [9]. A ello debe añadirse,
desde una visión de sostenibilidad, la incidencia del aumento de
la producción de biomasa en los usos del suelo, los precios de los alimentos, la biodiversidad, el medio ambiente y el paisaje.
Cuando la biomasa destinada a combustión no procede de cultivos,
sino de residuos agropecuarios o forestales, los factores a tener en cuenta se reducen a las emisiones de la recogida, transporte y tratamiento, al resultar nulas las emisiones de gases de efecto invernadero previas a la recolección. Pero también han de considerarse las alternativas a la valorización energética para dichos residuos, que pasan por su aplicación al suelo (bien directamente o previo compostaje), o por la elaboración de sustratos, enmiendas de suelo y abonos orgánicos, que presentan un balance negativo de carbono.
Como consecuencia del efecto secuestrante del carbono por el
suelo, el aporte de compost incrementa su contenido en materia
orgánica, reduciéndose las emisiones de CO2 a la atmósfera, aunque de forma limitada y temporal, ya que se estima que, en un
horizonte de 100 años, solamente un 8% de la materia orgánica
presente en el compost permanece como humus en el suelo [2].
También se mejoran las propiedades físicas, químicas y biológicas
del suelo, lo que redunda en importantes beneficios para sus
usos, tanto desde el punto de vista agronómico como ambiental:
mejora de la estructura y aumento de la fertilidad, ahorro de agua de riego, reducción de las aplicaciones de fertilizantes, protección
frente a la erosión, etc.
Pero la aplicación de materia orgánica procedente de dichos residuos al suelo también puede aumentar el riesgo de incendios
forestales, la contaminación del propio suelo y de las aguas superficiales y subterráneas, etc. Por ello, la disyuntiva entre su
valorización material o energética debe resolverse en las circunstancias particulares de cada territorio, haciendo un balance entre las ventajas e inconvenientes que presenta cada alternativa desde una perspectiva de ciclo de vida. Así lo reconoce la Directiva
marco al aceptar “que determinados flujos de residuos se aparten
de la jerarquía, cuando esté justificado por un enfoque de ciclo
de vida sobre los impactos globales de la generación y gestión de
dichos residuos”.
Sin embargo, en el caso de la FBRU procedente de la recogida
mixta de residuos en masa, la única alternativa a la IRE es su eliminación en vertedero, ya que a partir de los residuos mezclados
en la fracción resto no puede obtenerse un compost de calidad, libre de contaminantes, que cumpla con los requerimientos establecidos en el R.D. 824/2005 sobre fertilizantes y afines. Pero el vertido es, por sus elevadas cargas ambientales y por el despilfarro de recursos que supone, la alternativa menos sostenible (como queda reconocido en la jerarquía comunitaria), propia del pasado e incompatible con la actual visión del residuo como un recurso material y energético, por lo que la IRE de la FBRU recogida en masa se revela como la mejor opción de tratamiento, desde una perspectiva de sostenibilidad. Por ello, el Libro Verde establece que “la incineración del biorresiduo como una parte de los residuos urbanos mezclados puede emplearse para recuperar energía a partir de una fuente neutra de carbono, proporcionando una alternativa a, por ejemplo, los combustibles fósiles”. En esta
línea, la Estrategia de desvíos de residuos biodegradables de vertederos del PNIR fija como objetivo un incremento de la capacidad de valorización energética de las incineradoras de residuos urbanos del 35% en seis años, pasando de las aproximadamente 2 Mt incineradas en 2006 a 2,7 Mt en 2012.
En consecuencia, se hace necesario fijar unos límites a la valorización energética de la biomasa. Para ello, se define el potencial ambientalmente compatible como la cantidad de biomasa que se encuentra disponible técnicamente para la generación de energía, asumiendo que no ejerce presiones sobre la biodiversidad y los recursos del suelo y el agua, en relación a un desarrollo sin
aumento de la producción de bioenergía. La Agencia Ambiental
Europea ha calculado el potencial de biomasa primaria ambientalmente compatible [13], que pasaría de 69 MtEP (millones
de toneladas equivalentes de petróleo) en 2003 a 190 MtEP en
2010 y unas 295 MtEP en 2030. En línea con la jerarquía comunitaria, entre las diversas restricciones ambientales impuestas al cálculo de dichas cantidades y referidas a la FBRU, destacan:
• La implantación de estrategias ambiciosas de minimización de
residuos. Por ejemplo, que las familias apliquen medidas de
prevención de residuos y generen un 25% menos de residuos
que en un escenario base.
• La no recuperación de energía a partir de residuos que actualmente se destinan a reutilización o reciclaje.
• La asunción de que todo el residuo domiciliario que actualmente
es incinerado o vertido sin recuperación de energía estará disponible para la incineración con recuperación energética.
LOS RESIDUOS URBANOS COMO FUENTE
DE ENERGÍA SOSTENIBLE
Hasta aquí nos hemos centrado preferentemente en la FBRU
presente en la fracción resto procedente de la recogida en masa.
Pero esta fracción no puede ser valorizada energéticamente por
métodos convencionales de forma aislada, sino conjuntamente
con otros residuos no biodegradables que la acompañan en la
bolsa de basura:
• Orgánicos (plásticos) y, por tanto, fuente de energía como
combustibles.
• Minerales (vidrio, metales, etc.), que no son biodegradables
ni combustibles.
Si bien estas fracciones que acompañan a la FBRU en la fracción
resto de los residuos urbanos recogidos en masa no pueden
considerarse como una fuente de energía renovable, sí lo son de
energía sostenible. En efecto, en la medida en que en el proceso
de IRE se evita el consumo de combustibles fósiles aprovechando
la energía contenida en los plásticos (que, al fin y al cabo, procede
del petróleo) y se reciclan los residuos inorgánicos presentes en las escorias, en sustitución de otros recursos naturales, se está contribuyendo a reducir el consumo de recursos materiales y energéticos no renovables y, en consecuencia, al desarrollo sostenible. Máxime en el contexto actual de la crisis económica
mundial, en el que la drástica reducción de la demanda y de los precios de algunos materiales reciclados, especialmente plásticos,
empieza a dar síntomas de colapso de las instalaciones de reciclaje,
que no tendrían otra alternativa a la IRE que el depósito en vertedero [14].
Además, la IRE se lleva a cabo, en cumplimiento de la legislación
vigente, con las máximas garantías de protección de la salud
pública y el medio ambiente que proporcionan las condiciones
impuestas por la Directiva de incineración y el empleo de las
mejores tecnologías disponibles exigido por la Directiva IPPC.
Con ello se evitan los impactos que, a largo plazo, presenta para
futuras generaciones la alternativa de eliminación en vertedero
(emisiones de gases de efecto invernadero, lixiviados, etc.), que
es la opción menos sostenible de gestión de residuos.
Como ya se ha indicado anteriormente, en la medida en que contribuye a reducir el consumo de recursos materiales y energéticos no renovables y la emisión de gases de efecto invernadero, que suponen una amenaza para futuras generaciones, la IRE puede considerarse como una opción sostenible en la gestión de los residuos urbanos. Para ello, además del estricto cumplimiento de la jerarquía comunitaria y la legislación sectorial vigente, y de considerar el potencial ambientalmente compatible de la biomasa, es necesario adoptar un modelo de gestión de residuos
sostenible, con un enfoque de ciclo de vida que incorpore, además
de las variables económica y ambiental, la social. A nivel de la Unión Europea, el análisis de los requisitos a cumplir por un plan de sostenibilidad en los usos energéticos de la biomasa ha sido pospuesto hasta el año 2010 por la Comisión Europea, limitándose a establecer criterios de sostenibilidad ambiental para los biocarburantes y otros biolíquidos [9].
De acuerdo con la definición de la OCDE, “Una Gestión Sostenible
de Materiales es una aproximación para promover el uso sostenible
de materiales, integrando acciones dirigidas a reducir los
impactos ambientales negativos y a preservar el capital natural a
través del ciclo de vida de los materiales, teniendo en cuenta la
ciencia económica y la equidad social” [15]. Así lo han entendido
los países más avanzados en el campo de las energías renovables
y de la gestión de residuos, como veremos con unos ejemplos.
Suecia, líder mundial en el uso de bioenergía, ha asumido el desafío
de adoptar decisiones políticas y esfuerzos a largo plazo ante
la amenaza que, para las condiciones de vida de futuras generaciones, supone la quema de combustibles fósiles y su influencia en el cambio climático. Entre otras acciones, crearon una
Comisión de Expertos para la Independencia del Petróleo, con
el objetivo de “hacer de Suecia una sociedad libre de petróleo”
[16]. Su Estrategia para la Gestión Sostenible de los Residuos
[17] está basada en el objetivo global de desarrollo sostenible
del Gobierno sueco, partiendo de que “desarrollo sostenible significa que todas las decisiones políticas están adoptadas teniendo
en cuenta sus implicaciones económicas, sociales y ambientales a
largo plazo”. Además, consideran que “una característica importante de la gestión sostenible de los residuos es que las bajas emisiones y el uso eficiente del recurso que supone el residuo pueda
combinarse con métodos de eliminación que sean sencillos para
los consumidores y eficientes para la sociedad”.
Como resultado de este planteamiento y de las mejoras en las
recogidas selectivas y en los sistemas de tratamiento, entre 1994
y 2004 el vertido de residuos se redujo a menos de la tercera
parte, la recuperación de materiales y de energía se incrementó
en un 140% y un 70%, respectivamente y, a pesar del importante
incremento de las cantidades de residuos incineradas, las emisiones
de los principales contaminantes derivadas de la incineración
de residuos se redujeron de forma significativa, como se aprecia
en la tabla 1.
El caso de Suecia puede extrapolarse a Alemania y los países de su
ámbito de influencia (Austria, Suiza, Holanda, Dinamarca, etc.),
que han apostado decididamente por la IRE. En el documento
“La contribución de la gestión de residuos al desarrollo sostenible
en Alemania” [18], la Agencia Ambiental alemana efectúa
un balance, en términos de sostenibilidad, de la gestión de los
residuos urbanos entre 1990 y 2005, periodo en que se ha duplicado la cantidad de residuos destinados a IRE y cuadruplicado
la cifra de reciclaje, reduciéndose a la décima parte la depositada
en vertedero. Tras analizar la evolución de la generación y valorización de residuos urbanos, las emisiones de gases de efecto
invernadero, el ahorro de recursos materiales y energéticos, la
acidificación y las emisiones de sustancias cancerígenas, la Agencia
Ambiental concluye que “la gestión de residuos ha hecho
una contribución trascendental al fortalecimiento del desarrollo
sostenible y la mejora de la situación ambiental, como resultado
de las medidas tomadas entre 1990 y el presente”.
Fuera de Europa, merece destacarse el caso de Australia, cuya
Guía de Sostenibilidad para Bioenergía [19] expone detalladamente
el proceso de desarrollo de proyectos basados en bioenergía
sostenible, incluyendo una revisión y evaluación de todos los
aspectos a considerar. El enfoque de la Guía va más allá de la
aproximación tradicional de Evaluación de Impacto Ambiental
(y social), buscando la confianza y el conocimiento sobre la
sostenibilidad del proyecto por parte de la comunidad vecina,
de manera que le otorgue una “licencia para operar”. Desde una
visión de sostenibilidad, la Guía introduce dos restricciones a la
obtención de bioenergía a partir de la biomasa:
• Los productos de la biomasa presentan un elevado contenido
en carbono, superior al de muchos combustibles fósiles, por lo
que solamente deben ser utilizados cuando existe una clara vía
para la reabsorción a corto plazo del CO2 emitido.
• La biomasa presenta diversos valores como recurso (alimento,
fibra, madera, etc.), que deben ser priorizados frente a su recuperación energética. Análogamente a la jerarquía comunitaria
de gestión de residuos, se considera que el valor energético de
la biomasa es, en principio, uno de los valores de orden inferior.
Así, la obtención de madera a partir de los árboles, o de
alimentos y fibras a partir de cultivos, deben ser consideradas
antes de la recuperación de energía.
Como complemento a la anterior, y partiendo de los mismos
principios, la Guía de Sostenibilidad para Proyectos y Propuestas
de Energía de los Residuos [20] trata de asistir a la comunidad,
el gobierno y los agentes industriales interesados sobre cuándo es
mejor conservar los materiales presentes en los residuos urbanos
en un estado próximo a su forma original y cuándo es apropiado
convertirlos en energía a través de una variedad de procesos. La
Guía se apoya en un Código de Práctica, que muestra el compromiso de la industria de incineración para operar en el marco
del desarrollo sostenible. Con la firma del Código, sus miembros
dejan constancia pública de su compromiso para recuperar
el máximo valor como recurso de los materiales secundarios,
asegurar la transparencia en sus procesos de toma de decisiones,
cumplir todos los requerimientos legislativos y mejorar continuamente en todos los aspectos de su operación sobre los que tienen capacidad de control.
Tabla 1 Emisiones derivadas de la incineración de RU en Suecia
Contaminante
Partículas (t/año)
Acido clorhídrico (t/año)
Oxidos de azufre (t/año)
Oxidos de nitrógeno (t/año)
Mercurio (kg/año)
Cadmio (kg/año)
Plomo (kg/año)
Dioxinas (g/año)
1996 2004
33 24
412 101
1.121 337
1.463 1.707
77 37
8 5
214 54
2 0,7
Tabla 2 Contenido en carbono de diversos combustibles
tipo de combustible
Madera combustible/biomasa
Carbón
Petróleo
Gas natural
contenido en carbono
85-91%
50% de media
30-35%
20% de media
30 residuos 110
CONClUSIONES
La recuperación de la energía contenida en los residuos
urbanos, como forma de valorización complementaria
al reciclaje y compostaje de los residuos recogidos
selectivamente, no solamente es la opción más sensata de
aprovechar un recurso que, en gran medida, es renovable
(por su fracción biodegradable), sino también una obligación
derivada de la legislación europea, como se deduce tanto
de la directiva Marco de residuos como del Libro verde para
la gestión de biorresiduos en la Unión Europea. El método
de valorización energética a adoptar depende de la fracción
considerada: biológico (digestión anaerobia) para la materia
orgánica de elevada calidad, procedente de la recogida
selectiva, o térmico (incineración con recuperación de
energía, IRE) para la materia orgánica mezclada, recogida en
masa.
En cualquier caso, deberá recurrirse a la valorización
energética tras agotar todos los escalones anteriores de la
jerarquía comunitaria e implantar las limitaciones necesarias
para evitar que se produzcan impactos significativos sobre la
biodiversidad, el suelo, las aguas y la atmósfera, de manera
que resulte ambientalmente compatible.
La IRE es, además, una forma sostenible de aprovechar unos
recursos energéticos contenidos en los residuos que de otra
manera serían despilfarrados en caso de que fueran vertidos,
convirtiéndose en un foco de contaminación a largo plazo y
obligando a recurrir a otros combustibles fósiles como fuente
de energía. Esta es la interpretación que vienen haciendo
los países más avanzados en el campo de los residuos y las
energías renovables.
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