Aspectos de antropología socio-cultural en la evolución diacrónica del euskara* JOSE ANGEL IRIGARAY

so 1467378181235 SO | 2020-11-24 06:21

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Aspectos de antropología socio-cultural en la evolución diacrónica del euskara*

JOSE ANGEL IRIGARAY

LABURPENA

Idatz-lan honetan mendetan zeharreko euskeraren egoera, sozio-kulturazko giroan, azaltzen da. Sarrera gisa soziolinguistikari dagozkion aipamen eta ohar batzuk egiten dira: demografiaren garrantzia izkuntza baten egoeran eta etorkizunean, euskera latin erroko izkuntzez inguraturik egoteari buruzkoa, izkuntza uharte bait da, eta, azkenik, izkuntza bat gizarte baten kulturazko zein sozio-ekonomiazko maillei dagokien giza-arazoa dela.

Lanaren funtsezko gaiari lotuz, mendetan zeharreko euskeraren egoera, lehenbiziko atalean antziña-antziñako denboretatik erromakoetaraino mitolojia, sineste zahar eta euskeraren aztarren azaltzen dira laburzki.

Bigarrenean, erromako denboretako egoera, haren eragina eta abar aipatzen dira. Kristautzearen asierak. Euskal gizartearen egoera, orduko sineste, pentsa-molde eta izkuntzaren araueratze eta aldatzeak.

Urrengoan, nekazalgoari lotu gizartean sortzen asten diren sail berriak aipatzen dira; olak, itsasontzigintza, merkatalgoa eta abar, demografiazko berri xume batzuk ere ematen direlarik. Gisa berean, politikazko erakundeen abiada, kristautzearen zabaltzea eta Elizaren eratzea. Erdi-aro garaietako euskeraren egoera eta gora-beherak; latiñeraren eragina eta giza-sail batzuen erdalduntasuna.

Laugarrenean, XVIII eta XIXgn mendeetako egoera aztertzen da. Sozio-ekonomiazko egoera eraberritzeko ahaleginak; Sdad. Económica Bascongada de Amigos del País delakoa. Gertatzen diren bi joeren arteko borroka; bata etxeari begira, foruzalea, bestea penintsulako merkatuari lotzeari begira. Karlistadak galdu ondoren bigarren joera nagusitzen da eta horrek euskeraren egoera ere ahultzen du, noski. Erderen eragina gero eta indartsuagoa da. Bestaldetik, ifar Euskalerriaren egoera ere azaltzen da labur-labur.

Gisa berean jarraitzen da XIXgn mendean barrena. Penintsulako merkatuari, giroari, politikari gero eta lotzenago doa ego Euskal-erria. Hala ere, azken foruak galdu eta gero euskalzaletasuna eraberritu eta gaurkotuko da; honen arauera eta barrenean kulturazko pizkundea eta izkuntzari buruzko ahalegin bizia. Giro honen barrenean, beraz, euskeraren abiada eta euskerarenganako joerak XIXgn mendearen bukaeran eta XXgarrenaren asieran aztertzen dira. Zenbait demografiazko berri ere ematen da.

Ondarreko atalean, azkenik, XXgn mendeko egoerari buruz mintzatzen da. 1936ko uts egitearen ondorenak: atzerapen eta subdesarrolloa sozio-ekonomiazko arloan, kulturazkoan eta izkuntzarenean. Kanpotitako jende etortze ikaragarriak. Demografiazko berri batzuk. Giro honetan, konzientzia eta pentsa-moldeen abiada. Emeki emeki bersortzen eta azten doan euskal pizkundea; honen barrenean izkuntza normalizatzeko inahal berriak. Ikastolak. Bestaldetik, euskeraren batasunari buruz sortu arazo eta joerak aipatzen dira, bai eta haiek mamitu diren giro ertsi eta setatsua ere; eta hau, euskeraren kinka larrian. Honek zer-ikustekorik dadukala egoera orokarrarekin eta euskeraren etorkizuna, finean, Euskalerriarenaren barrenean datzala

Antes de entrar en la evolución histórica del euskera, parece oportuno hacer, brevemente, algunas observaciones socio-linguísticas previas. Uno de los aspectos socio-económicos fundamentales de toda lengua es su soporte demográfico. De todos es sabido que, en gran medida, el porvenir de una lengua está ligado a su mayor o menor base demográfica. En nuestro caso, parece necesario subrayar la importancia de este apartado, pues es lógico suponer que ha sido uno de los condicionantes de partida que cuestionan, dentro del marco global en que se ha movi- do, la supervivencia del euskera. A este factor está ligado un aspecto más propiamente socio-lingüístico, cual es el de que el euskera se nos presenta como una auténtica isla entre el conjunto de lenguas latinas que le rodean. Siendo, además, una lengua de extracción completamente diferente. La dificultad de normalización del euskera viene, pues, también condicionada de partida por su dificultad relativa. Decimos relativa y no absoluta, pues no se trata de una supuesta dificultad intrínseca del vascuence, sino de la que resulta de la confrontación con las lenguas vecinas.

Consecuentemente, es frecuente la constatación de que para un hablante de lengua de origen latino el euskera es «difícil». Liguemos este factor con el demográfico y tendremos dos factores sociales de partida altamente determinantes en el futuro del euskera. Efectivamente, no es difícil imaginar que los avatares y porvenir del euskera hubieran sido otros si, por ejemplo, en vez de ser un pueblo de unos pocos cientos de miles de habitantes, hubiéramos sido un pueblo de 50 millones; o, si en vez de estar ubicado donde está hubiera sido una isla apartada. Pero estos factores de partida no se pueden variar y, sin embargo, gravitan de forma crónica y decisiva sobre el euskera. De ahí la importancia de que los tengamos presentes a la hora de analizar la evolución del euskera desde una perspectiva socio-cultural del país. Y antes de pasar a la. evolución histórica, hagamos, por fin, una última observación de índole sociológica que nos parece importante precisar en un estudio como éste.

La lengua constituye un factor social que está ligado dialécticamente al resto de factores sociales y que, por tanto, está influida y determinada, a su vez, por el conjunto social global en el cual ella misma también influye. No es, pues, algo que esté desligado de la base social de una comunidad, sino que es uno de los factores constituyentes de la misma. Se confina a veces la lengua —como parte de la cultura que también es— con una visión mecanicista de la realidad social y de su interpretación, en lo que sociológicamente se ha dado en llamar superestructura. Se supone, incluso, al reducir la lengua a un factor superestructural y al partir del supuesto pretendidamente científico —mecanicista— de que las superestructuras desaparecen al cambiar los modos de producción, que la lengua es un factor «cultural» ligado, por tanto, a un determinado modo, y que desaparecería al desaparecer éste. Es evidente, en cambio, que las lenguas cambian, se adaptan, varían, sí, pero siguen siendo dichas lenguas a pesar de haber variado estructuralmente la base socioeconómica.

La crítica de estas teorías ha llevado en otros casos a tesis no más aceptables en muchos aspectos, pero los límites de este esbozo no permiten un desarrollo más amplio de esta cuestión. Siguiendo a Aguinaga —que ha tratado extensamente los aspectos sociológicos y epistemológicos de este problema— se adopta aquí una posición alejada de las concepciones marristas, pero diferente también de los principios y conclusiones de la doctrina staliniana sobre el tema.

La lengua, pues, no es sólo factor constituyente de la superestructura, ni tampoco lo es solamente de la base. Es un factor presente en toda la realidad social. Históricamente constituye un factor social de capital importancia a la hora de constituirse una sociedad. Un lazo, un nexo organizativo familiar, tribal, comunitario, configurando la vida social en general: producción, división de trabajo, mercado, relaciones sociales, cultura, etc. La comunidad lingüística supone, pues, un factor determinante a la hora de consolidarse y diferenciarse los pueblos. Nos parece necesario aclarar este concepto para que podamos abordar y entender certeramente los avatares de la lengua a través de los diferentes cambios y transformaciones sociales.

* * *

«La investigación del pasado de la humanidad es tanto más dificultosa cuanto más atrás nos remontamos en el tiempo. De toda la primera fase de la humanidad, solamente conocemos unos restos humanos fósiles, y unos residuos de su tosca cultura material. La cultura espiritual de aquellos hombres del Paleolítico Inferior se nos escapa por completo. En efecto; ¿qué imagen tenían del universo? ¿Qué estructuras sociales y familiares? ¿Qué penas, temores y alegrías? ¿Qué ideas religiosas? Lo ignoramos totalmente. Y eso, de toda la larga infancia de la humanidad, desde sus orígenes, hasta, al menos, el hombre de Neandertal. De este hombre creador de la industria del Paleolítico Medio, sabemos un poco más. Sabemos que enterraba a sus compañeros y familiares. Quizá lo hicieran también los hombres anteriores, pero no tenemos evidencia de ello. De éstos si lo sabemos. Y junto al cadáver del amigo muerto se depositaban armas y alimentos. Ello nos permite acercarnos un poco más a su mundo conceptual. Estas prácticas parecen indicar que para aquellos hombres, aquel amigo o familiar inhumado, seguía necesitando defensa y alimento, es decir, seguía viviendo de alguna manera. ¿Cómo surge en la humanidad esta idea de supervivencia, esta creencia en la vida de ultra-tumba? De este hombre de Neandertal conocemos también algo más. En los yacimientos musterienses se han encontrado con frecuencia ocres alóctonos, es decir, transportados por el hombre a la cueva. Es probable que el hombre utilizara estos ocres para pintar su propio cuerpo, bien como adorno personal, bien con finalidad ritual en determinadas prácticas religiosas. Aquí termina nuestro conocimiento acerca de la cultura espiritual del hombre del Paleolítico Medio.

Es menester llegar al Paleolítico Superior, época que comienza hace unos 35.000 años, para dar un salto en este campo. Es durante él, en efecto, cuando se da una de las manifestaciones cumbres de toda la Prehistoria, que más ha admirado a sabios y profanos: el arte. Estas manifestaciones nos acercan más al espíritu de aquel hombre, aunque la investigación del arte prehistórico tropieza con inicógnitas graves, entre las cuales la que más destaca es precisamente una de las que más nos interesa: ¿por qué pintaron y grabaron aquellos hombres? ¿Qué motivaciones les movieron a efectuar estas figuras? Eran de esperar estas grandes manifestaciones entre nosotros, habida cuenta de la situación del país en el corazón del área fundamental de creación artística de esas épocas ...» (1) Es al final del Paleolítico Superior, después del último período glacial, hace unos 10.000 años, cuando se produce un aumento de la temperatura que acarrea cambios ecológicos y socio-económicos consecuentes. Comienza el período conocido por Mesolítico. En él, siguiendo a José Miguel Barandiarán (2) «ocurren cambios de clima, un cambio de habitación, un cambio de alimentación y, naturalmente, el hombre mismo comienza a cambiar. Cambia el tipo físico del hombre y nace el tipo vasco actual».

Es evidente que ha habido invasiones e inmigraciones importantes, pero, según parece, no en tal medida que hayan traído aquí al hombre vasco, o que hayan implantado radicalmente una cultura. Se estima, a tenor de investigaciones prehistóricas y antropológicas, que el hombre de Cro-Magnon comenzó a evolucionar hacia el hombre de rasgos vascos actuales sobre este mismo territorio. «Ya hemos dicho cómo desde el Auriñaciense existe el tipo humano actual, Este tipo (Homo sapiens sapiens) se desmembra pronto en los grandes grupos raciales que hoy habitan la Tierra, blancos, amarillos y negros y cada uno de ellos va originando las razas que hoy conocemos. Una de ellas, la de Cro-Magnon, que se había asentado en el País Vasco, inició una evolución autóctona hacia el tipo vasco actual. Esto ha podido ser conocido mediante la serie de cráneos hallados en la cueva de Urtiaga (Deva). El cráneo más antiguo, perteneciente a la superficie del Magdaleniense final, es del tipo de Cro-Magnon, pero muestra un comienzo de evolución hacia el tipo vasco. Los cráneos hallados en el nivel Aziliense de esta misma cueva son intermedios entre el tipo Cro-Magnon y el vasco, mostrando un paso más en esa evolución. Por fin los cráneos pertenecientes al Eneolítico, hallados en diversos lugares de la zona montañosa del País, son ya netamente vascos. La raza vasca, por tanto, no se formó en otro lugar y vino después a la zona que ocupa hoy, sino que se formó aquí mismo, de la manera expuesta... (3). Estos rasgos raciales han sido estudiados principalmente por Aranzadi, Eguren y Barandiarán y que, siguiendo a Telesforo Aranzadi, podríamos esquemáticamente caracterizar, en lo que al cráneo se refiere, en la introversión del basio (borde anterior del agujero occipital). Esta introversión tiene algo de correlación con el índice cefálico (en sentido inverso), con el abultamiento de las sienes (en sentido directo), etc. Concluyendo Aranzadi que (4) «luego la mesocefalia, el abultamiento de las sienes y el de la parte superior del occipital, la disminución de altura del cráneo y la postura recogida de la cabeza, son una misma cosa en el fondo original.. «Su combinación es propiamente vasca». Estos cambios irán evolucionando, profundizándose y enraizándose, teniendo su culminación en la época siguiente, el Neolítico.

La iniciación de un mundo mítico, conceptual y lingüístico específico, muchas de cuyas características se mantienen vivas, adaptadas hasta nuestros días, parece que tiene lugar en el período Neolítico y sobre todo en el Eneolítico, que se extiende entre los 3.500 y los 2.000 años antes de J.C. El hombre comienza paulatinamente a abandonar la caza como base fundamental, pasando a domesticar animales (primero vaca, oveja, cabra, cerdo, más tarde caballo, etc.), creando rebaños y sentando así las ba-ses de una economía nueva que dará un impulso y desarrollo nuevos a la sociedad. Es el inicio del pastoreo que se desarrollará, como hemos dicho, fundamentalmente en el Eneolítico y en la época siguiente, Edad de Bronce. En dicha sociedad comienza a desarrollarse la cultura megalítica con los dólmenes, y más tarde, en relación, según parece, con cul-turas celtas indoeuropeas, con los cromlechs.

Los dólmenes son monumentos funerarios en los que se colocaba a los muertos, teniendo su puerta orientada generalmente al nacimiento del sol. Se encuentran en lugares altos de gran visibilidad (collados, divisorias de agua, etc.) En euskera, como se sabe, se conocen con el nombre de 'trego-arri', 'triku-arri', pudiendo corresponder la primera palabra 'trego' a alguna prestación indoeuropea; celta quizás. Posteriormente se fueron conociendo con nombres que aluden a otro orden de creencias. Así, 'jentil-arri', 'sorginetxe', 'Mairietxe', 'Tartaloetxe', etc. En esta época ya se comenzaba a cultivar la tierra y, tímidamente, a practicar la pesca cercana. La lengua se fue forjando, en gran medida, en dichas épocas, fijándose formas de léxico de uso actual, que denotan su origen neolítico: 'aizkora', 'aitzur', 'aizto', 'zula- kaitz', etc., derivadas todas ellas del vocablo 'aitz'/'haitz' (piedra). Los nombres de animales domesticados son, también, posiblemente, de esa época: 'behi, urde, ahuntz, zaldi/ zamari, zakur, ahari, ardi, zezen, aker', etc.

Se cree que existiría un culto a genios de formas animales, a la tierra, al sol y a la luna, al fuego; con ofrendas y sacrificios.

Más tarde, en las épocas denominadas Edad de Bronce (-3000 -1200) y Edad de Hierro (-500 -332), seguirán desarrollándose la cultural pastoril y agraria. La influencia de pueblos nómadas, según parece de origen celta, se deja sentir. El desarrollo de otros monumentos megalíticos (cromlech, menhir), el inicio de la utilización del hierro, etc., son otras características de este período. Los cromlechs también son monumentos funerarios característicos de la cultura pastoril (de la época de los últimos dólmenes quizás). En euskera reciben los nombres de 'arrespil' y 'baratz' (posteriormente, de esta última: 'jentil-baratza' y 'mairu-baratza') . Son, siguiendo a Jesús Altuna (5), «una serie de piedras o losas (testigos) hincadas, por lo general, verticalmente, que cierran un ámbito circular». En el centro del cromlech se halla un conjunto de cenizas, en urna o agrupadas, resul- tado de la cremación de cadáveres, usual en esta época. Como los dólmenes, también se encuentran ubicados en lugares muy altos (a veces más que los dólmenes), de gran visibilidad. Son muy numerosos en el país, encontrándose todos en los macizos montañosos pirenaicos y sus estribaciones próximas. El ídolo de Mikeldi, de Durango, también se considera de esta época. Es un monumento de piedra que representa un novillo con un disco que se interpreta relacionado con el sol o con la luna. Más tarde, hacia los 900 años a. J C., se produce la irrupción en la península de pueblos celtas con los que parece hubo relación en. algunas áreas meridionales y septentrionales del país.

¿Pero de cuándo es la lengua éuskara? Coincidiendo con las tesis antropológicas de José Miguel Barandiarán que, como hemos visto, fundamenta el origen conocido del hombre vasco allí en el Mesolítico, hace unos 10.000 años, Luis Michelena cree (6) que el euskera, en un período que estima de unos 6.000 a. J C., no ha venido de fuera; que representa una especie de lengua isla que ha quedado de una familia que tuvo que estar mucho más extendida. En épocas más cercanas al comienzo de nuestra Era el país estaba inmerso en una economía agrícola-ganadera. La organización social respondía a los principios tribales, de clan, característicos de las sociedades primitivas. En ella parece claro la organización familiar y tribal de tipo matriarcal, con consejos de ancianos, caudillos de guerra, etc. Asentamiento en pequeños poblados, con preferencia en las alturas, sobre todo en las áreas centrales y septentrionales del país. En el sur inicio de algunos poblamientos. De esta época son, quizás, vocablos como 'asaba, osaba, izeba, alaba, arreba, neba, anaia, ahizpa, seme, haurride, buruzagi, au- zo, auzalan', etc., en relación con la organización social y familiar —matriarcal—, en la que, como es sabido, tiene mucha importancia la diferenciación entre los grados y cualidades de parentesco; por ejemplo, entre hermano de hermana, hermano de hermano, hermana de hermano y hermana de hermana.

En cuanto al mundo mitológico, las concepciones religiosas son animistas y politeístas, existiendo un gran desarrollo del culto solar-lunar, con todo su cortejo mitológico. Las divinidades, por tanto, están relacionadas con dicho mundo. En este sentido es de observar, como apunta Julio Caro Baroja (7), la relación de las ideas de divinidad y de cielo o firmamento para los antiguos euskaldunes. Así vemos que el vocablo 'ortzi' (cielo, firmamento) corresponde, a su vez, al 'Urcia' que ya en el siglo XII recogía Aymeric Picaud como correspondiente a Dios («Deum vocant Urcia»). Como se sabe, hay muchas palabras derivadas de la voz 'ortzi': 'ortzegun', 'ortzira- le' (jueves, viernes), que valen como los occidentales 'ostegun' y 'ostirale' (rt-st), 'or- tzadar/ostadar' (arco iris; literalmente «cuer- no del firmamento»), 'ortotsa'/'ostotsa', 'or- tziri' (trueno), 'urtzuri' (rayo), 'orzondo' (al- ba), 'ostarte' etc. Derivados de 'ortz' con un sentido mitológico. Efectivamente, la asociación de conceptos como cielo y dios con trueno, rayo, arco iris, día jueves, etc., es algo que, como dice Julio Caro Baroja (8), aparece constantemente en muchos pueblos europeos antiguos, con los que el vasco se encuentra entroncado a nivel mitológico. Hay otra acepción 'in', como indica José Miguel Barandiarán (9), que quizás expresa la misma concepción que 'ortzi'. Así señala 'iñar', 'inhar' (relámpago), 'inhazi' (rayo), 'iñetási' (granizo), 'iñastura' (relámpago), etc. Todas ellas derivadas de 'in', en sentido semejante al de 'ortzi'. Apunta, también, que puede ser origen de la voz 'inko' que en algunas zonas utilizan para designar a Dios. También es de señalar el posible tabú que en la denominación de los astros, como el sol y la luna, se pone de manifiesto. Efectivamente, no son directas, sino alusivas, indirectas. Así, 'eguzki', 'iguzki', 'ekhi', 'iduzki', para expresar el sol (egu-zki = ¿luz diurna?); 'iliargi', 'iratargi', 'argizai', 'goiko', 'ilazki' para expresar la luna («il-argi» = ¿luz men- sual?, ¿luz de muerte?, ¿luz de difuntos?, ¿de oscuridad?). Que el sol y la luna han tenido un sentido religioso está claro. Es común a muchos pueblos primitivos.

Todavía en nuestra época han sido constatables costumbres que se mantienen desde aquellas épocas. Por ejemplo, la de hacer salutaciones al sol y a la luna, tanto al salir como a la puesta. La de llamar al sol y a la luna «abuela» como recoge José Miguel Barandiarán (10), «eguzki amandrea badoia bere amangana» (de Verga- ra), o «illargi amandrea, zeruan zer berri?», de forma semejante a lo que ocurre en muchos pueblos indogermanos. Además, habría que señalar las fiestas solsticiales del culto solar; los fuegos de fin de año (tronco en el hogar); los símbolos tan abundantes en iconografía y epigrafía de probable origen solar: lauburus, círculos, flor de cardo, etc.: la asociación de los actos de la vida y las fases lunares, con toda la relación de actividades que hay que realizar en determinada fase lu-nar (la conveniencia de que la muerte, por ejemplo, acaezca en creciente) ; los nombres de mes y de los meses relacionados con la luna, etc. A este respecto, vamos a transcribir unos párrafos de José Miguel Barandiarán que ilustran claramente estos puntos (11).

«Dado el carácter del sol dentro del mundo conceptual vasco, no es extraño que muchas creencias y costumbres de la mitología indoeuropea se hayan asociado a la idea y al vocablo con que el astro del día es expresado en el país vasco». Y a continuación: «el sol y la luna son divinidades femeninas hijas de la tierra, a cuyo seno van todos los días después de su recorrido por el cielo». «...el día es para los hombres que viven en la superficie terrestre. Pero ésta pertenece, durante la noche, a los espíritus y a las almas de los muertos para los cuales alumbra la luna». Por otra parte, parece comprobada la división ternaria de los días de la semana an- tigua. 'Astelen - astearte - asteazken' como primero, medio y último de 'aste' (hoy sema- na, también tiempo). Luego viene 'Ortzegun/ ostegun', es decir, el día de Ortz, la divinidad cósmica, también interpretado como día de la luz diurna. 'Ortzirala/ostirala', en rela- ción también con 'ortz' —¿con características de día lunar, como indica José Miguel Barandiarán?—, 'larunbata', sábado, que Julio Caro Baroja apunta en relación con la cuatripartición lunar. (También existen, para expresar el sábado, las acepciones 'ebiakoitz' y 'neskeneguna'). El domingo, finalmente, apar- te de la prestación latina «domeka», corresponde a 'igandea, igandia', expresión que Barandiarán y Caro Baroja apuntan como relacionada con una gran fiesta de plenilunio y (11) Idem. que equivaldría a «subida grande». (Habría que consignar, también, las acepciones del dialecto vizcaíno 'eguasten' y 'eguen' en vez de 'asteazken' y 'ostegun', que muestran una relación con 'egu', quizás de transfondo se- mejante al de 'ortz'. Dentro del mismo dia- lecto existen, por fin, otras prestaciones la- tinas muy posteriores, como 'martitzena', 'bariku', 'sapatu').

El año es posible que no presentara la división en cuatro estaciones, sino que consideraría dos bloques: el verano y el invierno, Esto tiene evidente reflejo en el euskera, con las voces 'uda' y 'negua'; posteriormente se añadirían, derivándolas del verano, la primavera y el otoño: 'uda-berri' y 'udazkena' (también se usa 'larrazkena' para el otoño, quizás en relación con zonas de desarrollo dominante de la cultura ganadera y pastoril, en el sentido de que alude a la época en que finalizan los prados estivales; al igual que 'bedats' para la primavera, cuando comien- zan). En relación a esta división tendríamos los ciclos rituales veraniegos e invernales. Comenzando por estos últimos habría que señalar su inicio con una época importante 'su- bilaro' 'eguberriak' (posterior 'olentzero' y ciclo navideño), en relación con el solsticio de invierno.

Más tarde, en relación con el fin del invierno, los 'ihauteri', 'iñauteri', 'ihaute' (carnaval) con implicaciones rituales y míticas que hoy se nos escapan (quizás ritos de seguridad colectiva, combate a los agentes del mal, aseguramiento del desenvolvimiento normal de toda la comunidad). A lo largo de los siglos va perdiéndose este sentido primitivo, entrando en la concepción cristiana y permaneciendo aspectos sociales, estéticos, burlescos, etc. El carnaval está muy extendido por el país, conservándose hoy muchas muestras en Zuberoa, Baja Navarra, Lapurdi, Ituren-Zubieta, Lanz, Lizarza, Goizueta-Arano, Zalduendo, etc. Otras fiestas del ciclo invernal, y de las que conocemos datos o se conservan todavía, serían las guipuzcoanas 'otsabilko' (cuestación que pudiera tener un sentido propiciatorio para evitar los ataques del lobo) y 'azeri- dantza' (en relación al zorro), emparentadas, sin duda, con la que todavía se realiza en Valcarlos (Luzaide) el domingo de carnaval denominada 'axe ta tupin' (el zorro y la caldera), Finalmente, habría que señalar dentro del ciclo invernal las fiestas destinadas a asegurar la fecundidad (posteriormente adscritas a la de Santa Agueda), protección de animales mediante ritos que todavía se conservan, asimilados a fiestas como las de San Blas, San Antón, etc.

En el ciclo veraniego podrían mencionarse las fiestas de comienzo del verano o de mayo, pero sobre todo la del solsticio de verano (hoy adscrita a San Juan). Rica en ritual, desde la víspera hasta el amanecer, refleja, como ya hemos indicado, un culto al sol, al agua y vegetales. En el orden mitológico, habría que considerar mitos como el de 'Mari' (femenino), también conocida con los apelativos de 'damie', 'andra Mari', etc. Habita las simas y cuevas de las sierras principales del país (Orhy, Aralar, Murumendi, Mugarra, Aitzgorri, Oiz, Amboto, Gorbea, etc.), y es la jefa o reina de todos los genios que pueblan el mundo. Se presenta de muy diversas formas y figuras, poseyendo sus cultos y tributos, así como castigos a los incumplidores. José Miguel Barandiarán opina que es el mito más importante y que representa, probablemente, a la propia tierra. Julio Caro Baroja, asimi mo, opina que es una especie de Kore o Proserpina vasca, relacionada con otros mi- tos ctónicos de pueblos de Europa. En relación con Mari, pues, está probablemente la misma tierra. Madre del sol y de la luna. Receptáculo inmenso, morada habitual de las almas y de la mayor parte de los númenes y de otros personajes míticos. Las ofrendas a la tierra —como a Mari— se realizaban en las cavernas, cuevas. Muy posteriormente en dichos lugares se han construido, a veces, ermitas, iglesias, capi- llas, etc. Otro mito o creencia sería el que hoy es conocido como el del cazador negro 'eizta- ri beltza' (posteriormente conocido con ape- lativos como 'Salomon errege', 'Mateo txistu' o 'Juaniko txistu') que alude a un misterioso cazador que atraviesa los aires con una jauría de perros las noches de vendaval y tormenta. La leyenda explicativa que hoy conocemos es, sin duda, moderna, siendo posible que se asiente sobre una más antigua en la que, como opina Julio Caro Baroja, la jauría tuviera un carácter religioso relacionado con misteriosos cortejos que acompañarían a las divinidades de la noche.

En esta breve descripción del mundo mitológico pre-cristiano, nombremos por fin al 'Basajaun' o numen de los bosques, muy relacionado con los orígenes de los cultivos; al 'gizotso' (hombre lobo) y 'emazteorein' (mujer ciervo); a genios como 'gaueko, inguma, maide, intxisu, erensuge, sugaar, iretxoak (duendes domésticos), zezengorri, behigorri, akerbeltz (que más tarde tendrá gran relevancia con el desarrollo de la brujería moderna)', etc. Además, habría que hablar del mundo mágico. Hay que tener en cuenta que, como dice J. M. Barandiarán (12), «el animismo pone un genio o una divinidad al frente de cada acción, de cada fenómeno y detrás de cada misterio; todo se halla penetrado por la divinidad, las cosas divinas, sagradas, sin que haya lugar a la acción de las causas segundas». Y continúa: «la concepción animista era general entre los antiguos. Una vez entrado en juego lo profano, se establece una dualidad de seres y de hechos, «aideko» (perteneciente al mundo de los genios), «berezko» (al natural) . Es conocida, por otra parte, la creencia de que todo lo que tiene nombre existe; creencia que se expresa a través de afirmaciones como «izena duan guztia omen da». Es natural, pues, que en una sociedad que acepta la concepción mágica del mundo se crea que actuando sobre los nombres, o sobre modelos a imitación, se logre influir realmente sobre las cosas. Así prácticas mágicas con vegetales, animales o cosas adquieren gran desarrollo. Aparte de las abundantísimas y hoy conocidas como encender velas, granos de sal y trigo en curación de afecciones, yerbas, aspersiones, etc., habría que destacar el hacha mágica colocada durante la tempestad con el filo hacia arriba, en la puerta de la morada, para evitar la caída del rayo (de Ortzi o de Mari) sobre la misma.

En resumen, podríamos finalizar con J. M. Barandiarán (13) diciendo que «el pueblo vasco, como todo grupo étnico, elaboró una cultura, unos modos de cultura, unos modos de vida que traducen la actitud del hombre ante los problemas fundamentales de su existencia».

En cuanto a la lengua, parece fuera de toda duda que estaría más extendida que en la actualidad. Emparentada con el habla de todo el Pirineo, por el norte hasta el Garona, por el sur el alto valle del Ebro. Habría que constatar una cierta influencia celta sobre áreas septentrionales y meridionales, y sobre el idioma en general, aunque sea difícil el hallazgo de prestaciones celtas en el euskera actual al menos, aparte de 'ekarri', quizás, y de alguna toponimia como Deva, o de poblaciones actualmente exteriores al país: Navardun, Berdun, etc.

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Más adelante, en la época que comprende el imperio romano, se producen una serie de hechos dignos de resaltar, aunque sea brevemente. Se produce un desarrollo de la agricultura con aperos más avanzados e introducción de nuevas especies cultivables. Igualmente, se desarrollan la ganadería, el pastoreo y las explotaciones mineras. Se fundan villas y 'fundi' en los valles, produciéndose una cierta ur- banización del asentamiento y de la economía. Se desarrolla la economía de cambio y, por tanto, el comercio. El modelo gentilicio de la sociedad vasca se transforma parcialmente. Se siguen los cánones sociales romanos con una estratificación social diferente, introduciéndose nuevas divisiones del trabajo y comenzando a aparecer los siervos (más tarde collazos). Es posible que en este período se fuera produciendo el paso del linaje matriarcal al patriarcal. Evidentemente, este influjo romano no fue idéntico en todo el país. Sobre todo influyó en zonas meridionales, ejes de penetración y contacto —'ager vasconum' (campos cultivados de cereal)—, en algunos núcleos más centrales (Pamplona, por ejemplo), o incluso septentrionales (Bayona). En el resto del país —'saltus' (bosque o tierra montañosa)— no consiguió entroncarse, siendo su influencia menos substituyente. De todas formas la presencia durante tanto tiempo —atestiguada en la explotación de las minas de Arditurri (Oyarzun), hallazgos arqueológicos de Irún y Donazaharre (St. Jean le Vieux), rutas romanas que atravesaban el país, como la de Aquitania con restos como el de Urkulu, entre San Juan Pie de Puerto y Orbaiceta— dejó una huella indeleble. En el aspecto cultural se produjo, lógicamente, un aumento de los cultos urbanos, así como de los mitos de origen greco-latino. Así habría que mencionar junto a las an- teriores 'belagile' y 'azti', las lamiak' y 'sorgiñak', que tanto desarrollo tendrían en la mitología popular. Los mismos vocablos 'lamiak' (prestación latina de la época) y 'sorginak' (derivado de la voz latina 'sors' = suerte), son reflejo de la influencia lexical y conceptual latinas. La toponimia derivada, como se sabe, es abundante: 'lamiarrita', 'lamiazin- goerreka' 'lamiturri', etc. A la concepción mítica y mágica antes descrita comenzarían, pues, a agregarse y desarrollarse nuevas prácticas mágicas, así como lenta transformación, adaptación y suplantación de los antiguos mitos.

En cuanto a la lengua, hay que constatar el retroceso que en las zonas llanas y meridionales del país sufrió. Retroceso que en gran medida sería parcial y temporal, y que no terminó de erradicar el euskera; probablemente debido a la pronta decadencia del imperio romano. En el país comienza a entrar en crisis ya en el siglo III. De todas formas se produjo el inicio de un influjo considerable del latín sobre el euskera, perceptible a nivel morfológico con la pérdida de algunas formas arcaicas y en el léxico con el inicio de prestaciones latinas. Comenzaría la prestación de voces sobre todo relacionadas con la formación social y conceptual ('bake, errege, lege, gauza, tipula, bide, fago/bago, gela, ganbara, ezpata, katea, denbora, neke, goru, ostatu, aztore, arrangura, asmo, ahate', etc.) muchas de ellas restos «fósiles o testigos» que los lingüistas han utilizado para estudios comparados de la posterior evolución del latín hacia las diferentes lenguas romanas: y toponimia, en Alava y Navarra sobre todo, como Albaina, Bargarin- dones, Longa, Longares, Peralta, Torralba, Forua, Lapice, etc. Con la caída del imperio romano se produjo una vuelta a una economía primitiva, agrícola-ganadera, decadencia del mundo urbano, del comercio y de la economía de cambio. Los asentamientos vuelven en cierto modo a anteriores modos, aunque comienzan a surgir poblamientos en puntos estratégicos. Es consecuencia del desarrollo de nuevas fuerzas autóctonas que van substituyendo al poder imperial romano. La sociedad rural estrecha sus vínculos y comienzan a surgir los intentos de articulación política autóctona en lucha con las invasiones de pueblos germanos. Comienza un desarrollo de la conciencia de pertenencia a una comunidad, unas ansias de recuperación de territorios irredentos, una época crucial de lucha contra invasores (godos, etc.), que va determinando el surgimien- to de instituciones políticas. Todo ello debe de estar en relación con el hundimiento de la estructura socio-económica romana antes descrita, así como con un excedentes de población en una depresión económica importante. En todo este período no cabe duda que se iría produciendo un cambio paulatino religioso, mítico, conceptual.

El cristianismo, que en la anterior época sólo contaría con individualidades en algunos puntos urbanos, sobre todo el valle del Ebro, comenzaría en esta época a introducirse fundamentalmente en el sur del país (la actual Rioja, Ribera y Este navarros), puntos de Alava, Obispado de Pamplona, etc. Comenzaría la construcción de las primeras ermitas e iglesias, determinándose ya las primeras diócesis. Esto supuso el inicio de un cambio mítico y conceptual, adaptado muchas veces al mundo mítico anterior. De todas formas, siguiendo a José M.ª Lacarra (14), parece claro que en las áreas centrales del país el paganismo se mantenía vigente.

En la alta Edad Media irán renaciendo lentamente el comercio, marinería, explotaciones mineras y una economía de cambio en general. Se desarrolla así de nuevo, con características diferentes, la vida urbana, la creación de poblamiento en nuevas villas y ciudades, fortificadas las más de las veces. Como consecuencia del proceso antes apuntado de surgimiento de instituciones políticas y de estructuración social, se irá consolidando el incipiente Reino de Navarra y determinando las fronteras de las diferentes regiones del país (a través de innumerables enfrentamientos y batallas). En toda esta época, pero teniendo las raíces en un período que, con otras características, arranca seguramente de las épocas neolíticas, eneolíticas y del bronce que antes hemos descrito, se desarrolla la morada del vasco hacia la casa 'etxe'. Paralelamente el concepto de lugar sagrado que se protege de muy diversas formas: por el fuego del hogar (símbolo del genio Mari), conservando dicho fuego conforme a un ritual o norma de «alumbrar a los muertos siquiera con una pajuela» (como dice Barandiarán) (15), por laurel o diversas ramas, por la flor de cardo, por el hacha y la hoz, orientando su fachada princi- pal al sol naciente, etc.La casa, por otra parte, es cementerio familiar; bajo el alero o en el 'baratz' (huerto).

De tal forma que, como dice Barandiarán (16) : «en estrecha relación con el etxe se desarrollaron durante siglos los principales modos de vida (que tienen su expresión en la viejas leyes y costumbres) y todo el sistema mitológico y religioso que estable- ce y asegura la comunión de vivos y difuntos». Sabido es que a las almas de los antepasados se les tributaba culto doméstico que, posteriormente, se realizará en la Iglesia (donde existe el 'yarleku' de cada casa, prolongación de la misma) mediante luces de cera, ofrendas a difuntos, etc. «Entre las preocupaciones tradicionales de los vascos, la de las almas de los antepasados ha tenido rango especial. Ella ha inspirado e inspira aún y estimula gran parte de su vida religiosa y ella condiciona muchas modalidades de su vida económica y social (continuidad y transmisión indivisa de la casa) y de un sistema jurídico.» (17). En toda esta religión la madre, la 'etxeko- andre', se nos presenta como principal ministro, No cabe duda que en relación con la estructuración social matriarcal no tan lejana.

Por otra parte, el cristianismo iría avanzando hacia áreas que se conservaban paganas. Se desarrollaba, además, la difusión de algunas devociones y con ellas rutas de peregrinación. Entre ellas hay que destacar la de Santiago, que atravesaba el país de norte a oeste y que tenía varias rutas menores dentro del mismo. Es evidente que aquellos trasiegos de gentes, así como la mística nueva que los originaba, iban a influir de manera importante. De tales épocas poseemos un testimonio excepcional cual es el del ya citado Aymeric Picaud, famoso peregrino que viajó a Santiago en el siglo XII atravesando el país. Dejó escritos documentos de dicho viaje en los que pinta de una manera peyorativa a los vascos, a quienes califica de salvajes, paganos, que adoran a un Dios llamado Urtzi, etc.

Cómo se produjo esta cristianización y en cuánto tiempo es difícil de precisar. En cuanto a la época, como dice José María Lacarra, parece poder afirmarse que es a partir de los siglos IX y X cuando realmente comienza, siendo muy avanzada la Edad Media e incluso Moderna cuando puede decirse arraiga en profundidad en la población. En cuanto a cómo se produjo, cómo fue sustituyendo las antiguas creencias religiosas, veamos lo que dice José Miguel de Barandiarán (18) :

«Cuando el cristianismo se introdujo en Europa no llegó limpio de polvo y paja como venido a través de un camino inédito. Este mensaje fundamental del Cristo se difundió a través de los hombres y a través de los pueblos, lo que quiere decir que hizo un camino humano adaptándose en lo accesorio a las vías y a las veredas por las que andaba ya de mucho atrás el alma de los pueblos y de los hombres. ¡Qué duda cabe que el cristianismo se introdujo en el País adaptándose en cierto modo a la concepción que el vasco tenía del universo y del hombre! Esto se ve fácilmente a través de los elementos de paganismo que fueron adaptando como símbolos, aunque después, poco a poco, fueron tomando estos elementos primarios un sentido diferente. Por ejemplo: el fuego. El fuego del hogar es un elemento importante de expresión religiosa del vasco. Pues, muy bien, ¿los vascos han dado importancia a la adoración del fuego?, entonces, el fuego va a ser uno de los símbolos de la nueva religión. Este es el sentido de la bendición que se daba en la Iglesia al fuego y por eso se bendecía todos los años el fuego y se renovaba, se llevaba a las casas: de forma que se utilizaba el fuego pagano como un medio de cristianización. Así se bendicen los fuegos en el día de San Juan, que coincide con el solsticio de verano. Es, pues, verdad que se ha hecho uso de las costumbres paganas que expresaban la emoción hacia la divinidad, hacia un ser que nos transciende. El cristiano no llegó, pues, a través de un vacío, ni tampoco a un vacío, sino que tuvo que abrirse el camino siempre difícil del alma humana y adaptarse a ella donde llegaba. El cristiano tropezó en el pueblo vasco no diré con grandes dificultades, porque no hay noticias de muchos mártires aquí, pero sí con concepciones de la vida que eran muy particulares. Y estas concepciones particulares que tenían los vascos cuando llegó el cristianismo no todas eran, como algunos están tentados a creer, autóctonas y fundamentales: el animismo y el politeísmo de aquí mostraban caracteres claramente indogermánicos.

Claro, la religión cristiana no podría aceptar fundamentalmente estas creencias, pero adoptó la táctica de introducirse muy poco a poco y como dándose a los modos locales; la prueba está en que prevalecen muchas formas paganas vascas con un sentido fundamental cristiano». En relación con todo este proceso de cristianización, está el desarrollo de creencias y mitos relacionados con los gentiles ('jentillak'); consecuencia de la coexistencia de sectores cristianizados y de sectores más arcaicos paganos. Como dice Julio Caro Baroja (19) «el triunfo de los primeros hizo aparecer los segundos con caracteres extraordinarios y maléficos. A través de los siglos la palabra 'gentil' ha perdido poco a poco -sin embargo- parte de su significado, para adquirir otros míticos y sobrenatura- les. Los gentiles aparecen normalmente como magos (cosa nada extraña entre paganos) y con extraordinarias fuerzas. Lo cual puede estar en relación con la creencia generalizada de que cuanto más se sumerge en el pasado, más fuertes se presentan los antecesores y primitivos pobladores de la tierra natal; en otras palabras, con la idea tradicional, ya apuntada antes, de que los que vivieron en épocas de 'juventud del mundo' eran más vigorosos que nosotros, nacidos en un período de decadencia». Como es sabido, las leyendas relativas a los gentiles, al fin de los mismos, son muy numerosas en la literatura popular. De esta época es también la denominación de los monumentos megalíticos ya descritos con nombres referidos a los gentiles. De entonces son 'jentil-baratzak' (cromlech), y otros como 'jentilletxe', 'jentillarri' (dólmenes de Aralar), 'jentileioa', etc. Como se sabe, en otras zonas los hechos referidos a los gentiles se imputaban a los 'mairuak' (moros), así 'mairu-baratzak', 'mairietxe', que corresponden a la época en relación con los árabes y las luchas con ellos mantenidas.

Cronológicamente se corresponde, posiblemente, con la cristianización, debiéndose a ello, quizás, la confusión entre 'jentillak' y 'mairuak'. En el euskera se irán adscribiendo voces del latín, cada vez más relacionadas con el cristianismo ('eliza, apaiz/apez, gurutze, saindu/santu, arima, debru, zeru, ifernu, peka- tu, aldare, meza', etc.). Ya hemos indicado que Aymeric Picaud registra todavía en el siglo XII la voz 'Urtzi', pero no cabe duda que pronto será substituida por 'zeru' (del latín 'caelum'). En el orden conceptual podríamos designar la voz 'Jaungoikoa' como concepto y voz nuevos. Es posible que el ordenamiento de los días de la semana antes indicado se fije en esta época, así como los meses del año y la adaptación de rituales al nuevo calendario. El surgimiento de 'Olentzero' y ligado a él el personaje mítico. El mito del erensuge combinado con el de San Miguel de Aralar, etc.

Por otro lado es abundante la toponimia de origen religioso cristiano. Unos del latín directamente como Donibane, Donazaharre, Donamaria, Donostia, Doneztebe, etc. Otros, posteriores, directamente del romance que ya se desarrollaba: Santimamiñe, San Adrián, etc. En lo tocante a la situación del euskera. las áreas meridionales, parcialmente revasquizadas después de la caída del imperio romano, se irían de nuevo desvasquizando. Los estamentos políticos-institucionales relegarán al euskera, la Iglesia también ... Siendo esta época de cristianización crucial pues podría haber supuesto, como señala José M.ª Lacarra, el paso a la lengua escrita y, por tanto, el paso hacia la oficialización. Si hemos querido mostrar con cierto detalle el mundo socio-cultural general desde épocas tan pretéritas, ha sido porque cree- mos que constituye un substrato fundamental que es preciso conocer por determinante de muchas actitudes y creencias actuales (siendo el euskera un componente fundamental del mismo). Muchas de sus constantes, adaptadas, evolucionadas, con otros significados perduran hasta nuestros días. Se puede decir que hasta la industrialización moderna de manera muy fundamental; a partir de la misma en fase de veloz transformación o de desaparición. Para terminar sobre dicho mundo cultural específico, podríamos decir con Julio Caro Baroja (20) «Provisionalmente indicaré cómo, dejando a un lado el hecho del idioma, juzgo que, en conjunto, la cultura vasca tanto sincrónica como diacrónicamente considerada, se me antoja más parecida a la de regiones montañosas del S. de Alemania, de la cuenca meridional del Rhin y de territorios alpinos o prealpinos en general, que a la de las zonas de meseta y mediterráneas españolas más próximas, que a las atlánticas occidentales y que (claro es) a las de las llanuras del N. de Europa».

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En el mundo agrícola-ganadero en el que el país estaba inmerso en el inicio de la Alta Edad Media, y en épocas posteriores en que dicho modo de producción tiene vigencia en grandes zonas del país, el euskera se encuentra en situación de gran vitalidad, siendo una pieza clave en aquella sociedad, a la vez que muy general el que se desconocieran otros idiomas. Constituye un factor socio-cultural determinante, que está presente en toda la vida social de la base vasco-parlante. (Exteriormente a ella se irán desarrollando los estamentos oficiales que abandonarán el euskera.) El acerbo cultural, con los mitos y creencias que antes hemos descrito, gravita de forma fundamental en el mundo vasco de todos estos siglos. El euskera vive en una sociedad exclusivamente oral y muchos aspectos morfológicos y lexicográficos se forjan en estas épocas, percibiéndose la influencia del mundo agrícola-ganadero. Así voces como 'laia, golde, igitai, soro, larre, landa, artzanora', etc.: influencia en la denominación de los meses del año que, probablemente, entonces se fija: 'ilbeltza' (mes «negro», de crudo invierno) o 'urtarrilla' (inicio del año), 'otsailla' (¿mes de lobos?), 'epailla' (de la poda), 'jorrailla' (de la escarda), 'orrilla' o 'lorailla' (de las ho- jas, o del florecer), 'garagarrilla' (de la cebada) o 'ekaina' (del sol cenital), 'uztailla' (de la cosecha), 'agorrilla/agorra' (de la sequía), 'irailla' (de los helechos), 'urria' (¿de las ave- llanas?), 'azillalazaroa' (de la sementera) y 'lotazilla' (¿de germinación?); además de la numerosa toponimia y antroponimia en relación con la caza, agricultura y ganadería.

Posteriormente, en lo que a los meses concierne, surgirán denominaciones derivadas del latín que, en algunos casos, llegan a substituir a las antiguas. Así: 'epailla' por 'martxoa', 'jorrailla' por 'apirilla', 'orrilla/lorailla' por 'maiatza' y 'lotazilla' por 'abendua'. Además, está todo el mundo conceptual que en torno al propio idioma tenían los euskaldunes, cuyas raíces en el pasado son difíciles de precisar y que en cierta medida forma parte todavía hoy del esquema conceptual actual. El euskera constituye para los vasco-parlantes de la época el idioma por antonomasia, el idioma natural; pudiendo ser estos mismos, quizás, los significados de la palabra 'euskera'/'euskara'. Con 'erdera', en cambio, se designa a todos los idiomas que no son 'euskera', es decir, todos los demás idiomas sin distinción, acepciones que siguen siendo válidas hoy en día. No es extraño, pues, que al que no hablaba —entendía— el euskera le apelaran «belarrimotza», es decir, incapacitado para entender (para entender lo «normal» que era el euskera). Este vocablo también se utiliza hoy, aunque no con el mismo significado; no con la rotundidad que para el euskaldun de aquella época seguramente tenía. (Esta anormalidad» de lo propio y «anormalidad» de lo extraño también se da en otros pueblos, evidentemente). Esta es una fase, pues, plena, y es entonces cuando parece que surge la conciencia de pertenencia a una comunidad única y específica, la que habla 'euskera'; es decir, la compuesta por 'euskaldunak' —los que poseen el 'euskera'—, que luego dará lugar a la acepción 'Euskalerri' para referirse al país.

Como vemos, estas son concepciones que si son fundamentales en aquella época, también lo son ahora, como sucede en todos los pueblos. Coincide, como es natural, con la época histórica moderna de surgimiento de la conciencia vasca, y del desarrollo de sus instituciones políticas más importantes, como ya hemos visto. Por otra parte, el euskera se encuentra ya en contacto con los incipientes romances que surgen en su proximidad: gascón, bearnés (occitanos), navarro-aragonés, castellano, etc. En este sentido hay que señalar lo que muchos autores afirman (Menéndez Pidal (21), (22), Alarcos (23), etc.): la influencia e impronta éuskaras en muchos romances. Como muestra de ello se considera la pérdida de la fricativa inicial «f» en el romance castellano (fenómeno que aparece en el transcurso de los siglos XI-XII-XII y que se consolida en el XV-XVI) y en la variedad gascona del occitano: la no distinción entre «b» y «v» así como la pérdida de fricativa inicial «v» en el romance castellano; la gran semejanza entre fonología vasca y castellana: el sistema de vocales que consta de cinco fonemas; la conservación de las oclusivas sordas intervocálicas, sonorizándolas únicamente tras «m» «n» «l» «r» característica del euskera que se observa también en el bearnés y en el romance del Alto Aragón, etc.

En este sentido de la influencia del euskera habría que consignar, además, el importante capítulo de toponimia vasca (Imetxa, Garrai, Zayas, en Soria: la numerosa de Hues- Ca: Javierre, Javierregay, Ayerbe, etc.: Arriaka (arriaga) equivalente a la posterior voz árabe Guadalajara que desplazó a la primitiva: etc.). Por fin, por conocidos, podrían consignarse el vocablo «izquierda» (del euskérico 'ezkerra') prestación antigua probablemente dado que también se presenta en gallego y en catalán («esquerra») y la voz «cencerro» proviniente de la euskérica 'zintzarri'. En toda esta época, pues, a la vez que existe una casi plenitud socio-cultural vasca, se van cimentando las bases para el posterior desarrollo y dominación de los romances que en su derredor han surgido: Corte, Iglesia, estamentos jurídicos, etc. Para percatarse del abismo que entre los dos mundos existe no hace falta más que asomarse a los documentos escritos de la época, en los que se alude, continuamente, a toponimia, antroponimia —éuskaras— y al carácter monilingüe de la mayor parte de la base social del país. Pero el abismo se convertirá poco a poco en batallas perdidas por el euskera, dada su posición de debilidad en los estamentos socio-políticos: temprana romanización de la Corte navarra, influencia romanizante de la Iglesia, división del país en diócesis que no respetan su integridad, integrándolo, dividido, con áreas ajenas, etc.

Por otra parte, desde los siglos XII y XIII comienzan a desarrollarse elementos socio- económicos-políticos diferentes importantes. El comienzo de algunas formas pre-industriales (ferrerías, construcción naval, etc.) va, poco a poco, configurando un mercado que, con diferencias (como todos los mercados en sus principios), va articulando los centros de producción y consumo del país. Por una parte, la persistencia de la pro- ducción y consumo en marcos reducidos del sector agrícola-ganadero. Por otra, el inicio de la producción de utensilios de trabajo, material para la construcción naval, aperos de labranza, armas, etc., a partir del hierro explotado desde antiguo en muy diversas partes del país, y contando con la madera, material en abundancia. Sabido es que las herrerías más antiguas son las denominadas de altura, inmersas en bosques (junto a la materia combustible necesaria: la madera) y próximas a las minas de hierro. En ellas, los procedimientos utilizados eran muy primitivos: la combustión se conseguía gracias al viento o a fuelles movidos a brazo por ferrones: la obtención del hierro dulce se hacía mediante martilleo a mano, etc. (24). Estas formas pre-industriales, las ferrerías olak—, de tanta tradición en el país, dejan una impronta importante en la toponimia y antroponimia. Así tenemos nombres como Olaberri, Olazábal, Olaeta, Olaibar, Olabe, Loyola, Olazarán, Mirandaola, Anzuola, etc. Indudablemente, en estos medios la situación del euskera era de gran vitalidad. El euskera sería utilizado tanto por los propietarios de las ferrerías (parientes mayores, caballeros titulados, etc., que, a diferencia de otros países de organización y extracción feudales, estaban inmersos en la explotación de ferrerías y en el comercio), como por los ferrones e intermediarios. La extracción de los ferrones era autóctona. Los datos toponímicos y antroponímicos son una consecuencia de ello. Existen descripciones de posteriores épocas que apoyan estas hipótesis. Gran parte del léxico en relación a esta forma pre-industrial se forjaría en estas épocas. Voces, que Mogel, por ejemplo (25), recoge muy posteriormente, como 'ijelia', 'urtzalla', 'gatzamallia', 'sutegia', 'auspoak', etc. Así como las recogidas por Larramendi, Villarreal de Bérriz, etc. Junto a ellas las relacionadas con la industria extractiva, destacando la voz 'mea' (mineral). Con ella están emparentadas, por otra parte, acepciones como 'ozme', 'ozmin' (rayo), 'ozminarri' (trueno), etc., de evidente transfondo mitológico.

Más tarde, en los siglos XVI y XVII, se producirá una importante revolución técnica. Se mejorarán los métodos de fundición, se introducirá la utilización de martillos y mazos movidos mediante ruedas hidráulicas, etc. Surgen así las llamadas ferrerías mayores o zear-olak; las que se ubican junto a los ríos para utilizar la fuerza hidráulica, etc. Con todo ello se consigue un gran desarrollo de la producción y un aumento de la productividad. En esta época, por otra parte, se suceden revueltas que tienen como marco de fondo la transformación socio-económica mencionada. Son consecuencia inevitable a dicha transformación, a los cambios y aumentos de producción y de productividad que ello acarrea y, por tanto, a los reajustes que, consecuentemente, se produjeron en la población ferrona y auxiliar. A estas revueltas populares, que también se repitieron más tarde, se les llamó matxinadas (probablemente derivado del apelativo «matxin» con que a los ferrones se les conocía). Según datos de Madoz (26), a mediados del siglo XVI sólo en Vizcaya y Guipúzcoa había unas 300 ferrerías. Manteniéndose una cifra de cerca de 200 durante dos siglos. Por otra parte, tiene lugar el desarrollo cada vez más importante de la industria armera que, sobre todo, se sitúa en el alto valle del río Deva. Paralelamente, hay que hacer notar el incipiente desarrollo de la construcción naval. Gran parte del hierro y material utilizado proviene de las ferrerías; la madera, de los bosques del país. Entonces comienza, precisamente, la tala y depauperación de tantos y tantos montes. Consecuentemente van formándose y desarrollándose los núcleos, los burgos, las villas. Hay de diversos tipos y características, respondiendo a diferentes causas socio-económicas. Un burgo importante, comercial y artesanal, próximo a la frontera con Castilla, es el de Vitoria. Se convierte, durante la baja Edad Media y sobre todo la Moderna, en el centro comercial más importante del país. Es punto crucial para las operaciones y transacciones comerciales con Castilla y otras regiones meridionales. Sus mercados y ferias congregan a gentes de todo el país, así como foráneos de Castilla y tierras más lejanas. Eran tan famosos en el país, que el verso «... eta ala ez bada azaldu dedilla Bitoriako plazan » constituye cantilena final de no pocos relatos euskéricos. También son numerosas las canciones y cuentos en que se hace referencia a Vitoria y a su mercado. Ello da pie a pensar que el entorno euskérico era dominante. Sin embargo, su situación y función internacional (comercio de la lana, hierro y productos elaborados, ballestas, armas, etc.), y a pesar de que las gentes que le rodeaban y sus propios moradores fueran vascoparlantes, hizo que el romance castellano fuera imponiéndose progresivamente. Los estratos de la burguesía comercial (en la que se inserta ya inmigración franca) que gobernaba la villa-burgo de Vitoria se van progresivamente ligando a la Corte de Castilla, entroncándose cada vez más en las tareas administrativas de aquella. Esta clase dominante —que de forma similar se desarrolla y configura políticamente en otras villas del país— pronto renuncia al euskera y opta por el romance: en las transacciones comerciales, en la escritura, en la vida social en general. Las Ordenanzas (que salen a la luz mucho más tarde, ya en el siglo XVIII), como casi todas las del país, no están en euskera. Las gentes del campo, inmersas en otra estructura socio-económica, siguen siendo vasco-parlantes. Los enfrentamientos entre ambos sectores son continuos (no estando alejadas de todo este contexto las famosas luchas de banderizos) y, a la larga, se irá imponiendo la burguesía que, desde su inicio y en gran medida, es desvasquizadora. (Aunque esta desvasquización que se produce no se pueda extrapolar totalmente de los presupuestos de partida que hemos mencionado al principio y que se ponen más flagrantemente de manifiesto a medida que nos acercamos a la industrialización).

En Navarra, Pamplona, Estella, Sangüesa, Tudela, son también burgos de parecidas características, pero con un campo de influencia más reducido, fundamentalmente interior. En ellos la incrustación a lo largo de la baja Edad Media y principios de la Moderna de población exterior es una constante. Son las inmigraciones de población franca, que en muchos casos es occitana. Estos sectores de la población, junto con los judíos, serán los detectores fundamentales de los resortes mercantiles. De la fusión de ellos con sectores de población autóctona irá surgiendo la pequeña burguesía comercial navarra. Son conocidas las batallas entre sectores autóctonos y los ruanos o francos. De ellas podemos destacar por crucial y determinante la habida en Pamplona a lo largo del siglo XIV entre los burgos de San Nicolás y San Cernín —con dominio franco— y el de Navarrería —autóctono—. La resultante es la fusión en una organización superior de toda la ciudad, con dominio preponderante no autóctono. La influencia de estos sectores de población extraña es grande, a pesar de que el número no fuera excesivo. En el aspecto lingüístico juega un gran papel. Todas las ordenanzas y reglamentos son escritos en otras lenguas: incluso en occitano. En euskera ninguno. A pesar de ser la lengua dominante en Navarra vemos que su posición social va perdiendo terreno, sobre todo al ser relegada, como hemos dicho, de los sectores dominantes: Corte, Iglesia, burguesía incipiente, etc.

En la costa se desarrollaban las villas (también con asentamientos de población franca) debido sobre todo a su características de puerto comercial. Destacan entre ellas las de Bayona, Bilbao y San Sebastián, además de Pasajes, Orio, Bermeo, etc. Bayona es un puerto importante. Burgo hanseático ligado a los puertos de esta liga repartidos por el norte de Europa, se desliga e independiza del campo desde la baja Edad Media. Se convierte en centro comercial importante del mercado europeo del Atlántico y puerto del país vasco norte, Navarra e incluso Guipúzcoa. También de zonas más septentrionales, aquitanas, etc. De esta época es la inmigración de población occitana —gascona concre- tamente— y la pérdida, por tanto, de vitalidad del euskera. Su desarrollo y evolución no se pueden extrapolar, por otra parte, de la ocupación inglesa del país vasco norte enmarcado en los territorios denominados Gascuña y Guyena. De toda esta época son sin duda las prestaciones etno-folklóricas que se hallan en la cultura popular de las regiones vascas septentrionales. Gran parte del desarrollo de las villas se debe a la construcción naval y a la marinería. Durante los siglos XV y XVI tendrá lugar el desarrollo fundamental de la preponderan- cia de la marinería vasca. Los barcos construidos en astilleros vascos se imponen en el mercado y en la guerra. Surgen capitanes y marinos, en general de calidad, que no sólo tienen la primacía del mercado peninsular, sino incluso relevancia en Europa. El descubrimiento de nuevas tierras expolea el desarrollo del comercio y de la construcción naval. El comercio se expande y, aparte de los puntos del Norte de Europa enlazados comercial y culturalmente desde antiguo, se abren nuevas rutas hacia América y Asia. Ello posibilita la conquista de nuevos mercados, desarrollándose, así, los sectores de burguesía comercial e industrial.

A finales del siglo XVI, gracias a renovaciones técnicas de importancia, se van imponiendo las flotas de Holanda, Inglaterra y también Francia. De todas formas, a pesar de la gran depresión del siglo XVII a nivel peninsular, los astilleros guipuzcoanos y vizcaínos dominaban el mercado claramente. Es de destacar, como dice Julio Caro Baroja (27), la figura del guipuzcoano Gastañeta, que fue un armador importante. Trató continuamente de reformar la navegación y construcción naval. Durante la misma época, otro vasco Bernard Elizagaray, bajo-navarro de Armendaritz, influía de forma decisiva en la construcción naval francesa. Ni uno ni otro tenían el marco y estructura idóneo para haber influido favorable y decisivamente en la construcción naval vasca. Aún en el siglo XVIII la navegación vasca tuvo un desarrollo considerable. En 1728 se funda la Compañía Guipuzcoana de Caracas, que jugó un papel importante en el desarrollo y consolidación de la burguesía comercial de la costa. Más tarde, en 1780, se funda similarmente la Compañía de Filipinas que se une con la de Caracas. Estas controlaban fundamentalmente el comercio con América y Asia. De todas formas, las ligazones de estos sectores de la burguesía comercial con el mercado y marco peninsular son crecientes, lo cual repercutirá de manera sensible en el futuro del euskera. Su papel ante la lengua está enmarcado dentro de sus objetivos generales económico-políticos y, aunque hay excepciones y contradicciones, se puede decir que en general opta por el erdera. Por otra parte no hay que olvidar que la conquista de nuevos mercados en América y Asia, así como la consecuente adscripción a la marina de guerra de la Corona, suponen una emigración cualitativa de muchos órdenes durante los siglos XVI-XVII-XVIII, sangría en un país pequeño que no cabe duda va a repercutir en su potencial y capacidad políticas. En cuanto a la población conviene anotar, finalmente, que la estimada para el país vasco meridional a mediados del siglo XVI es de 350.755, repartiéndose de la siguiente forma: Alava, 56.925, 69.665 Guipúzcoa, 154.165 Navarra y 70.000 Vizcaya (28).

En este contexto general esbozado del mundo pre-industrial e inicio del industrial, la institucionalización política del país se va configurando fraccionadamente. Por una parte el reino de Navarra, la constitución política más importante del país, que partiendo como sabemos de una dinastía autóctona en los siglos VIII y IX se extiende independientemente hasta el siglo XVI. En su desarrollo hay momentos en los que abarca a todo el país, para ir limitándose progresivamente a la actual Navarra y Baja-Navarra.

Por otra parte, las Juntas de Guipúzcoa y Vizcaya, las Hermandades alavesas. (así como el biltzar labortano). Es de señalar que entre el intento de convertir la jerarquización y ordenamiento social de origen tribal en provecho propio por parte de los «ahaide nagusiak». y el desarrollo de las esbozadas formas pre-industriales y de problemas socio- administrativos que plantea (los intentos de creación y articulación de un mercado —primero interior, más tarde ligado al peninsular— por parte de una incipiente burguesia comercial), surgen innumerables enfrenta- mientos, guerras civiles, que asolan el país, entretienen y desvían de sus objetivos en momentos cruciales, dejándolo indefenso an- te fuerzas exteriores, a las cuales, además, se ve cada vez más impelido a recurrir. También hay que hacer notar la importancia del papel jugado por la Iglesia en toda esa época. De todos es sabido la estrecha vinculación de las cortes europeas de la época, en sino incluso relevancia en Europa. El descubrimiento de nuevas tierras expolea el desarrollo del comercio y de la construcción naval. El comercio se expande y, aparte de los puntos del Norte de Europa enlazados comercial y culturalmente desde antiguo, se abren nuevas rutas hacia América y Asia. Ello posibilita la conquista de nuevos mercados, desarrollándose, así, los sectores de burguesía comercial e industrial.

Los inicios de la industrialización en el país parten, cómo ya hemos indicado, de las ferrerías y de la construcción naval. Se puede decir que en el terreno industrial el hierro —y su industria derivada— será prácticamente la única especialidad del país, la que producirá plusvalía suficiente, y la que va a hacer polarizar y condicionar todo el desarrollo posterior. Es la que compensará el déficit agrícola de amplias zonas del país. En el siglo XVIII se producen una serie de avances en la ciencia y en su aplicación industrial, lo que conlleva una transformación y adaptación socio-económicas. En este contexto de nuevo surgirán las matxinadas. En este período en Europa se estaba produciendo el nacimiento de sociedades cie tíficas e industriales que iban a tener gran importancia en el desarrollo industrial norte- europeo. En el país surge en el año 1764 la Sociedad Económica Bascongada de los Amigos del País, fundada en Vergara por Fco. Xavier M.ª de Munibe, Conde de Peñaflorida, que iba a jugar un papel importante. En el orden industrial investigando y aplicando en busca de una racionalización y mejora de la producción industrial, obteniendo nuevos productos (aislan por primera vez el Wolframio, que se comenzará así a utilizar industrialmente), impartiendo enseñanza de técnicas avanzadas (en conexión con Suecia, Inglaterra, etc.), de matemáticas, de lenguas (excluyendo el euskera y el español), etc. Para los miembros de la sociedad, las «lenguas nacionales» eran el español y el euskera. De todas formas optan por el español en la enseñanza e investigación. Hecho que era ya corriente en otros campos de la enseñanza en el país. No quiere decir, sin embargo, que el euskera fuera postergado de la sociedad y de sus intereses y objetivos. Aparte de algunas aportaciones individuales de algunos dirigentes de la sociedad en el campo de las letras euskaras, y de testimonios a favor del postrado euskera, se elaboró un proyecto para la confección de un gran diccionario vasco, base importante para abordar la enseñanza y normalización del euskera. Desgraciadamente, no se pudo llevar a cabo.

No es extraño, pues, que, a pesar de las contradicciones, los cultivadores contemporáneos del euskera manifestaran su simpatía por los Amigos. En el campo socio-económico sus frutos fueron importantes y marcan el inicio de un intento serio de conformar al país con cen-tros de estudio y planificación socio-industrial modernos. Desgraciadamente, fue decayendo como consecuencia de la crisis y de las guerras del primer tercio del siglo XIX. De todas formas, su influencia e impronta se dejarán notar en toda la época. De ella parte (siendo a la vez ella misma consecuencia) la vía que perseguía consolidar la industria y situación general del país a base de la disminución de costos, racionalizando y tecnificando los procesos de fabricación y aumentando, en consecuencia, la productividad. Era la forma de mantener niveles competitivos. Y por tanto, de ganar mercados: pero siempre a partir del mantenimiento foral del país. En este período hay un cierto desarrollo demográfico, estimándose que entre los años 1797 y 1802 la población del país es de 513.317 habitantes, repartidos en 70.000 en Alava, 104.479 en Guipúzcoa, 112.371 en Vizcaya y 226.467 en Navarra (29). Vemos que ha habido un crecimiento demográfico (debido a desarrollo industrial, mayor tasa de creci- miento, mejoras sanitarias, migraciones interiores, etc). De todas formas y aunque proporcionalmente es ligeramente superior en Guipúzcoa y Vizcaya, es armónico y proporcionado; no se han producido inmigraciones exteriores a considerar.

Este siglo XVIII, en su segunda mitad sobre todo, es crucial desde muchos puntos de vista. La transformación y desarrollo comp titivo de los productos metalúrgicos, el nuevo impulso de la construcción naval, el del comercio, etc. Pero los enfrentamientos del sector industrial con la Hacienda Real son cada vez mayores: los aranceles e impuestos gravan de tal forma la manufactura vasca que entra en crisis y decae. Por otra parte, se desarrollan otros centros metalúrgicos en la península, no gravados, que compiten con los centros vascos. Además, sectores de la burguesía comercial de algunas villas sobre todo (Bilbao, San Sebatián, etc.) persiguen el traslado de las aduanas a la costa, para integrarse así plenamente en el mercado peninsular y en las formas políticas subsiguientes, secundando de esta manera los decididos intentos de la Corona y de la incipiente burguesía española, así como de la nobleza feudal terrateniente y de amplios sectores de la población, para la conformación del estado unitario español.

Como se sabe, todo el final del siglo XVIII y principios del XIX están protagonizados por esta lucha que aboca y culmina en la primera guerra carlista. Es sabido el resultado, y no cabe duda que los objetivos económico- políticos de una y otra tendencia eran diferentes. Las implicaciones con objetivos socio-culturales son deducibles. Es presumible que la vía autónoma (presente también en algunos sectores del llamado campo liberal) fuera proclive a un intento de desarrollo cultural autónomo y, por tanto, euskérico. El resultado, en cambio, fue otro y eso, entre otras consecuencias, supuso un golpe al idioma. Lo cual no quiere decir que en el sector vencedor del país no hubiera también posiciones fueristas y euskéricas. Pero veamos antes cuál fue el desarrollo del euskera durante los siglos anteriores.

Durante los siglos XVII y XVIII comienza a desarrollarse una literatura fundamentalmente religiosa (que parte, como hemos dicho, de la necesidad de evangelizar en profundidad la población y del deseo de impulsar, paralelamente, el cultivo el euskera) y apologética. No nos olvidemos que, superada la anterior fase, comienza una época en la que se tratará por todos los medios de cuestionar el carácter de lengua o idioma del vascuence, negándole, en consecuencia, todo derecho (a la vez que se le relega cada vez más). Esto trae como consecuencia, entre otras cosas, la forzada reacción de defensa y apología de la lengua, capaz de devolver la confianza y moral a los vascos. Se desarrolla, consecuentemente, esta tendencia con hombres como Larramendi (autor entre otras de un Diccionario trilingue y de una obra cuyo título es claro exponente de lo que venimos diciendo: «El imposible vencido»; se refiere naturalmente al euskera), Astarloa (ambos en erdera, con objetivos puestos sobre todo en el exterior), Mogel, Etxeberri (haciendo la apología en la práctica, es decir escribiendo en euskera), etc.

De todas maneras, autores anteriores también tienen, en mayor o menor grado, un carácter de defensa, promoción y apología del euskera. Recordemos que nuestra literatura se inicia con las tan conocidas odas al euskera de B. Detxepare, escritas en 1545: «Euskara, jalgi adi plazara!». Todo ello es perfectamente lógico y coherente con la situación del idioma. Muestra muy claramente la evolución de la conciencia que sobre su idioma iba experimentando el euskaldun, en el marco del progresivo postergamiento del mismo. Toda esta situación perdura y se agudiza durante los siglos XVIII y XIX en su primer tercio. No hay más que acordarse del desarrollo de la literatura de esa época, de su caracter, de la temática que aborda, etc. Mientras tanto el idioma va perdiendo vitalidad en villas, ciudades, en zonas meridionales y orientales, etc. En el campo se mantiene todavía con vitalidad, aunque acosado. El proceso de industrialización no se ha hecho masivo aún y se puede decir que en gran medida la población agrícola-ganadera sigue inmersa en el mundo cultural de siglos anteriores.

En el país vasco septentrional, paralelamente, —sociedad casi exclusivamente agrícola-ganadera— se va a producir la derrota de los campesinos y pequeños propietarios rurales del país en 1798, en la revolución francesa, a manos de la burguesía —funda- mentalmente parisina— que constituye así el estado unitario francés. La derrota del campesinado y de su institucionalización política (biltzarres, estamentos síndicos, etc.) da lugar a un enconado y decidido intento de deseuskerización e implantación del francés. Todo este acoso que, naturalmente, generará defensas, consigue relegar el euskera de los medios sociales fundamentales. Si al vascuence se mantiene, a pesar de todo, será por la conciencia existente, ayudada por- que los medios de comunicación social no han hecho aparición de forma aplastante todavía. Cuando esto sucede, entrados ya en el siglo XX, el euskera perderá vitalidad veloz y alarmantemente.

En cuanto a la evolución intrínseca del euskera, hay que hacer notar que después de la fase anterior en que las prestaciones del vocabulario provenían fundamentalmente del latín, de tipo religioso fundamentalmente, se pasa a una época en que, lógicamente, las prestaciones e influencias provienen del español y del francés. Habría que consignar, en este sentido, la abundancia de verbos que se forman mediante la sufijación 'tu' de un radical romance ('pentsatu', 'pasatu', 'konprenitu', 'konpondu', etc.), vocabulario como 'fite', 'fini,' 'liburu', 'arbola', 'urretxindor', 'prest', etc. 'Todavía persisten formas verbales arcaicas como se puede colegir de la lectura de los clásicos (Leizarraga, Axular, Oihenart, Mogel, Larramendi, etc.), percibiéndose claramente la tendencia a perder las formas fuertes en favor de las parifrásicas: dakusat ikusten dut, por ejemplo.

* * *

Todo el siglo XIX no es más que una evolución de la situación antes apuntada. En ella, la vía autónoma está cada vez más deteriorada y relegada a aspectos secundarios; incapaz de dar una salida, sufre sucesivas derrotas. La consolidación del mercado peninsular, del estado unitario, del aparato administrativo, etc., suponen un fuerte y fundamental golpe a la base social euskérica y a su porvenir. Efectivamente, el idioma será cada vez más substituido, relegándose cada vez más a núcleos ligados al sector agrícola-ganadero, secundario y dependiente del dominante, el industrial. Por tanto, relegado de todos los aspectos fundamentales de la sociedad en los que se manifiesta dicha dominación: producción, enseñanza, mercado, tribunales, instituciones, etc. Es de destacar en aquellos críticos momentos los intentos, primero individuales, más tarde colectivos, para normalizar el uso del euskera en los diferentes estamentos sociales. Desde el ya nombrado Larramendi en el siglo XVIII, y el Dr. Etxeberri de Sara, hasta José Paulo Ulibarri, carlista alavés, afincado en Abando y gran defensor del euskera. Este último, por ejemplo, abogó por la inclusión del mismo en la enseñanza, en los actos públicos, en las Juntas de Guernica, etc. Más tarde, Iturriaga, que propugna ya en 1842 el bilingüismo en las escuelas guipuzcoanas.

A pesar de todo, la regresión es evidente; las guerras —perdidas—, el movimiento de personas, el trasvase de gentes, ideas, etc., van a tener gran influencia en el mundo rural. Por los condicionantes que arrastra, el mundo urbano erdaldun supone un golpe decisivo para la no normalización del euskera. Sin embargo, el dinamismo cultural comienza tímidamente a pasar a las ciudades; el impulso euskerizante pasa del campo al medio urbano y muchos vascos redescubren los valores del euskera. Es paralelo al desarrollo socio-económico de sectores vascos industriales. Por otra parte, comienzan los estudiosos de otros países a interesarse por el vascuence. Desde Humboldt en el siglo XVIII, hasta Bonaparte, Vinson, etc., en el siglo XIX y principios del XX. Esto siempre será muy tenido en cuenta por el euskaldun, que ratificará así su acierto por el apego que siente por su idioma. En la segunda mitad del siglo XIX, agudizándose sobre todo a partir de la tercera guerra carlista —1876—, que supone una pérdida fundamental en la autonomía de partes importantes del país, surgen los exponentes euskeristas modernos cada vez más conscientes: desarrollándose un interés creciente por la cultura del país en general y del euskera en particular. Así, la «Asociación Euskara de Navarra» fundada por Arturo Campión; revistas euskaras en varias ciudades del país, etc. Se produce una evolución de los estudios y publicaciones de esta época á tenor con la aparición de un nuevo desarrollo económico-político. El temario se amplia, el rigor aumenta, el carácter religioso de la literatura ya no es tan dominante, etc. Paralelamente, de un cierto carácter de- fensivo y justificante se va evolucionando hacia una situación más madura en la que el euskera no es ya el motivo fundamental de la producción literaria —aunque sigue siendo importante—, sino que, en alguna medida, es el idioma en el que —sin necesidad de jus- tificación— se empiezan a expresar las diversas temáticas sociales. En estrecha relación, a su vez, con la evolución económico- política que sucede en el país. Efectivamente, de los sectores industriales derrotados en las guerras carlistas, de sus bases más dinámicas (sobre todo en Vizcaya y algunos puntos de Guipúzcoa), y de sectores fueristas en crisis de la burguesía comercial (ya industrial y consolidada) va surgiendo una nueva burguesía media, más moderna y dinámica, que consigue participar en el control parcial de fuerzas productivas industriales. Es sabido que a lo largo del siglo XIX, después de la primera derrota carlista, los sectores fueristas del bando liberal acceden a algunas posiciones de poder y posibilitan, a pesar de todo, el desarrollo de una infraestructura viaria (carreteras y ferrocarril sobre todo) necesaria para el despegue económico, así como el desarrollo de los correos, telégrafos, transportes, etc.

Otra obra importante es el puerto de Bilbao, sobre todo a partir de las obras de 1878. El primer alto horno se funda en el año 1848, en la fábrica de Santa Ana de Bolueta de Bilbao. Luego van surgiendo otros que van cimentando la preponderancia de la siderurgia en la industrialización vizcaína. En Guipúzcoa también se produce una promoción importante a base de empresas más pequeñas que las vizcaínas, basadas en la transformación del hierro, en la pesca, en las fábricas de tejidos, armas, papeleras, etc. En Alava y Navarra la situación sigue muy ligada al sector agrícola-ganadero, aunque también se generan algunos puntos aislados de desarrollo industrial. En este marco se produce un crecimiento demográfico general, formación de núcleos de población industrial que se nutren en gran medida de inmigración interior, procedente del excedente de mano obra del sector primario como consecuencia de la progresiva aplicación de maquinaria agrícola y de mejora de las explotaciones: comenzando ya una cierta inmigración exterior. Así es como se va formando el proletariado durante el siglo XIX.

Según datos de 1849 (30), se percibe que la tendencia de crecimiento demográfico continúa, estimándose las cifras de 71.237 habitantes para Alava, 108.569 para Guipúzcoa, 235.874 Navarra y 112.263 para Vizcaya. Pero es a consecuencia del desarrollo industrial de fines del siglo XIX y principios del XX que hemos esbozado cuando van a comenzar a aumentar considerablemnte estas cifras; sobre todo en lo referente a Vizcaya y Guipúzcoa. Hay que anotar en esta fase el comienzo de una inmigración exterior a considerar, que se concentra fundamentalmente en los núcleos industriales guipuzcoanos y vizcaínos. Junto a ello es importante consignar la paradoja de la continua emigración que, del medio rural, el país sufre. Sobre todo a América. No cabe duda que todo ello repercute de manera sensible en la lengua y sus posibilidades. Las cifras estimativas dadas en el año 1930 (31) (en cierto modo final de este período) son las siguientes: 104.176 Ala- va, Guipúzcoa 302.329, 345.883 Navarra y 485.205 Vizcaya. Con estos sectores del país —nueva burguesía y proletariado— toma nuevo carácter el movimiento vasco moderno que surge a finales del siglo XIX a impulsos, fundamentalmente, de Arana Goiri. Dentro de sus objetivos generales se encuentra el del intento de normalización euskérica. Como expresión de todo ello es el desarrollo y renacimiento literario éuskaro de finales del siglo XIX que antes hemos brevemente iniciado a describir. No sólo es la literatura, son la escolarización en euskera, la prensa y publicaciones en general, etc.

Por otra parte, es necesario subrayar la proliferación de gramáticas, métodos y textos afines: fenómeno que, fundamentalmente, responde al intento de facilitar el aprendizaje y normalización idiomáticas. En esta época, fines del siglo XIX, se está, pues, tratando de normalizar el euskera en una sociedad industrial moderna. Esto es un hecho crucial que es expresión de una conciencia desarrollada y en cierto modo capaz. Ello generará, como es lógico, ataques de muy diversa índole que podrían compendiarse en las tesis de Unamuno que sostenía que el euskera no era válido para la sociedad moderna, que había que «resignarse al progreso», etc. Tesis acientíficas hace tiempo refutadas. Además, como se ha visto en la práctica, las predicciones de Unamuno, a pesar de tesis y ataques como los de él, no se cumplieron y el euskera se presenta en el siglo XX como idioma capaz de adaptarse a la sociedad moderna industrial. A pesar de las dificultades y circunstancias adversas por las que ha atravesado, sigue vivo. Como antes hemos indicado, desde finales del siglo XIX, los centros de desarrollo y de impulso normalizador están en los medios urbanos, pero la cantera euskérica, la depositaría del acerbo cultural popular, la productora de vascoparlantes, sigue siendo la población rural, el baserri. (Exponente característico de este mundo rural con impregnaciones urbanas es el desarrollo del bersolarismo en el siglo XIX). Gran parte de dicho sector, sobre todo en zonas aisladas que continúan inmersas en un mundo agrícola-ganadero con su correspondiente mundo cultural (como algunas del norte de Navarra y del país vasco septentrional), es depositario, todavía, del acerbo cultural y filosófico de siglos. Muchos componentes, creencias, mitos, etc., de épocas pretéritas están operativamente presentes aún en dicho sector. En ese mundo es donde a fines del siglo XIX y principios del siglo XX pudieron recoger todo el bagaje cultural que hoy conocemos, etnólogos, folkloristas, literatos, como Azkue, Padre Donostia, Vinson, Michel, Salaberry, Bonaparte, Bordes, Webster, Ola-zaran, Iribarren, Orixe, Barandiarán, Lekuona, Riezu, etc.

Mundo conceptual que, como sabemos, llega hasta nuestros días, gravitando de forma importante sobre el euskaldun moderno. Más adelante, siguiendo con el deseo de recuperación y normalización, irán surgiendo ya en el siglo XX, sociedades como la Sociedad de Estudios Vascos (Eusko Ikaskuntza), Academia de Lengua Vasca —Euskaltzaindia—, fundadas ambas en el año 1918, revistas de la importancia de Revista Internacional de Estudios Vascos (RIEV) fundada en 1907 por Julio de Urquijo; Euskalerriaren Alde, fundada en 1911; Gure-Herria (en el país vasco septentrional), etc. Se produce una parcial recuperación euskérica en villas y ciudades y en sectores que no utilizaban el idioma normalmente. En contrapartida, la penetración de los erderas no cesa, sobre todo con el inicio de la inmigración exterior de trabajadores en los núcleos industriales. En el mundo rural alavés y navarro el idioma va perdiendo vitalidad en una sociedad desmoralizada y de núcleos de población pequeños. No hace falta más que ver el mapa lingüístico de Luis Luciano Bonaparte de 1863, por ejemplo, y los del primer tercio del siglo XX. El retroceso es espectacular (32).

En este contexto hay que señalar que, consecuentemente, a pesar del apego del euskaldun por el euskera, dada la relegación histórica del mismo de los medios sociales fundamentales, se va desarrollando un complejo de inferioridad lógico y por demás nefasto, que se pone de manifiesto operativamente en la época industrial. Se siente vergüenza de ser vascoparlante y esto sucede con mayor intensidad, como es natural, en áreas marginadas y relegadas del modo productivo dominante, el industrial y su consecuencia el mundo urbano. El complejo es más agudo dentro de estas áreas marginales y los sectores de población más críticos y débiles son los que primero abandonan el euskera. Es conocido, por ejemplo, el fenómeno de las jóvenes que no utilizan el euskera porque tiene carácter peyorativo, atrasado, poco moderno, etc., en la sociedad en que la lengua dominante es otra. Incluso ha sido corriente, y sigue siéndolo aún, una re-euskerización de esas jóvenes al asentarse socialmente, en el matrimonio por ejemplo. Ni que decir tiene que este complejo dura hasta nuestros días, aunque al ir evolucionando la conciencia en torno al euskera irá siendo superado por otros más adaptados y operantes. De todas formas, el retroceso no sólo no se logra detener, sino que todo el intento de normalización sufre un nuevo y grave golpe en la guerra de 1936, en la que se estrella el país —dividido— después de un desarrollo económico-político importante que perseguía la recuperación autonómica.

* * *

A partir de 1939 la substitución es evidente y contundente. Se produce una pérdida masiva del euskera, sobre todo en los medios rurales periféricos, dado el nivel de conciencia más débil y de resistencia menor. Pero en el medio urbano sucede parecido. El euskera queda relegado —donde no es substitui- do— a la casa, a la familia, que es donde se mantiene aquella conciencia. De ahí, y apoyándose en las contadas plataformas que se pudieron mantener, irá propulsándose el desarrollo del euskera en la postguerra. Poco a poco comienzan, pues, los tímidos intentos en pro de su utilización simplemente, ya que la integración total en el estado unita-rio, la unificación y dependencia absoluta del mercado peninsular, son batallas perdidas que influyen vitalmente en el vascuence. Efectivamente, el desarrollo de los medios de comunicación (radio, televisión), la escolarización masiva y forzada, etc., son instrumentos fundamentales para la pervivencia idiomática; el vascuence, al estar relegado de dichos dominios, se encuentra postergado y casi completamente substituido. Por si fuera poco, el proceso y evolución económico-político va a conformar con unas características especialísimas el país. Por una parte, la autarquía económico-política hasta finales de la década 1950-60, en que comienza una política de cierta liberalización económica. Hasta entonces la industria del país está condicionada, dependientemente, del mercado peninsular. Hasta este período se van a sentar las bases de dependencia y ligazón que van a hacer disparar a partir de los años 60 la industria del país. Desde entonces, el sentido de la misma es de gran expansión cuantitativa, con estancamiento y retroceso de su cualificación (respecto a la previsible que podía esperarse de la posición puntera que en el primer tercio de siglo tenía). Gran desarrollo, por tanto, de industrias no competitivas ni punteras, que no miran tanto al desarrollo del país, como al mercado peninsular y a los rápidos ingresos que ello le va a proporcionar. Se desarrollan industrias marginadas, con gran dependencia (sidero-metalurgia, auxiliar del automóvil, bienes de consumo medio: electro-domésticos, sobre todo), decadencia de la en otra época potente industria naval, etc.

Por tanto, y entre otras cosas, se produce inevitablemente en este período una gran necesidad de peonaje, en su inmensa mayoría no cualificado, que se nutrirá del gran excedente de mano de obra que el campo español tiene y que, forzosamente, debe trasvasar para poder acometer una explotación racional agraria. De ahí la gran inmigración a partir de esos años sobre todo: complementada, además, por una emigración anterior a los años 60 de Navarra y Alava sobre todo, y de una selectiva emigración de personal cualificado a otros puntos más desarrollados. Es la evolución hacia el subdesarrollo de la industria. Las consecuencias para el euskera son graves, debido fundamentalmente a la masiva inmigración: el idioma queda ahogado. A pesar de los intentos individuales de integración, supone un problema de vital importancia. En el año 1950 (33) las cifras de población eran todavía ligeramente superiores, nada más, a las correspondientes en 1930 (aunque hay que tener en cuenta que el aumento es mayor de lo que a primera vista parece dado el descenso considerable habido en la guerra del 36-39) : Alava, 118.012; Guipúzcoa, 374.040: Navarra, 382.932, y Vizcaya, 569.188. En cambio, sólo 20 años después, en 1970 (34), como consecuencia del proceso de expansión aludido, el salto es espectacular: Alava, 204.323; Guipúzcoa, 631.040; Navarra, 464.867, y Vizcaya, 1.043.310. Vemos que en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya se ha producido un aumento que casi corresponde al 100%, mientras en Navarra es ligeramente superior al 20%. Este aumento de población tiene como componente fundamental, ya lo hemos dicho, la inmigración de trabajadores industriales. Supone más que el crecimiento vegetativo que es muy considerable. La cifra de inmigra- ción, para el período 1950-70 únicamente, se calcula en 274.323. Consecuentemente la vitalidad del euskera que, a pesar de todo, se mantenía después del 39 en bastantes zonas, sufre un du- ro golpe. En poblaciones industriales, que lo son bastantes, el euskera se conforma como muy minoritario. Recordemos como significativos Bilbao y su comarca (gran parte de la cual estaba desvasquizada ya antes del 39). Durango, Amorebieta, Ermua, Eibar, Elgóibar, Vergara, Mondragón, Zumárraga, Villarreal de Urretxua, Beasain, Villafranca de Ordizia, Andoain, Villabona, Lasarte, Hernani, San Sebastián, Pasajes, Rentería, Irún, etc.

En Navarra podríamos mencionar Alsasua; en Alava Llodio. En Navarra y Alava el proceso de industrialización más reciente tiene características estructurales semejantes a las descritas (que valen para Vizcaya y Guipúzcoa), ya que en gran medida está ligado a ellas. De todas formas, no tiene el volumen de aquéllas y parece que, sobre todo en Navarra, se quiere industrializar de forma más armónica y equi- librada. En gran parte posible debido a la per- vivencia parcial de los fueros. Los intentos para desarrollar el euskera, a pesar de todo, persisten, toman cuerpo y se desarrollan. Se produce un nuevo renacimiento. Como ejemplo gráfico y por demás meridiano del deseo de normalización euskérica que las clases vascas tienen están las ikastolas: es decir, centros en los que se desea enseñar el euskera y en euskera. Correspondiendo a la situación de la conciencia y de los medios con que se cuenta, primero surgirán, tímidamente, en los medios urbanos. Poco a poco se irán extendiendo a medios más rurales, llegando a puntos y zonas donde el euskera se había perdido hacía años e incluso siglos (casos de localidades meridionales navarras, como son Pamplona mismo, Aoiz, Estella, Tafalla, etc.). Así, en un ambiente desfavorable, en una decena de años se logra sobrepasar la cifra de 30.000 niños escolarizados en ikastolas repartidas por todo el país. Y el deseo de aprendizaje se extiende. Radio, prensa, publicaciones, etc., cada vez tienen más necesidad de utilizar el euskera. Todo ello es respuesta a la continuación de la conciencia, de la herencia política, y de que, a pesar de la crisis, existen impulsos renovadores y revitalizadores en las clases vascas.

Consecuentemente, el complejo de inferioridad vergonzante a que hemos hecho alusión va siendo relegado. Al estar en relación con la situación de lengua dominada y del mundo ideológico consecuente, es lógico que al desarrollarse parcialmente las bases de normalización de la lengua dominada (medios de comunicación social que comienzan a utilizar el idioma, escolarización euskérica —ikastolas—, fenómenos modernos como el de los cantantes populares, publicaciones, etc.), vaya paulatinamente dejando de ser operante. Por otra parte, es necesario hacer notar que, junto a dicho complejo, se desarrolla en otros sectores más concienciados de la población el correspondiente de superior valoración de la lengua: un sentimiento de orgullo con respecto al euskera. Orgullo que también tiene raíces muy profundas y que, como sabemos, es equivalente al existente en otros pueblos. En nuestro caso dicha valoración, además de responder a la necesidad de defenderla e impulsarla dada la situación postrada en que se halla, se basa en la antigüedad del idioma, su origen desconocido, su no relación con lenguas vecinas, etc.

En este sentimiento hay muy diversas escalas, como es natural. Desde los que no lo tienen apenas, poseyendo, incluso, el complejo de inferioridad, hasta los que lo poseen en grado sumo. Tanto uno como otro están en estrecha relación con la centenaria situación del euskera como lengua dominada. En este mismo sentido, es fácil observar una adscripción de otros componentes sociales al idiomático. Así, por ejemplo, los conceptos de honradez, ausencia de maldad, moralidad convencional, etc., son, o mejor dicho, se pretende que sean constantes en el euskaldun. En lo colectivo, sociedad justa, idealizada, con constante añoranza de situaciones pretéritas que se suponen más perfectas. Se pone de manifiesto un rechazo a aceptar otros modelos de comportamiento social que no sean los convencionales. Lo que se acepta como posible en otras sociedades es rechazado en la nuestra. Probablemente, ta bién esto tenga relación con una situación de defensa, al suponer que todo lo que viene del exterior, al no ser producto vasco, va a debilitar al país y en consecuencia al euskera. En todo ello hay un gran componente de defensa y de búsqueda de fortalecimiento del apego al idioma, que en alguna medida también ha hecho sostener, evidentemente, al euskera.

Complementariamente esto ha sido utilizado continuamente por las fuerzas que perseguían y persiguen la substitución del euskera, mediante una aparente e interesada adaptación a cada corriente ideológica. Así tenemos que en el siglo XIX se hace presentar como contrario a la pervivencia del país (y, por tanto, de la lengua) el «liberalismo»; ligado a él el mundo técnico e industrial, el «cientifismo», como hemos podido ver en las tesis de Unamuno. Más tarde, en el siglo XX ya, el «socialismo». Ultimamente el «marxismo», el «estructuralismo», etc., Ni que decir tiene que todos estos «ismos» no son más que burdas e interesadas deformaciones de las verdaderas concepciones de dichas corrientes. En ellos, el pueblo vasco carga sucesiva o simultáneamente con el papel negativo de la «función», cualesquiera que sean las características permanentes o transitorias que en nuestro país se consideren. Abiertamente elaboradas al margen de toda lógica formal, estas doctrinas surten efecto en el país, al que dividen dentro del mundo ideológico en que se producen. Una gran parte se adscribe al mundo tradicional y se pone en contra del correspondiente pseudo-«ismo», al que tacha causante de todos los males, ya que de él vienen los ataques (no es extraño, por ejemplo, que en el siglo XIX se ponga en guardia contra el «liberalismo masón here- je»); otra parte, generalmente más pequeña, se sitúa a favor, enfrentándose, hacia dentro, al otro sector. Y así tenemos al país enfrentado internamente en el marco ideológico dominante y a tenor de las coordenadas marcadas por aquél. Esto, como decimos, va a ser una constante a lo largo de los siglos XIX y XX. Entre los últimos podríamos citar los recientes intentos de condicionamiento psicológico y demoralización a base de slogans como «el euskera es burgués», «reaccionario», etc., a la vez que se le niega el derecho a desarrollarse en su propio país. El objetivo es obstaculizar la toma de conciencia progresiva en torno al idioma. Además, una característica muy especial es que parte de esta ideología se expresa, por primera vez, en euskera; lo que da un poder de penetrabilidad mucho mayor, dada la vulnerabilidad del euskaldun que se «desarma» cuando es en euskera.

Otra gran convicción del euskaldun es la pureza del euskera. Extrapolación de ello será la tendencia purista en cuanto a la elaboración lexical sobre todo; tendencia que también se nos presenta como una constante más o menos presente siempre a lo largo de la producción literaria. Desde Larramendi hasta las corrientes puristas del siglo XX. Muchos de los vocablos inventados ('txadona', 'jauparia', 'txauneskin', 'egurastu', etc.) han desaparecido. Otros más felices se han agregado al vocabulario usual actual; vocablos como 'aberri', 'abesti', 'idatzi', etc.; antroponímicos como 'Garbiñe', 'Nekane', 'Iñaki', 'Koldo', 'Kepa', 'Iker', etc. Como contraposición se desarrollará, sobre todo modernamente, quizás fundamenta- da —a su vez— en sustratos en crisis, la tendencia anti-purista. Barbarizante o «mordoillo» como se ha dado en llamar. Tanto una como otra se han fijado excesivamente en el léxico, dando menos importancia a la morfología y sintaxis. Produciéndose en ambos ca- sos, en su expresión límite, un euskera falto de sustrato y genio propios. Junto a ello hay que hacer notar el fuerte apego etimologista del euskaldun. Constituye uno de los temas que más tiempo ocupan y han ocupado la atención de aquél y de su producción literaria. Por otra parte, respondiendo a los intentos de normalización apuntados, se va agudizando la conciencia de una necesaria unificación idiomática. Se persigue la misma como paso obligado para su pervivencia y desarrollo, dada la fragmentación dialectal en la endeble base demográfica vasco-parlante. Es respuesta a una necesidad antigua (ya en el siglo XIX y principios del XX se sientan bases importantes para la unificación), nece- sidad que es ampliamente sentida. Este proceso es una necesidad social para la normalización idiomática en nuestras condiciones y, además, una evolución lógica de toda lengua en vías de normalización en una sociedad moderna.

Ahora bien, es necesario recordar que pretender unificar precipitadamente un idioma es medio rápido para que muera. Hay un punto de inflexión a partir del cual las medidas homogenizadoras idiomáticas en vez de fortale- cer la lengua la debilitan. Por ello es del todo punto imprescindible conocer y tener muy en cuenta que este proceso —inducido— se hace en la realidad social, no en un laboratorio. En nuestro caso, la situación es más aguda. Se asienta sobre las bases actuales del euskera. Lengua no normalizada y en trance de total substitución (no oficial, casi ausente de los medios formativos e informativos, carencia de medios e instrumentos, analfabetismo, base dialectal arraigada, etc.). Es en esta realidad, en este contexto, siempre vitalizando, fortaleciendo la base social vascófona actual, no debilitándola, como habría que construir el proceso de unificación del euskera. Pero, desgraciadamente, no es así. Los intentos como respuesta a una necesidad amplia de articulación de un idioma capaz para una sociedad industrial son frenados por posiciones sectarias y dogmáticas. Esto, aunque no lo parezca, tiene relación con el marco socio-económico-político en que el país se encuentra inmerso. No cabe duda que semejantes actitudes sólo se pueden incubar y desarrollar en una base social económica, política y culturalmente en crisis, demoralizada, con pérdida de vitalidad y enmarcada, además, en un contexto ideológico anaerobio falto de los necesarios contrastes y opiniones diversas. Contexto que no es precisamente el más apropiado para un enfoque y actuación prudente y eficaz.

Las ideas sectarias y dogmáticas, propias de dicho panorama ideológico, han hecho presa del euskaldun con más fuerza que nunca. Junto a las tendencias ultra-neologistas unas, popularizantes en extremo otras en cuanto al idioma en general y a la adaptación ortográfica en particular, proliferan las ideas mecanicistas, codificantes y unificadoras a ultranza, muy en relación con el mundo conceptual latino que nos rodea; así como las ultra-arcaizantes y ultra-barbarizantes con evidente substrato de snobismo. Así vemos que, paradójicamente, en vez de conseguir aunar esfuerzos se producen divisiones y enfrentamientos que debilitan y despistan, siendo las motivaciones, a veces, cuestiones tan banales y de segundo orden como la de la «h».

Obviamente, pues, los intentos de desarrollo y normalización del euskera se resienten del panorama y las divisiones apuntadas. De todas formas, también existe la tendencia que trata de superar esta crisis, tratándose de enmarcar en el mundo moderno, con todo lo que el mismo tiene de aceptación de la complejidad, variedad, anti-sectarismo, participación democrática, etc. Por otra parte, en relación con la crisis general y con el componente defensivo, se desarrolla en el campo euskérico junto a auténticos esfuerzos válidos una actitud ilusoria que conduce a desarrollar temas en euskera, traducciones, etc., no tanto respondiendo a una real necesidad como persiguiendo hacerse a la idea y hacer creer que se está resolviendo el problema. Tendencia muy presente y que opera en nuestra sociedad, no sólo en lo literario, y que no hace falta decir consideramos perjudicial. Responde a una conciencia debilitada, acomplejada y recuperada, que es preciso superar con realismo y sinceridad en bien del euskera. Es necesario desarrollar el espíritu realista y abordar la situación y problemática del euskera bajo esos presupuestos. Quizás entonces se comience a aunar esfuerzos y se consigan más logros que los actuales.

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Para terminar digamos que todas estas tendencias, complejos, sentimientos, se hallan presentes en un mundo conceptual que desde los tiempos prehistóricos está íntimamente entroncado en el pensamiento occidental —mermado modernamente—, y que presenta, a su vez, componentes del específico sustrato secular euskaldun. El euskera se nos presenta como una lengua que los euskaldunes han sabido pragmáticamente adaptar y evolucionar. Ha sido capaz de salir airosa de la confrontación con muchas lenguas y en muy diversas épocas. Las prestaciones lexicales y morfológicas son huellas de ellas. Prueba de, es necesario subrayarlo, capacidad de asimilación y vitalidad socio-lingüística, siendo la resultante el euskera actual, único idioma pre-indoeuropeo vivo de Europa occidental. El futuro socio-económico-político es crítico, y también lo es el del euskera. El porvenir de éste no podemos analizarlo más que inscrito en el de la sociedad en general. Los presupuestos básicos mínimos económicos, sociales y políticos para una reestructuración, remodelación y desarrollo socio-económico-político existen. Aspectos exteriores van a tener influencia decisiva, pero el futuro, en definitiva, depende de los sectores sociales vascos. En cuanto al euskera, es obvio que también depende de nosotros el que consigamos integrar eficazmente los esfuerzos positivos que el país tiene y genera en pro del des arrollo y normalización del mismo, en esta época crucial de fin del siglo XX.

RESUMEN

En este trabajo-síntesis de antropología socio-cultural se realiza un recorrido histó- rico de la evolución del euskera. Introductoriamente se hacen unas breves anotaciones referentes a algunos aspectos socio-lingüísticos: importancia de la demogra- fía en el desarrollo y porvenir de una lengua, el hecho de que el euskera sea una lengua isla en el conjunto de lenguas latinas que le rodean y, finalmente, una breve observación en torno a que la lengua es un factor social presente en toda la realidad social. Entrando en lo que supone el objetivo fun- damental del trabajo, aspectos socio-cultura- les de la evolución diacrónica del euskera, en el primer apartado se realiza una breve sínte- sis de la evolución mitológica y socio-cultu- ral desde los tiempos prehistóricos hasta el imperio romano. En el segundo apartado, un esbozo seme- jante desde el imperio romano hasta la Edad Media central; evolución social y cultural. El inicio de la cristianización. Las repercusiones en la sociedad en general y en la cultura y lengua en particular. Seguidamente, partiendo de la sociedad agrícola-ganadera, se describe el surgimiento de nuevos sectores socio-económicos y for- mas pre-industriales (ferrerías, construcción naval, mercantilismo, etc.), dándose, a su vez, algunos datos demográficos. Paralelamente, la institucionalización y evolución políticas (reino de Navarra, Juntas, etc.), así como la expansión del cristianismo y la institucionali- zación de la Iglesia. Evolución del euskera en esas épocas de la Edad Media y Moderna. En el siguiente apartado se abordan los siglos XVIII y XIX. Intentos de modernización socio-económica; Sdad. Económica Basconga- da de Amigos del País. Lucha entre la ten- dencia autónoma y la que propugnaba la in- tegración en el mercado peninsular, y que culmina en las guerras carlistas con derrota de la vía autónoma. Repercusión en la len- gua. Evolución cultural general en la época. Someramente se aborda la situación en el país vasco septentrional en esas épocas. Creciente influencia de los erderas. En el quinto apartado, en el marco de la creciente integración del país en el mercado peninsular a lo largo del siglo XIX, se des- cribe el desarrollo moderno de la vía autó- noma. Inscrito en él un renacimiento cultu- ral general con intentos importantes de normalización euskérica. Evolución de la concien- cia en torno al euskera a finales del siglo XIX y principios del XX. Algunos datos demográ- ficos. En el último apartado se aborda la proble- mática en el siglo XX. El nuevo fracaso de la via autónoma en 1939, con la consiguiente total integración en marco peninsular. Situa- ción muy precaria del euskera. Evolución ha- cia subdesarrollo socio-económico (fase 1939- 1959 y fase 1959 hasta nuestros días). Gran aumento de inmigración; datos demográficos. Retroceso espectacular del euskera; evolu- ción de la conciencia y complejos en torno a la lengua. Paulatino desarrollo de un nuevo renacimiento euskérico, unos nuevos intentos de normalización idiomática. Fenómeno de las ikastolas. Se comentan los problemas surgi- dos en torno a la unificación del euskera en un panorama general mayoritariamente secta- rio, además de precario. Constatación de la delicada situación del euskera y de la inser- ción de su porvenir en el del país en general.

SUMMARY

In our present work, we are making a his- torical study of the evolution of the Basque language and its anthropological and socio- cultural context. As an introduction, we make some short annotations about linguistic aspects, such as: importance of demography in the develop- ment and future of a language, the fact of being a non-Latin language surrounded by Latin ones, which makes is an island language, and finally a few remarks about language as a social factor involved in the whole social reality. Going on with the main object of this work, we first study socio-cultural aspects of the diachronic evolution of the Basque language since Prehistoric times until the time of the Roman Empire. In the second part, we do a similar study from the time of the Roman Empire until the Central Middle Ages, including the beginning of Christianity with its repercussions in Basque Society, particularly in language, cul- ture and mythology. In the third part, starting with the pasto- ral-agricultura1 Society, we go of describing the emergence of new socio-economical sectors and pre-industrial forms (foundries, naval construction, mercantilism, etc.) as well as some demographic data. We also touch the institutionalization and political evolution (Navarre Kingdom, Council, etc.) besides the ex- pansion of Christianity and Church institutio- nalization. We give an idea of the evolution of the Basque language in the Middle and Modern Ages, surrounded by Latin and foreign languages. In the next part we study the XVIII and XIX centuries, with the purposes of socio- economical modernization aimed at by ins- titutions such as the «Sociedad Bascongada de Amigos del País» (Economical Society of the Friends of the Basque Country) and the struggle between Autonomist tendency and the one advocating the integration in the pen- insular market. All this process ends in the Carlist Wars with the defeat of Autonomists. This situation repercutes on language wea- kening it, at the same time that the influen- ce of foreign languages, both Spanish and French, grows. Finally we briefly study the situation of the Northern Basque Country. In the fifth part, we describe the increa- sing integration of the Country in the pen- insular market through the XIX century. In spite of having lost the «Fueros» (Basque Laws) there is a cultural renewal with im- portant attempts to normalize the Basque language. Together with this, there is a de- velopment of consciousness about the Bas- que language in the later XIX century and at the beginning of the XX century. We also give some demographic data. To finish, we deal with the situation in the XX century. With a new failure of Autono- mist process in 1936, the evolution suffers a reversal in socio-economical development (period 1936-1959 and from 1959 to the present day). The Country suffers a great increase in immigration rates; some demographic data are supplied. Together with all this, the Basque language undergoes a spectacular backward motion, with a development of conscious- ness, fictions and complexes about the language itself. There is, however, a slow new Basque renewal, with new attempts of idio- matic normalization. We also consider the ”Ikastola” (children’s schools teaching in Basque) and we also make some comments on the difficulties which have appeared in the unification of the Basque language in a general sectarian context. To end, we consi- der the fragile situation of the Basque lan- guage and its future, which is obviously linked to the general future of the Basque Country.

MUNIBE Sociedad de Ciencias ARANZADI San Sebastián Año XXIX - Número 3-4 1977 - Páginas 275-302