Agonía en el andén

Llevaba 10 meses en la agonía. Había perdido su oportunidad y desde entonces pasó cada día recordando su error. Llegada la noche profunda se hundía en la misma llorando su soledad. Queriendo ver pasar el tren que dejó pasar en la estación. Pero no, él no lo veía.

En ojo cerrado no entra imágen. Sin previamente ver el tren era imposible montarse en él. No resultaba más fácil verlo pasar. Para verlo, hay que estar preparado para mirar. Pero él no lo estaba.

Sabía que quería montarse en el tren, pero algo no le dejaba abrir los ojos para verlo, y encontar la puerta por la que montar. Sin envargo oía el ruído de las máquinas, el del pasar de viajeros... el de las voces que relatan las historias del tren.

Ayer le quisieron abrir los ojos y vió el tren en el que se quería montar. Se quedaba en la puerta esperando que alguien lo montara. Sin todavía cerrarse la puerta, el Jefe de Estación tocó el silbato. El tren se iba sin él. Comenzó a moverse la maquinaria. Y él, asustado, tras 10 meses con los ojos vendados, dió un pasó atrás.

Llevaba 10 meses en un andén esperando ver por fin el tren. Cuando lo vió, no supo reaccionar. Ahora sigue en el andén, esperando que el tren vuelva. Esperando que vuelva con la puerta abierta.