Sobre la Nairobitarra

nairobitarzaleak 1456151749136 Nairobitarra | 2000-09-10 23:47

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Nairobitarra I SS-65455


En 1980, Ángel Ortiz y Manueltxo Mokoroa compraron un viejo autobús de línea Pegaso y lo acondicionaron para viajar con diecisiete personas más hasta Nairobi (Kenia). El autobús pasó tres meses, diez mil kilómetros y mil batallas, por las arenas del Sáhara y las selvas tropicales. Los viajeros llegaron bien a Nairobi, pero el autobús no estaba en condiciones de regresar: para pagarse los billetes de avión de vuelta, vendieron aquel primer autobús al Ministerio de Obras Públicas keniano, que lo quería para cedérselo a un equipo de fútbol.

Nairobitarra II SS-5732-A


Dos años más tarde, en 1982, Ángel Ortiz y Josu Iztueta compraron un viejo camión y lo prepararon para llevar a veinte pasajeros (camas, mesas, cocina…). Este segundo vehículo heredó el nombre de Nairobitarra, porque mantenía aquel espíritu viajero del primer recorrido por África. Josu y Ángel organizaban tres o cuatro viajes al año, tanto por el norte de África (especialmente por el desierto del Sáhara) como por Europa (desde la Península Ibérica hasta Escandinavia).

Esta segunda Nairobitarra cruzó el océano: en 1989, la enviaron en barco hasta América del Norte. En diversos viajes recorrieron Estados Unidos, Canadá, subieron a Alaska y después empezaron a bajar hacia América Central. En 1995 entraron en América del Sur y recorrieron de punta a cabo este continente. Después quisieron enviar el autobús a Asia, para seguir viaje hasta Europa y completar así la vuelta al mundo, pero la situación complicada de algunos países estropeó el plan. Al final, en el 2002, decidieron donar la Nairobitarra a una fundación de Chile que atiende a niños huérfanos y abandonados.

Nairobitarra III SS-97274


Cuando en 1989 la segunda Nairobitarra cruzó el Atlántico, Ángel y Josu compraron un autobús escolar de dieciocho años. Con esta tercera Nairobitarra volvieron a recorrer el norte de África y Europa hasta el año 2003. Y cuando dejaron de organizar viajes, el autobús acabó sus días en una chatarrería.

Pero la Nairobitarra está viva, porque no es tanto un vehículo concreto como una idea, un espíritu viajero que ha recorrido un millón de kilómetros durante veinticinco años. La Nairobitarra sigue en el camino.