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Ya ha pasado tiempo desde que los periódicos y las revistas de contenido informativo, lastrados por la obsolescencia del papel, ofrecen a los lectores la posibilidad de leer los contenidos digitalizados mediante Internet. Este avance, además, incluye la posibilidad a todo usuario de comentar la noticia y contrarrestar opiniones con otros lectores.

Esta herramienta, que a priori resulta de lo más interesante y enriquecedora, ya que da la opción de conocer  la opinión de otras personas que se han interesado por el mismo contenido, no me ha servido para otra cosa que para darme cuenta de la intolerancia, la desfachatez y la falta de escrúpulos de muchos lectores que, escondidos bajo el más esperpéntico pseudónimo, se dedican a menospreciar, insultar y faltar al respeto de la forma más deleznable y cobarde a otros usuarios que no pretenden más que dar su opinión y que se considere igual a la del resto.

En un principio, iluso yo, trataba de convencerme de que no se trataba más que de casos aislados de personas frustradas que encuentran en estos espacios su rincón para el desahogo, pero, desde el rol de habitual de la prensa digital y de todo lo que ofrece, me he dado cuenta de que los insultos y las bochornosas faltas de respeto son cosa diaria y habitual, y, lo que debería servir para empaparse de opiniones de aquí y allá, no sirve para más que ver que, cuando hablamos de crear una sociedad pacífica, divergente y tolerante con el resto de opiniones, no podemos contar con todos.