KLABIKORDIOAREN INGURUKO JAKINGARRIAK ETA IBILBIDEA EGUNERA ARTEKOA

izarraketailargia 1456148111595 IZARRAK ETA ILARGIA | 2007-11-19 11:18

EL CLAVICORDIO
El Clavicordio
Por Marcia Hadjimarkos. Traducido por José Luis Gil Aristu
"El clavicordio, ese instrumento íntimo, melancólico y de indecible dulzura, tiene ciertas ventajas sobre el clave y el pianoforte cuando su constructor es un maestro en la profesión.

No sólo produce colorido musical, sino suaves gradaciones, notas que crecen y se desvanecen, trinos que se funden y respiran apenas bajo los dedos, portamentos y vibratos.

En una palabra: es un instrumento idóneo para la expresión y transmisión de cualquier matiz emocional. Todo esto puede ser reproducido y obtenido por la presión del dedo, la vibración y la pulsación de las cuerdas y mediante un toque vigoroso o delicado.

Quienes no se sienten atraídos por los estrépitos, los arrebatos o las tormentas, y aquellos cuyo corazón suele encontrar gustoso el sosiego en la efusión de sentimientos dulces dejarán de lado el clave y elegirán el clavicordio. (…)

Cuando improviséis a la luz de la luna, cuando en las noches de verano aliviéis vuestra alma del calor o cuando celebréis los atardeceres primaverales, ¡no echéis de menos el estridente clave! Ved cómo vuestro clavicordio alienta con la misma delicadeza que vuestro corazón".
En el siglo XVIII eran habituales los grandilocuentes elogios al clavicordio, como el de este pasaje del poeta y músico alemán C. F. Daniel Schubart. El clavicordio alcanzó su apogeo en cuanto a repertorio y popularidad en la Alemania de la segunda mitad del siglo XVIII, con compositores como C. P. E. Bach y los "bachianos" que le sucedieron, pero no era, ni mucho menos, un instrumento nuevo. Existía desde hacía varios siglos, y hasta la invención del fortepiano florentino a finales del siglo XVII fue el único instrumento de tecla sensible al toque. Al igual que los pianos de Cristofori, el clavicordio permitía variar la intensidad sonora recurriendo únicamente a la presión de los dedos. Su sonido sosegado y extraordinariamente variado se asemejaba, según se decía, a la voz humana y hacía del clavicordio el "espejo perfecto para reflejar los delicados matices del sentimiento", "el confidente conmovedor de la soledad".

Los clavicordios suelen montarse en una caja rectangular. Sus cuerdas corren de izquierda a derecha a lo largo de la caja y pasan por encima de uno o varios puentes que descansan sobre la tabla armónica. El mecanismo se sitúa, por lo general, a la izquierda o en el centro del instrumento e incluye el teclado y las palancas, que van desde las teclas hasta casi la parte posterior de la caja, según el modelo. En la parte posterior de cada palanca va inserta una lámina de bronce llamada tangente. Cuando el dedo del instrumentista presiona la tecla, el extremo de la palanca se alza y hace que la tangente percuta una o dos cuerdas, que comienzan a vibrar. El clavicordio es, pues, como el piano, un instrumento de percusión y por ello se diferencia del clave, cuyas cuerdas son pulsadas. Al golpear las cuerdas, la tangente cumple dos funciones: no sólo hace que vibren, sino que, además, fija su longitud de vibración "de manera muy similar a como un guitarrista determina la altura del sonido de la cuerda al presionarla contra uno de los trastes del mástil de su instrumento. Por consiguiente, al colocar las tangentes de modo que golpeen el mismo orden de cuerdas en distintos puntos de su longitud se puede hacer que suenen diferentes notas". Los instrumentos más antiguos, en los que un par de cuerdas producían varias notas, eran conocidos como clavicordios ligados. Los no ligados, o libres, en los que cada par de cuerdas produce una única nota, fueron más comunes a partir de finales del siglo XVII. El hecho de que la tangente esté en contacto directo con las cuerdas mientras dura la nota significa que el intérprete puede variar la altura del sonido incrementando o reduciendo la presión sobre la tecla, lo que da lugar a una "prolongación sutil" del tono conocida como Bebung (literalmente, "estremecimiento"). La capacidad para producir este vibrato es una de las "características más elogiadas" del clavicordio. Sin embargo, las indicaciones de Bebung en las partituras musicales son escasas; se trata de un efecto especial que debe utilizarse con moderación.

El Clavicordio
Anon. S. XVIII. Intérprete al clavicordio
El clavicordio "no es un instrumento fácil de tocar; y cuanto mejor sea su hechura, más probables serán las dificultades, pues su sensibilidad significa siempre que la más ligera fluctuación en el toque se oirá con mayor claridad y repercutirá en la diferencia de volumen y altura. Además, como la presión ejercida sobre las teclas afecta a la afinación de las notas, el intérprete deberá mantener la presión incluso después del ataque, y seguir pensando en las notas mientras dure su sonido, y no sólo al comienzo y al final". El dominio de la dificultad del clavicordio es, sin embargo, una experiencia gratificante, tanto para el músico como para sus oyentes, y un instrumentista técnicamente diestro podrá conseguir una enorme gama de efectos y variación dinámica, desde un pianissimo casi inaudible hasta un fortissimo enérgico y fogoso. Aunque el volumen del instrumento es relativamente reducido, esta leve limitación -que significa que el clavicordio es más apropiado para una ejecución musical en ambientes íntimos- se ve más que compensada por su rico despliegue de cualidades expresivas. Es, sin duda, "el más sutil y expresivo (de los instrumentos) cuyo sonido se produce mediante cuerdas y no por tubos".

Con los siglos fueron apareciendo numerosas obras dedicadas a la enseñanza de la técnica del clavicordio. La primera en abordar la importante cuestión de la posición de la mano y los dedos fue el tratado escrito por Tomás de Santa María, Arte de tañer fantasía, publicado en Valladolid 1565. El capítulo de la obra titulada Sobre la manera de colocar las manos con propiedad afirma que "las manos han de estar curvadas, como las zarpas de un gato, sin formar una joroba entre la mano y los dedos, de modo que las raíces de éstos se hallen en una posición muy baja (…). Las teclas se han de herir con la yema del dedo, de forma que la uña no las toque nunca. Esto se puede hacer hundiendo la muñeca y estirando los dedos hacia delante, con lo que las notas producirán un sonido pleno, suave y dulce (…)". Se ha afirmado que la alusión al descenso de las muñecas guardaba relación con la técnica del órgano positivo; las observaciones de obras posteriores abogan por una posición en la que la muñeca se mantiene en línea recta, en prolongación del brazo y de la mano. Otros tratados fueron los publicados en Italia por Diruta, en 1593, y Penna, en 1684. Diruta fue el primer autor que "hizo hincapié en la importancia de la relajación total de manos y brazos"; también defendió que se tocara con las manos combadas de manera natural. Estas recomendaciones se ven ampliamente confirmadas en los documentos iconográficos que muestran a los clavicordistas tocando su instrumento; con el paso del tiempo, la posición curvada de los dedos fue sustituida por otra más elevada de la mano y un ligero arqueo de los dedos.

En el siglo XVIII fueron muy abundantes los tratados dedicados al clavicordio, en especial en Alemania. El más conocido fue (y sigue siendo) el de C. P. E. Bach, titulado Versuch über die wahre Art, das Clavier zu spielen, que le dedica un buen número de páginas junto a los otros instrumentos de tecla. La obra reitera el habitual consejo sobre la "relajación natural de los músculos y una posición curvada de los dedos", y atribuye particular importancia al pulgar: "Quienes utilizan el pulgar en raras ocasiones, tocarán en general con mayor rigidez que los que lo emplean de manera correcta, a quienes todo les resultará fácil. Esta facilidad se reconoce en los intérpretes a primera vista. Si entienden la buena digitación, tocarán las piezas más difíciles de tal manera que apenas se apreciarán los movimientos de sus manos (…). Quienes no utilizan el pulgar, lo dejan colgando en una posición más baja para que no les estorbe. ¿Cómo se puede tocar bien de ese modo? El uso del pulgar no proporciona sólo un dedo adicional a la mano sino que es, además, la clave de cualquier digitación. Este importante dedo es todavía más útil porque obliga a los demás a mantenerse flexibles (…). Lo que se toca con la musculatura rígida y tensa y sin el pulgar se puede tocar con redondez y claridad, con una tensión plenamente natural y por tanto, con facilidad sirviéndose de ese dedo". Aunque los tratados históricos son, sin duda, valiosos e interesantes, el propio clavicordio es, en realidad, un maestro tan bueno como cualquier texto pedagógico -y, quizá, incluso mejor-. No perdona ningún uso inadecuado de la mano -si el dedo no ataca con precisión la tecla en el punto justo y de manera correcta (sobre todo en el caso de las teclas negras), "lagrimea" y se "bloquea"-; pero cuando se emplea la técnica apropiada, se muestra maravillosamente generoso y las variaciones de sonido y carácter producidas por él son infinitas y de una sutil gradación.

El clavicordio apareció en Europa a finales del siglo XIV y derivó, probablemente, del monocordio. El Grove Dictionary comienza su artículo sobre el instrumento con una lista que incluye los de clavicorde, manicorde, manicordium, clavichord, Klavichord, manicordo, sordino, clavichordium, clavicordio y manicordio. El término genérico de clavier ("teclado") se utilizó también a menudo para designar el clavicordio. Las primeras imágenes de clavicordios relativamente evolucionados aparecen en vitrales, cuadros, relieves y manuscritos del siglo XV procedentes de diversos países, entre ellos Alemania, Inglaterra, España, los Países Bajos y Suecia. Según ha escrito Bernard Brauchli en su exhaustivo libro The Clavichord, el instrumento está relacionado con los monocordios de arco y tecla de su tiempo, con la trompa o trompeta marina, el esaquier o escaque y la dulcema. La primera descripción técnica con un esquema de un clavicordio aparece en un manuscrito de la década de 1440 escrito por Henri Arnaut de Zwolle, astrónomo holandés y médico al servicio del duque de Borgoña en Dijon y posteriormente en la corte de París. El clavicordio descrito por Arnaut es muy pequeño, de menos de un metro de longitud, y tiene una extensión de tres octavas. Otra referencia importante se conserva en las refinadas taraceas del Palazzo Ducale de Urbino (c. 1480), realizadas con gran precisión. En estos trompe l'oeil aparece representado un bello clavicordio con tanta exactitud que algunos constructores modernos han logrado reproducir el instrumento. Documentos literarios ingleses y escoceses del siglo XV y primeros años del XVI aluden a la utilización del clavicordio como instrumento de aprendizaje -una de sus principales funciones a lo largo de su historia-, y varias cartas italianas escritas a finales del siglo XV nos ofrecen un sugerente testimonio de la actividad de Lorenzo de Pavía, admiradísimo constructor de clavicordios. Con motivo del encargo de su primer clavicordio a Lorenzo, Isabel de Este escribía: "Hemos visto un bello e impecable clavicordio confeccionado por ti para la ilustre duquesa de Milán. (…) Deseamos tener un instrumento de igual perfección. Pensamos que no hay nadie en Italia que pueda servirnos mejor que tú (…)". Es una lástima que no haya llegado hasta nosotros ninguno de los instrumentos de dicho artesano.

A principios del siglo XVI, el clavicordio había evolucionado tanto que su teclado no se situaba ya en el centro del instrumento sino a la izquierda; además, el tamaño de la tabla armónica había aumentado y se había desplazado de debajo de las teclas al lado derecho. El primer clavicordio conservado, construido según se cree por un alemán, data de 1540, aproximadamente. Los instrumentos del siglo XVI llegados hasta nosotros poseen un sonido "sorprendentemente fuerte y parecido al del virginal; son sensibles y su toque resulta fascinante; se adecuan de manera ideal a ciertas piezas como las danzas recogidas en las colecciones de Attaignant y Gardano (en cuyas portadas se menciona el clavicordio), así como a las tablaturas de obras vocales". Durante el siglo XVI se pensó que el clavicordio era un instrumento ideal para el aprendizaje y la práctica; entre sus virtudes se hallaban su asequible precio, la facilidad de afinación y el hecho de permitir a los organistas ejercitarse en la adquisición de un "toque apropiado". En el siglo XVI, el clavicordio se popularizó en toda Europa, y el instrumento aparece en varias fuentes iconográficas, tocado sobre todo por mujeres en un medio íntimo y hogareño. En aquella época no se compuso música específica para clavicordio, aunque algunas portadas lo mencionan como posible sustituto del virginal o del clave. Con el paso del tiempo, su uso declinó en Francia, Inglaterra y Holanda, mientras seguía manteniendo su popularidad en Alemania, Escandinavia, España y Portugal. Esta tendencia se ve confirmada por el gran número de ejemplares alemanes conservados. El progreso más importante realizado en el diseño del clavicordio del siglo XVII fue la incorporación del teclado en la caja (de la que sobresalía hasta entonces). Han sobrevivido instrumentos ligados y no ligados de esa época; su sonoridad es "brillante y firme (…), y el perfeccionamiento de su toque hace que el sonido sea, al mismo tiempo, más flexible".

El siglo XVIII conoció un nuevo florecimiento del clavicordio. Su extensión se había ampliado a cinco octavas, y algunos autores "comenzaron a señalarlo como el instrumento de tecla "más apreciado", declarándolo superior para la interpretación de "oberturas, sonatas, toccatas, suites, etcétera, pues permite al ejecutante tocar en un estilo cantable". Fue la época en que los grandes constructores Hass, Hubert, Silbermann y Hoffmann fabricaron clavicordios refinados y a menudo bellamente decorados, muchos de los cuales han pervivido y se conservan actualmente en colecciones particulares y públicas. Forkel, biógrafo de J. S. Bach, escribía que "(Bach) consideraba el clavicordio el mejor instrumento de estudio y para cualquier música interpretada en ambientes íntimos. Según él, era el más idóneo para expresar sus intuiciones más exquisitas … capaz (también) de un gran número de sutilezas, a pesar de su pequeño tamaño". El clavicordio fue ideal para los estilos del Sturm und Drang y la Empfindsamkeit e inspiró a compositores como C. P. E. Bach, Müthel, Mozart y Haydn, que concibieron para él algunas de sus grandes obras para teclado. La visita de Charles Burney a C. P. E. Bach, quien llevó el clavicordio a la "cima artística de su existencia", tuvo como fruto su famosa descripción recogida en The Present State of Music in Germany: "Después de una cena elegantemente servida y consumida con buen humor, le convencí para que se sentase de nuevo al clavicordio, que tocó, con pequeñas interrupciones, hasta casi las once de la noche. Durante ese tiempo se fue animando y entusiasmando de tal modo que no sólo tocaba sino que parecía extasiado. Tenía la mirada fija, le colgaba el labio inferior y todo su porte destilaba efervescencia. Me dijo que, de tocar a menudo de aquella manera, llegaría a rejuvenecer".

Un breve periodo del siglo XIX en que dejaron de construirse clavicordios (aunque en Escandinavia se siguieron fabricando grandes instrumentos con una extensión que llegaba a las seis octavas hasta bien entrada la década de 1800) fue seguido en Gran Bretaña, a finales de ese mismo siglo y comienzos del XX, por el renacimiento de la música antigua, que volvió a poner de inmediato el clavicordio en un primer plano. En la década de 1880, el constructor de instrumentos, musicólogo y músico Arnold Dolmetsch fue uno de los primeros defensores de instrumentos antiguos como el laúd, la flauta de pico, el clave y el clavicordio. Construyó sus primeros clavicordios no ligados en 1894, y posteriormente se dedicó a confeccionar otros más pequeños, influido, quizá, por Violet GordonWoodhouse, intérprete inglesa, virtuosa del teclado, pionera en la utilización del clavicordio en las décadas de 1920 y 1930 para interpretar música de J. S. Bach y D. Scarlatti. Los pequeños instrumentos de Dolmetsch -de los que Gordon-Woodhouse poseía cinco- "se convirtieron en el modelo casi normal para otros constructores del siglo XX, muchos de ellos ingleses; un importante número de alemanes comenzaron a fabricar clavicordios en el periodo de entreguerras, y aún fueron más quienes se dedicaron a ello después de la Segunda Guerra Mundial". Actualmente, un grupo considerable de constructores de clavicordios sigue realizando instrumentos de una calidad cada vez más alta. La mayoría se encuentran en Europa occidental y Estados Unidos.

Bernard Brauchli fundó hace unos pocos años, en 1993, el International Clavichord Symposium -acontecimiento de celebración bianual-, y el International Center for Clavichord Studies (codirigido por Christopher Hogwood) en 1996, proporcionando así una estructura organizada al renovado florecer del interés por el clavicordio. Ambas organizaciones tienen su sede en Magnano (Italia). En Gran Bretaña, Alemania, Suiza, Holanda, Japón y Finlandia han surgido sociedades para la promoción del clavicordio que gozan de una vida sumamente activa. Organizan conciertos, clases magistrales, conferencias y talleres y publican boletines periódicos. Clavichord International, revista editada en inglés, ofrece abundantes artículos escritos por musicólogos, organólogos, constructores de instrumentos e intérpretes destacados, así como reseñas de discos e información sobre las actividades de diversas asociaciones. El interés por las grabaciones de música para clavicordio ha aumentado con rapidez en los últimos años, y hoy en día hay a la venta casi un centenar de CDs para este instrumento. Los discos abarcan un periodo musical que va del siglo XVI al XX, con especial hincapié en el XVIII y, en particular, en J. S. Bach y C. P. E. Bach. Compositores e intérpretes contemporáneos, como Keith Jarrett y Jean-Jacques Dünki, han escrito obras para clavicordio, y la Clavichord Society inglesa patrocina en la actualidad el primer concurso de la historia del instrumento. Son numerosas las clases magistrales ofrecidas por sociedades clavicordistas de todo el mundo, y el instrumento se enseña en cursos normales de los conservatorios de Amsterdam y Oulu de Finlandia. Estos casos son una buena prueba de que el clavicordio va a seguir inspirando a intérpretes, constructores de instrumentos, investigadores y compositores hasta bien entrado el siglo XXI y de que las sentidas palabras de Philippine Gatterer, poetisa alemana del siglo XVIII, siguen resultando sinceras:

Callada pena que en mi pecho anidas,
corro a esconderme en ti;
¡remedia mi afán, dulce clavicordio,
dame armonía y gozo!

Bibliografía:

o Brauchli, Bernard, y Susan y Alberto Galazzo (eds.), De Clavicordio, Actas del International Clavichord Symposium, 1993. Instituto Per I Beni Musicale in Piemonte, Magnano, 1994.

o Brauchli, Bernard, The Clavichord, Cambridge University Press, Cambridge, 1998.

o Loesser, Arthur, Men, Women and Pianos, Simon and Schuster, Nueva York, 1954.

o Sadie, Stanley (ed.), The New Grove Dictionary of Music and Musicians, Macmillan Publishers, Londres, 1980, vols. I y IV.


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