Jordi Savall eta ALIA VOX : 10 URTE

izarraketailargia 1456148111595 IZARRAK ETA ILARGIA | 2008-02-12 00:08

Jordi Savall y Montserrat Figueras

Jordi Savall & Montserrat Figueras

«Alia Vox nació de nuestro afán de libertad»


Los dos artistas catalanes repasan los 10 años de su gran aventura discográfica

Santiago Salaverri & Juan Lucas

Jordi Savall en Diverdi

Hace ahora diez años, durante la edición del MIDEM de 1998, Jordi Savall y Montserrat Figueras presentaban en público su sello discográfico propio, Alia Vox, culminación de una aventura iniciada más de dos décadas antes con el primer registro del joven conjunto Hespèrion XX para EMI (Música de la España cristiana y judía), seguida del primer disco solista del violagambista catalán para el sello Astrée de Michel Bernstein, dedicado a Couperin, grabados respectivamente en noviembre y diciembre de 1975. Transcurrida una fructuosísima década, más de 50 álbumes y cerca de dos millones de discos vendidos avalan la trayectoria del sello de Bellaterra. Allí se ha dirigido Diverdi el pasado 6 de diciembre para conversar con los creadores del sello en su envidiable retiro de tantas aventuras concertísticas, verdadero oasis de meditación y estudio entre libros, partituras e instrumentos.

DIVERDI: La primera pregunta es obvia: ¿cuál era vuestro estado de ánimo hace diez años? Porque estabais dando un paso que nadie había dado antes, que conllevaba evidentes riesgos de todo tipo. Ahora es fácil decirlo, porque habéis tenido un gran éxito y abierto un camino que otros artistas han seguido después, pero ¿qué pasaba por vuestros corazones y vuestras mentes en aquel momento?

JORDI SAVALL: Decidimos crear Alia Vox durante una estancia en Israel hace poco más de diez años. Por una de esas coincidencias que no son tales, sino algo más significativo, se produjo un revulsivo: nos dijimos que habíamos pasado muchos años haciendo cosas interesantes para EMI, Astrée, Deutsche Harmonia Mundi, Auvidis, pero en aquellos años 1996-97 era realmente mucho más difícil llevar a término los proyectos que nos interesaban, siempre pendientes de si se iba a estar de acuerdo con un proyecto, a aceptar un presupuesto, siempre con ese sentimiento de falta de libertad, sin poder soñar, y sobre todo de imposibilidad de programar a largo plazo. Y es que en Israel nos había impresionado cómo dentro de ese reducido espacio se realizaban cosas imposibles, y cobramos conciencia de que si tienes un proyecto y pones toda tu pasión y toda tu energía, es posible. Y cuando estábamos en el avión de vuelta ya empezamos a diseñar el logo y a discutir los posibles proyectos, hubo gente en nuestro entorno que nos decía: “Estáis locos; no es lo mismo hacer discos que hacer conciertos, es otro mundo”.

D.: Y tú, Montse, ¿no pensabas que era una locura?

MONTSERRAT FIGUERAS: No, yo pensaba también como Jordi. Toda la música que has trabajado la tienes dentro de ti, en las células, en tu alma; no es lo mismo que la tengas en tus brazos a que la des a cuidar a alguien. Es como una historia de amor, y sentíamos la necesidad de desarrollar toda la creatividad que nos brotaba en aquel momento, cuando ya llevábamos muchos años y sabíamos lo que queríamos y lo que el público que nos sigue quiere de nosotros. Era una aventura, sin duda, pero había una certeza, una confianza en que tenía que ser así, y no de otra manera.

D.: Entonces el principal motivo era un afán de libertad, más que ninguna otra consideración económica,…

J.S.: Absolutamente; era el afán de libertad, de hacer un determinado proyecto en el momento justo. El gran problema de hacer una grabación es hacerla en el momento en que la tienes que hacer, por encima de las imposiciones de una multinacional que te dice: “Tienes cuatro días para hacer esto, y tiene que ser en este momento”. Y a ti no te va bien, porque no lo has terminado, porque tienes que hacer otra cosa, porque te falta aquel músico; entonces tienes que llegar a compromisos. Y esto antes no pasaba, porque teníamos bastante libertad, pero luego con las estructuras de las multinacionales todo cambió. En Alia Vox hay discos que hemos grabado en tres o cuatro momentos, tienes cinco o seis piezas bien resueltas, descansas y vuelves a trabajar más adelante. Nosotros no condicionamos un disco a su coste; lo prioritario para nosotros es encontrar el lugar y la gente justa para hacerlo, y sobre todo el proceso, lo que hace que se llegue a un momento en que consideras que el proyecto está a punto.
Cuando empezamos a pensar en Alia Vox yo estaba convencido de su viabilidad por una cosa muy simple: teníamos a Montserrat y a mí como solistas, a Hespèrion XX, La Capella Reial y Le Concert des Nations; son cinco posibilidades completamente diversas de repertorio; sabíamos que teníamos una herramienta muy compleja ya preparada, llevábamos más de veinte años en este oficio, y no solamente grabando discos, sino que yo desde el primer día me involucré en el proceso, viendo y estudiando cómo trabajaban los mejores técnicos que había en aquel momento. Todas las experiencias acumuladas durante estos años han sido fundamentales para nosotros, para estar seguros de que asumir un riesgo así era posible, porque teníamos la formación musicológica, la experiencia musical y también la técnica: yo sabía perfectamente cómo controlar el sonido, siempre he procurado no ir contra el técnico, sino apoyarle al máximo, pero también pedirle que no se conforme con hacer las cosas de la misma manera por rutina, porque siempre ha colocado un micrófono de un cierto modo. Cuando tú eres el productor tienes la posibilidad de tomarte tu tiempo para ver cómo suenan las cosas, y de ajustarlo todo al máximo para obtener el mejor resultado.

D.: Esa era la ventaja evidente, pero ¿no existía el riesgo de que al convertiros en vuestros propios empresarios las tareas empresariales os consumieran un tiempo y unas energías que pudieran afectar a vuestro desarrollo como artistas?

J.S.: Quizá sí, pero, cuando llevas ya más de 23 años con Hespèrion XX, 15 con La Capella Reial, y tienes una oficina con un equipo que administra una agenda de conciertos importante, esta experiencia de lo organizativo, de lo empresarial, ya la tienes. Era un escalón más, pero no empezábamos de cero; una grabación es el paso final de una serie de conciertos. Había que tener una conciencia de empresa discográfica, que hemos aprendido también, claro; por ejemplo, que hay repertorios que por naturaleza son más fáciles de vender, y otros más difíciles.

D.: ¿Cómo han ido surgiendo los distintos repertorios, en función de un proyecto que ya tuvierais diseñado desde el principio, o en función de los conciertos que iban surgiendo en vuestra agenda?

J.S.: La mayoría de discos que grabamos eran proyectos que ya teníamos trabajados en conciertos: Cabanilles, Marín, Voix Humaines, proyectos que hacíamos muy a menudo pero que no habíamos tenido ocasión de grabar. Los últimos años de Auvidis fueron difíciles; después del éxito de Tous les matins du monde yo quedé muy descontento de la manera en que se capitalizó este éxito: estábamos vendiendo 100.000 discos cada mes pero no teníamos presupuesto para hacer las sinfonías de Arriaga y Beethoven que teníamos programadas. Estas experiencias de no poder hacer proyectos sólidos con un poco de respiro me disgustó mucho.

D.: Montse, proyectos tuyos tan personales como Lux Femina o Ninna Nanna ¿surgen ya en la etapa de Alia Vox, o eran proyectos que venían de antes, y que no acababan de cuajar?

M.F.: Han surgido en una época determinada, en el momento en que yo necesitaba cristalizar un tipo de música, hacer un homenaje a la mujer ibérica del Renacimiento y del Medievo, o volver, con Ninna Nanna, a aspectos que yo cultivé desde el inicio, y que después con la especialización se perdieron, como la música contemporánea, que siempre me gustó muchísimo. Difícilmente hubiéramos podido hacer ese disco con una casa de discos normal; y éste es el regalo que nos da esta libertad, pero que a la vez nos pide una intensidad de dedicación, además del trabajo de los conciertos y de los viajes, lo que hace que el esfuerzo sea titánico.

J.S.: Esta libertad tiene un precio, y el precio es la responsabilidad que asumes, que te obliga, tras una semana de conciertos, a sentarte el sábado a preparar los discos, a leer y corregir textos, escoger fotos, ilustraciones, pasando a veces una noche en blanco. Este es el precio que pagas.

D.: De todos modos, al margen de vuestra insatisfacción con la situación anterior, ¿no existía en vosotros la idea de que acabaríais haciendo una cosa así? Porque os habíais reservado la propiedad de los discos, o la posibilidad de recuperarlos tras un plazo de cesión de los derechos.

J.S.: Sí, la idea la teníamos, pero nunca habíamos tenido consciencia de que eso era factible. Hay que tener en cuenta también la evolución de la tecnología: lo que era posible en 1998 no lo era en 1975, ni en los 80; hoy puedes producir un proyecto sin moverte de casa, gracias a internet, y esto simplifica mucho las cosas.
Lo que sí teníamos muy claro, y ha sido una de las características de Alia Vox, es que queríamos hacer un proyecto que fuera nuestro de la A a la Z, un producto artesanal en el mejor sentido de la palabra, hecho con todo el amor que tiene un artista por todo lo que está creando, en el que, dentro de lo posible, todos los detalles fueran en armonía con el proyecto: la gráfica, las ilustraciones, el packaging –somos de los primeros que utilizamos en el mundo del disco clásico el digipack, que es más grato, más próximo al libro–; queríamos que quien adquiriera un disco tuviera la sensación de que había sido hecho con todo el cuidado tanto en la grabación como en el formato o en los textos, y transmitir la idea de que hacemos música porque queremos trascender nuestra propia vida, que sabemos que se acabará un día, pero así pretendemos legar algo que sea imperecedero. Cuando haces música estás haciendo algo que tiende a este infinito, el tiempo se transforma en algo absoluto; hay momentos, cuando estamos grabando en Cardona, en que tenemos la sensación de que el tiempo se detiene, que va a ser eterno. Y el disco hace posible que esa experiencia la comparta el que lo escucha.

D.: Y ahora, a diez años vista ¿qué balance hacéis de lo conseguido? Con libros como el último publicado sobre Francisco Javier ¿resulta rentable Alia Vox? Es una pregunta que se hará mucha gente, porque estamos en una industria deficitaria hoy en día: muchas empresas están cerrando, las multinacionales han perdido completamente el interés, artistas de prestigio han tenido, ellos sí, que verse forzados a hacer lo que habéis hecho vosotros, no por voluntad propia, sino porque se han quedado sin posibilidad de grabar; en estas circunstancias ¿se puede mantener un proyecto como Alia Vox?

J.S.: Alia Vox es una empresa rentable porque sus beneficios se reinvierten en nuevas producciones, y porque es una empresa familiar a la que dedicamos nuestro tiempo sin percibir cantidad alguna. Comenzamos Alia Vox sin aportar otra cosa que nuestra experiencia y nuestras personas, con un capital mínimo de 100.000 francos suizos. Aparte de Montserrat y yo mismo como directores artísticos –con la cada vez más intensa participación de nuestros hijos, Arianna y Ferran– y de las colaboraciones exteriores, pero muy importantes (como nuestros técnicos de sonido Manuel Mohino y Nicolas de Beco, diseñadores gráficos, edición de los CDs y digipacks en la Sony DADC) contamos con un equipo pequeño pero muy eficaz; Agnès Prunés, responsable editorial, Eric Guillemaud, export manager y consejero de marketing, el musicólogo Rui Vieira Nery, Aline Cramoix, relaciones públicas, y nuestro contable Patricio Larrosa que es el responsable financiero para todas nuestras actividades. Estamos convencidos de que el secreto del buen éxito de una empresa es tener un equipo reducido pero muy comprometido en el proyecto. Otra persona clave y que colabora permanentemente con Alia Vox es Manuel Forcano, gran poeta del grupo de los “Imparables”, escritor, historiador y experto en lenguas y literatura hebraica y árabe. Manuel comparte su actividad entre Alia Vox y nuestra Fundación CIMA (Centro Internacional de Música Antigua), donde se preparan y desarrollan los proyectos. Es evidente que nunca hubiésemos podido hacer proyectos como La ruta de Oriente (Francisco Javier), o los Paraísos perdidos (Cristóbal Colón) sin su gran talento y experiencia como poeta y escritor: en Las Música del Quijote él dio a los textos elegidos por nosotros el acabado necesario.

Hay discos en los que estamos superando ya los 100.000 ejemplares vendidos: La Folía, La Orquesta de Luis XIV, Todas las mañanas del mundo. Pero también hemos hecho discos que se han vendido mucho menos, como el doble dedicado a William Lawes, del que se habrán vendido unos 12.000 ejemplares; la música de consort es más compleja, no es tan accesible como la folía o el fandango de Boccherini. Pero esto, aun teniéndolo muy claro, nunca nos ha impedido continuar haciendo discos de consort; al contrario, porque nuestro objetivo no es únicamente comercial. aunque también nos alegramos mucho cuando un disco se vende bien y resulta a la vez un éxito artístico y comercial. Alia Vox es fundamentalmente un proyecto artístico, de la primera a la última línea…

D.: … que está, además, convirtiéndose en un proyecto cultural, pues a medida que se desarrolla intervienen una serie de otros aspectos que esa música ilustra, complementa, integra.

J.S.: Queremos que el disco no sea solamente eso, un disco, ya que el contenido sonoro lo puedes conseguir fácilmente en Internet. La única forma de contrarrestar esta pérdida de interés por el disco físico es enriquecer sus contenidos, también extramusicales: la belleza del objeto, que te hace disfrutar artística y espiritualmente de tocarlo, de tenerlo en tus manos; los textos, que te permiten una visión más amplia del tema. Y todo esto son pequeños pluses que hacen que todo el conjunto tenga un sentido, que el bajarte unas músicas de Internet no sea tan interesante porque se pierden una serie de contenidos importantes.

D.: En este sentido es interesante la deriva que están tomando los últimos proyectos, porque tanto en los grandes libros (Quijote, Colón, Ruta de Oriente) como en otros productos (Caravaggio, Siete Palabras de Haydn) estáis contando con la colaboración de autores como Dominique Fernandez, Saramago o Panikkar, procedentes de otros campos de la literatura o del pensamiento. ¿Es una tendencia que va a seguir desarrollándose?

J.S.: Sin que esto sea una autoimposición, nos gustaría contar con este tipo de colaboraciones siempre que el proyecto las haga aconsejables, contar con pensadores, con poetas, cuyas contribuciones dan un sentido y enriquecen el proyecto musical…

M.F.: Le dan otra dimensión de la que tiene en sí mismo. La música está relacionada muchas veces con la palabra, la poesía, la filosofía…

D.: Estos discos en los que habéis ido estableciendo diálogos con tradiciones musicales distintas ¿los habéis hecho en Alia Vox porque antes no los habíais podido desarrollar?

J.S.: No exactamente. Ya desde nuestro primer álbum para EMI presentamos ya las músicas del Romancero Sefardí al lado de las músicas cortesanas del Siglo de Oro, con una utilización de instrumentos de otras tradiciones, pero esto lo hemos ido amplificando para hacer pasar un mensaje de diálogo y de comunicación intercultural. Tras las diferentes experiencias mediterráneas, norteafricanas, árabes, sefardíes, habíamos abordado el Nuevo Mundo en el disco de Colón, y ahora culmina de alguna manera en La ruta de Oriente, en el que completamos esa universalización con las músicas de Africa, India, Japón y China. Estamos convencidos de que una de nuestras responsabilidades como músicos es contribuir a establecer estos puentes. Es algo de una actualidad tremenda; hay partes del mundo donde hay conflictos eternos, cada vez peores, y la única esperanza que queda es la cultura, entendida como diálogo intercultural, en el cual no hay ninguna cultura dominante. Por eso son tan importantes iniciativas como ésta, o las de Barenboim y otras que quizá pueden parecer folclóricas pero son el único camino que hoy nos queda para establecer puentes entre Oriente y Occidente.

D.: Habladnos del proyecto Alia Vox Heritage, que quizá es la novedad más significativa de este año. ¿Habéis recuperado la totalidad del catálogo de Astrée-Auvidis?

J.S.: Todo.

D.: Y ¿vais a reeditarlo en un plazo razonable?

J.S.: Estamos en contacto con Naïve para ver cómo se va agotando su fondo de catálogo. De momento vamos a poner todo el catálogo completo en internet, para que quien quiera comprar lo pueda tener todo ya desde Alia Vox. Pero lo que nos ha fallado un poco en nuestros cálculos es que las grandes superficies no aceptan un proyecto de colección si el precio no es muy bajo, tanto que no se puede amortizar los costes. Y así ha habido que abandonar nuestro primer proyecto, que era sacar cada vez diez discos juntos como colección.

Las próximas salidas serán las Fantasías de Purcell y Water Music y Royal Fireworks de Haendel; después saldrán, en orden cronológico de repertorio, la Sibila de Cataluña, el Officium Defunctorum de Morales, las Recercadas de Ortiz, madrigales de Monteverdi, arias de Merula, un disco Charpentier, los cinco libros de Marais, y otro disco Couperin. Contando con que unos álbumes son dobles serán 19 discos en los próximos dos años.

D.: Y en cuanto a novedades ¿qué esta previsto para 2008?

J.S.: El orden de las novedades para 2008 es: Estampies Royales, el primer disco en solitario de Ferran Savall, Mireu el nostre mar, voz y guitarra, en solitario y con la colaboración de un pequeño grupo de músicos; el proyecto Da Pacem –una especie de Oriente-Occidente con músicas vocales, entre otras una obra de Arvo Pärt compuesta después del atentado de Madrid–; el Orfeo de Monteverdi (en CD) y Jerusalén, que será el libro-disco del año, dedicado a la “ciudad de las dos paces”, la celestial y la terrenal. Los primeros conciertos de este álbum serán en abril en Barcelona. Se contempla la ciudad de los peregrinajes, con visiones desde una triple óptica, judía, cristiana y musulmana. Para la ciudad del siglo XX utilizamos músicas de los supervivientes de exterminios –judíos, armenios,– y de los excluidos –palestinos, terminando con una fanfarria que simbólicamente quiere derribar las murallas del espíritu.

D.: Por cierto, y en relación con el Holocausto, y sabiendo que muchos jerarcas nazis eran refinadísimos melómanos, ¿no habéis perdido la esperanza de que la música sirva para algo realmente?

J.S.: Bueno, esa idea ya la planteo en mi texto del disco de Las siete últimas Palabras: ¿se puede creer en la música después de Auschwitz? Yo creo que no, si nos fijamos tan solo en el aspecto puramente estético de la música, en el placer sensual, pero si entramos en su dimensión espiritual es indispensable, ya que ella es la que nos hace transformarnos en seres humanos. Por eso es tan importante que la música tenga una emoción y una dimensión espiritual máxima, porque si solamente ofrecemos músicas para divertirnos, para pasarlo bien, no sirven de nada. Solamente lo que nos toca profundamente es capaz de transformarnos.

D.: No crees en la belleza por sí misma.

J.S.: Yo siempre he creído en una frase maravillosa de La Fontaine: “La Grace est plus belle que la Beauté”; la belleza es únicamente para los sentidos, mientras que la gracia es una conjunción de belleza y espiritualidad, que nos toca el alma; y esto es lo esencial.


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