Jean-Baptiste Lully, Eguzki Erregeren musika maisua

izarraketailargia 1456148111595 IZARRAK ETA ILARGIA | 2007-11-19 19:07

JEAN-BAPTISTE LULLY
Jean-Baptiste Lully
Por Alexandre Pham. Traducción de José Luis Gil Aristu
Tras el Londres de Purcell (véase Goldberg 2), he aquí otra notable etapa de la historia de la música. Su descripción nos devuelve a un personaje situado en un lugar marcado por su presencia.

El esplendor de Versalles nació, sin duda, de la voluntad de un rey, Luis XIV, a quien su juventud, vejada por los agravios de la Fronda, hizo insaciable en cuanto a poder y reconocimiento. Surgió entonces un nombre que fue el primer servidor de su gloria, el nombre de un extranjero —italiano por más señas— a quien la amistad real encumbró hasta las funciones más elevadas: Jean-Baptiste Lully (1632-1687).

En el templo de la monarquía francesa, Lully trabajó en la música del "mayor soberano del universo". Versalles encarnó en su carrera la realización de una ambición estética que impuso en Europa el arte francés: la ambición de asimilar el modelo italiano, de igualar el teatro clásico legado por Séneca e ilustrado por Corneille y Racine y de proporcionar a Francia —en el seno de la corte más fastuosa de la Europa barroca— una "ópera francesa".

Este plan se cumplió en 1673, con el nacimiento de la tragedia lírica. Pero la creación musical en Versalles ilustró también otra alianza: la del arte y el poder.

Siguiendo el ejemplo de los antiguos griegos y romanos —Pericles, Alejandro, Augusto, Adriano— Luis el Grande elaboró, para su propaganda y placer, una ambiciosa política en la que la música —interpretada en la capilla, en la cámara, en las caballerizas, en los bosquecillos y en el parque— levantó el mito de Versalles.
Lulli antes de Lully

En el momento de su llegada a París, en 1646, nada permitía presagiar el fulgurante ascenso del florentino Giovanni Battista Lulli. El joven violinista tenía sólo catorce años. Su presencia reforzaba el lugar ocupado por los italianos en la corte, que respondía al gusto del cardenal Mazarino, encargado de dar a conocer en Francia el arte italiano. El pequeño Lulli, traído de Florencia por el caballero De Guise, se convirtió en paje de la Grande Mademoiselle, la duquesa de Montpensier, a quien gustaba conversar en italiano. Lulli pronto fue el gran bailarín de la princesa. Durante la Fronda, la princesa, partidaria de Condé desde 1651, dirigió los cañones de la Bastilla contra las tropas reales. El rey castigó la insolencia de los grandes y La Montpensier se exilió a Saint-Fargeau. Lulli abandonó un barco condenado al naufragio y apareció ya en el círculo de Mazarino, de vuelta a París en febrero de 1653. La confirmación del refinamiento italiano indicaba la restauración del orden monárquico, de la reina Ana de Austria, del cardenal y del joven Luis XIV. Lulli fue promocionado. Su talento para la danza sedujo a otro apasionado bailarín: el joven rey. Ambos figuraban, codo con codo, en el Ballet royal de la nuict, el 23 de febrero de 1653, en el que Luis aparecía como el sol triunfante, vencedor de los rebeldes de la Fronda en la guerra civil. El favor regio se hacía realidad. Lulli sucedió a Lazzarini en el puesto de "compositor de música instrumental". Formaba parte de los Vingt-quatre violons du Roi —los "Veinticuatro violines del Rey"— y obtuvo del soberano licencia para fundar su propia orquesta: Les Petits Violons o La Petite Bande.

De 1654 a 1666 Lulli dirigió su propia orquesta, cuya fama se extendió por Europa. El año 1654 es emblemático de su actividad: en febrero, el Ballet des Proverbes; en abril, Les Noces de Pellée et de Thétis; y en noviembre, el Ballet du Temps. De 1653 a 1655 el bailarín puso música a los versos del poeta Bensérade. Lulli era para Luis XIV un compañero de juegos y el organizador de sus placeres. "Juventud de príncipe, fuente de buena suerte", escribe La Bruyère. A partir de ese momento, la carrera del músico estuvo ligada al ascenso del rey.

Lulli se transforma en Lully

El lugar ocupado por el músico se agrandaba. El trabajo de Mazarino, que era un gran aficionado a la música, había dado sus frutos. Antes de llegar a París el cardenal había participado en Roma en el nacimiento de la ópera romana organizando espectáculos musicales para su protector, el cardenal Antonio Barberini. Mazarino quería importar a París el lujo italiano. Italia se implantó en Francia por voluntad suya y la presencia de Lulli se insertó en esta corriente. En 1645 el cardenal encargó en París La Finta Pazza de Sacrati. La magia de la música italiana y los decorados del ilusionista Torelli cautivaron al público. El Orfeo de Luigi Rossi repitió la experiencia al año siguiente, cuando Lulli llegó a París. El boato de estas representaciones contribuyó a la impopularidad de Mazarino. Las mazarinades, panfletos contra él, mencionaban los excesivos gastos del "gran constructor de tramoyas". En definitiva, Lulli llevo a cabo el proyecto de Mazarino, pero tras la muerte del cardenal.

Lully trabajó muy deprisa para labrarse una posición. Sus ballets, incorporados a las óperas del veneciano Francesco Cavalli, le proporcionaron el éxito. La primera ocasión fue Serse, representada a petición de Mazarino ante la corte con motivo del matrimonio de Luis XIV, el 22 de noviembre de 1660. Las danzas de Lully se destacaron y lo impusieron como compositor francés. La inspiración, el temperamento escénico y la inteligencia de las situaciones confirmaron el talento de Lully, a quien el rey nombró "superintendente y compositor de la Cámara" en mayo de 1661. El compositor ascendía a medida que el bailarín se iba desvaneciendo. En diciembre de 1661 Lully obtuvo la carta de naturalización. El 24 de febrero de 1662 contrajo matrimonio en Saint-Eustache con Madeleine Lambert, hija de Michel Lambert, "maestro de música de la Cámara", autor célebre de arias de corte.

Jean-Baptiste Lully
Allegrain Etienne: Vista del palacio y la Orangerie de Versalles bajo Luis XIV, Versalles.
Así, a comienzos de la década de 1660, cuando el joven Luis XIV asumió el poder tras la muerte de Mazarino (1661), se iba perfilando la ambición del músico: Lulli murió para que naciera Lully.

En un segundo gesto de habilidad, Lully "el francés" apoyó el regreso definitivo a Venecia del italiano Cavalli: la ópera Ercole Amante, compuesta por éste y representada ante la corte el 7 de febrero de 1662, fue un fracaso. Las seis horas de música italiana en las que se intercalaban los ballets de Lully tenían tramoyas demasiado ruidosas. Pero los ballets fascinaron. Cavalli abandonó París y Lully triunfó.

Su éxito despertó la envidia de los escritores y hombres de teatro. La Fontaine, Boileau y Bossuet estaban irritados con este joven ambicioso y oportunista que estaba protegido por la amistad del rey. El afecto del soberano iba en aumento. Sus tragedias le permitieron obtener enseguida cartas de nobleza y en 1680 el título de consejero-secretario del rey. Este puesto concedido por el soberano significaba la creación de un rango desconocido antes de él y daba testimonio en aquel momento del reconocimiento del músico.

Un lugar, un músico

Aunque Luis XIV edificó Versalles bajo el signo de los placeres, la corte no disponía de una sala de teatro digna de su esplendor. Además, la creación de una ópera francesa se produjo en un momento tardío. Lully compuso su primera tragédie en 1673, mientras que la ópera veneciana había inaugurado su teatro público en 1637.

Las demás artes se beneficiaban en Francia de la existencia de estructuras ya antiguas. Richelieu creó la Academia Francesa en 1834 y Mazarino la Academia de Pintura en 1648. Para el nacimiento de una Academia de Música hubo que esperar a 1669. La escuela de pintura florecía desde el reinado de Luis XIII. Numerosos talentos sensibles atestiguaban, bajo el impulso de Mazarino, la diversidad de la "madurez francesa": Jacques Stella, Laurent de La Hyre, Lubin Baugin, Eustache Le Sueur y Sébastien Bourdon. El caso de la música era completamente distinto.

Italia, cuna de las artes desde la Antigüedad romana —posición reforzada en el Renacimiento—, fecundó la Francia del Gran Siglo. En el caso del teatro lírico hizo falta un tiempo de aprendizaje y asimilación, antes de que se produjera la eclosión de un estilo original. La música se impuso poco a poco gracias al ballet de cour. Apoyándose en la danza y más tarde en la comedia, se convirtió en tragedia, extendiendo su imperio. Lully, italiano de nacimiento, hizo realidad el proyecto de una ópera francesa.

Las dificultades para construir un teatro de ópera en Versalles eran consecuencia de esta situación. Aunque habían comenzado en 1688 las obras para echar los cimientos de una sala de ballet y de ópera en el extremo del ala norte, las guerras y las dificultades del final del reinado hicieron abortar los planes. Las condiciones en que se desarrollaban los espectáculos en Versalles eran muy particulares. Cuando las representaciones no tenían lugar, durante el buen tiempo, al aire libre (bajo las fachadas del palacio o en el marco de los jardines) el rey se contentaba con un "modesto" teatrillo o sala de comedias.

Versalles era, ante todo, el lugar de las estancias cada vez más placenteras del joven rey. A partir de 1663, Luis y su cortejo se instalaban en el palacio para ir de caza. La compañía de Molière representa sus obras, Le prince jaloux, L'école des maris, Les fâcheux, L' impromptu de Versalles, y Sertorius, de Corneille. Era un lugar de vacaciones cinegéticas y teatrales, donde la música no tenía todavía un lugar. Versalles albergaba los amoríos regios: los del rey y Mademoiselle de la Vallière.

Lully y Molière

Entre 1662 y 1663 se reconstruyeron las alas de los servicios comunes (caballerizas y cocinas). Los equipos de trabajadores se ocuparon de una primera orangerie, esbozo del proyecto de jardines elaborado por Le Nôtre. Versalles era un extenso espacio en obras que se transformaba constantemente. Lully y Molière, que se conocieron en 1661 con motivo de la comedia Les fâcheux, representada en Vaux, iniciaron una fructífera colaboración. Ambos compusieron Le mariage forcé y La princesse d'Élide para Les plaisirs de l'Ile enchantée, el primer gran divertissement (pequeña ópera de circunstancias acompañada de ballet), representado en Versalles en 1664. "Los dos grandes Baptistes" hicieron bailar, reír y soñar a la corte francesa. Todo contribuía a hacer del parque un lugar apropiado para el amor y la fiesta, con una temática que se refería secretamente a la enamorada del rey, Mademoiselle de La Vallière, quien el año anterior le había sugerido su primera escapada a Versalles. Reinaba la magia. Carlo Vigarani realizó los decorados de esta magnífica "ópera caballeresca" en la que Roger y los caballeros son presa de los encantamientos de la bella Alcina. A partir de este momento, Molière y Lully concibieron los divertissements del rey. En 1665 compusieron L'amour médecin.

Al mismo tiempo Lully compuso una serie de ballets reales, con la participación de Beauchamps en la coreografía y de Vigarani en los decorados y maquinaria teatral: Ballet de la naissance de Venus (enero de 1665, en el Palais-Royal) y Ballet de Créquy ou le Triomphe de Bacchus dans les Indes (enero de 1666). Tras el luto de la corte por la muerte de Ana de Austria, Lully creó en Saint-Germain el Ballet des Muses, a medias ballet y a medias comedia, al que se incorporó una pastoral cómica, nuevo género inaugurado en 1654 por De Beys y La Guerre.

El año 1668 marcó el comienzo de la segunda parte de los trabajos de construcción. El cuerpo central del palacio se engalanó con un "revestimiento de piedra": el Château Neuf. La fachada que daba a los jardines mostraba una elegancia y una unidad mineral que seguía el diseño de Le Vau: tres plantas ritman el alzado, una planta baja de almohadillado, con líneas horizontales mercadas; una planta superior noble de techumbre alta, reservada a los grandes apartamentos del rey y de la reina y, finalmente, un ático, o último piso cuya balaustrada disimula las techumbres, al estilo antiguo. Una amplia terraza, cuyo hueco central genera sombras y luces, se inspiraba en la arquitectura barroca italiana.

A este alarde arquitectónico le correspondió un ambicioso proyecto musical destinado a celebrar la paz de Aquisgrán, firmada en mayo de 1668. Lully preparó el "gran divertissement de Versalles", cuya obra maestra fue la comedia-ballet George Dandin. Félibien admiró en la pastoral "un poderoso crescendo final" que reunía a más de cien intérpretes. La gruta de Versalles mostró igualmente la función cada vez más importante que tenía la música. Varias sinfonías rústicas y hasta imitativas —con la evocación del canto de los ruiseñores—, un primer esquema de música recitativa, contrapartida francesa de la ópera italiana, confirmaban la madurez de Lully.

1669 fijó este rumbo personal: el Ballet de Flore, bailado por el rey, fue la última coreografía escrita por Lully y el poeta Benserade. La obra era un esbozo de ópera. Lully parecía preocupado por la creación de un auténtico drama musical. La experiencia de los ballets y las comedias-ballet con Molière le proporcionó el dominio de los elementos constitutivos de la futura ópera francesa: la danza y la tensión dramática. Pero será Perrin quien ocupe ese lugar, al obtener el 28 de junio de 1669 el privilegio para una Academia de Ópera, gracias al apoyo de Colbert.

Con Monsieur de Pourceaugnac (octubre de 1669) se hizo realidad la preeminencia de la música. La "musicalización" de las comedias-ballet se confirmó con Les amants magniphiques (febrero de 1670) y Le bourgeois gentilhomme (octubre de 1670), una delirante composición de inspiración turca en la que Lully, en el personaje de Chiaccheron, representa el papel del mufti en la célebre "ceremonia turca". La música reivindicaba la función de motor dentro de un espectáculo en el que la acción seguía siendo esencialmente hablada.

El privilegio concedido a Perrin y la evolución de Lully corresponden, en la historia de la música francesa, a la necesidad de producir una ópera nacional, es decir, un drama cantado en francés de forma ininterrumpida. Psyché, representada en las Tullerías el 17 de enero de 1671, es una tragedia-ballet concebida por Molière y Corneille y convertida en ópera por Lully. La obra comprende ya un prólogo, sinfonías y una amplia conclusión instrumental. Sus transformaciones concluyeron de manera simbólica cuando, en 1678, fiel a sus intenciones dramáticas, Lully recuperó la obra de 1671 y la convirtió, siete años después, en una tragedia lírica. Los espectáculos de ópera en francés conocieron sus primeros éxitos: la actividad de Perrin se concretó con el triunfo de su Pomone, representada en el Jeu de Paume de la calle Mazarine el 3 de marzo de 1671. El teatro de Lully era todavía imperfecto. Hasta el momento, sólo había presentado un espectáculo abigarrado en el que, a diferencia de la ópera italiana, las partes hablada y cantada no estaban fusionadas. A decir verdad, la música no formaba cuerpo con el poema dramático sino que lo adornaba, y sólo aparecía en forma de intermedios bailados a su debido momento, a modo de episodios. Lully debía crear un nuevo lenguaje musical en el que el canto, soporte de la acción, armonizara poesía y música.

Lully y Quinault: una ópera francesa

El éxito de Pomone favoreció la creación de un conjunto de óperas francesas en Versalles en 1671: Les amours de Diane et Endymion de Sablières y Les amours du Soleil de Marais. A continuación, en 1672, Les amours de Bacchus et Ariane de Donneau de Visé. Ciertos sucesos imprevistos colocaron a Lully en buena posición. Perrin se vio obligado a abandonar sus funciones de director de la Academia de Ópera por graves malversaciones financieras debidas a sus socios, que lo llevaron incluso a la cárcel de la Conciergerie (agosto de 1671). Lully le hizo una oferta: la compra de su privilegio a cambio de una pensión. Perrin aceptó pero Colbert se opuso. Finalmente Lully obtuvo el privilegio del propio rey. El 13 de marzo de 1672 Luis XIV concedió al músico "cartas patentes" que le permitían crear una "Academia real de música" con la exorbitante condición de "no dejar cantar sin su permiso ninguna pieza entera de música, tanto en verso francés como en otras lenguas, bajo pena de una multa de 10.000 libras". Lully contó a partir de ese momento con un monopolio en lo que respecta a la música teatral.

La nueva Academia abrió sus puertas antes del 26 de noviembre en la calle de Vaugirard. Lully constituyó con Carlo Vigarani una sociedad de explotación a partes iguales. Tras la primera representación de Cadmus et Hermione, el 27 de abril de 1673, en presencia del rey, Lully obtuvo del soberano una ordenanza que le permitía, sin más obligaciones, alquilar la representación de sus obras en la sala del Palais-Royal, cuna del teatro, donde actuaba la compañía de Molière, muerto el 17 de febrero durante la primera representación de Le malade imaginaire.

El teatro de Lully, representado en París en una sala acotada, forma también parte de la historia de Versalles. Tras las fiestas de 1664 y 1668, que tuvieron lugar en los jardines de Le Nôtre, el edificio se fue confirmando como marco de las representaciones, a modo de decorado natural. La adecuación de la música al lugar cristalizó en 1674 con la representación de Alceste: el patio de mármol, gabinete mineral por sus paños de ladrillos y sus hiladas de piedra que forman una auténtica ebanistería monumental, sus dorados y sus decoraciones esculpidas con bustos y estatuas al estilo antiguo, constituían un joyel ideal construido para el espectáculo. Esta cumbre artística albergó la poesía lírica de Lully. Por lo demás la génesis de Alceste está ligada al palacio: en él se realizaron todos los ensayos. Madame de Sévigné, admiradora de Lully, nos ha dejado testimonios elocuentes de las sesiones, en las que participaba el rey. Israël Silvestre dejó grabado el recuerdo de la interpretación de Alceste en el patio de mármol de Versalles. En él aparece representada la orquesta de Lully. En el continuo no hay un clave sino una treintena de laúdes. Los bajos resultan, en general, favorecidos; los altos son un pequeño conjunto muy abigarrado. La orquesta francesa sonaba más grave que la italiana. La posición de los violines es emblemática; siguiendo el deseo de Lully, los violines no se tocaban bajo el mentón sino al hombro, lo que impedía las notas agudas.

El periodo de madurez, tras la representación de Atys en 1676, indicaba en su obra su preocupación por la eficacia dramática y se manifestó durante la tercera fase de las obras, iniciadas en 1678. La terraza a la italiana de Le Vau se concluyó con la Galería de los Espejos, prestigioso corredor que unía el apartamento del rey con el de la reina. El decorado pintado por Lebrun celebraba, como los prólogos de las tragedias de Lully, las victorias del rey: guerra contra España, Aquisgrán, conquista de Holanda, toma de Gante. La obra se prolongó aún más tras el inicio de las obras del ala sur, concluida en 1682. En este año Luis XIV fijó en Versalles la sede del gobierno y de la corte. El ala sur dio alojamiento a la multitud de cortesanos y personal vinculado al servicio del soberano. Hardouin Mansart fue el arquitecto de este gran Versalles, residencia permanente del monarca. Persée, la nueva ópera de Lully, representada en un teatro provisional en el picadero de la Gran Caballeriza en julio de 1682, celebró, gracias a la ambición y la magia de sus decorados, la ampliación del palacio y el nuevo destino que el rey ordenó darle. Roland se representó en enero y febrero de 1685 en las mismas condiciones, coincidiendo con la demolición de la gruta de Tetis para así poder construir el último cuerpo que proporcionó su simetría a Versalles: el ala norte.

Versalles era el joyel del espectáculo. Aunque no contaba con un teatro digno de la actividad musical, el palacio era un lugar permanente de creación. ¿No fue el propio Luis quien decidió el tema de Psyché y de Les amants magniphiques? ¿No sugirió él mismo Amadis en 1683, Roland en 1684 y Armide en 1685? Ningún otro lugar expresa mejor que Versalles el gusto y la sensibilidad de una época. El palacio favoreció el auge de la música en general, y de la tragedia lírica en particular.

La tragedia lírica

La dificultad de crear una ópera francesa no residía tanto en armonizar teatro y música, ballets y tramoyas, canto y coro, cuanto en adaptar la música a la lengua de Racine, a su articulación específica, a fin de que el texto resultara inteligible y la acción se realizara por medio de la música. Antes de Lully no se había planteado nunca con tanta ingeniosidad la cuestión de una obra de arte completa, literaria, lingüística y musical. Lully no sólo logró esta alianza sutil gracias a Quinault, su libretista, sino que elevó, además, el teatro con música al rango de un arte noble, ambición que le fue concedida gracias a su posición en la corte. Con su carácter autoritario y hasta irascible, no descuidó nada para conseguir ese proyecto. La tragedia lírica comenzaba, en cuanto a su forma, por una obertura, seguida de un prólogo y cinco actos. ¿De dónde procedía? ¿Cuáles eran sus características?

Lully había bebido en varias fuentes. Su teatro era un conjunto coherente compuesto de elementos muy diferentes. Es esencial la aportación del teatro clásico hablado y de la tradición del ballet de corte. Las innovaciones de Lully y Quinault se concretaron en el recitativo francés, en cierto tipo de obertura"versallesca", en la utilización de coros y en la predilección por la ilusión escénica, el encanto y la magia de los efectos escenográficos. En el aspecto literario y dramático, el teatro clásico era su modelo. Como consecuencia del efecto visual de las "tragedias con máquinas", de las que fue un ejemplo notable la Andromède de Corneille (1650), Lully concedió un lugar importante a la "mecánica", que fomentaba la ilusión y la ensoñación. Por otra parte, el teatro ofrecía un ejemplo de declamación literaria. Hasta Lully, el teatro ocupó la cima de la jerarquía de las artes escénicas. Con el nacimiento de la tragédie en musique perdió su posición exclusiva. En las tragedias de Lully se reforzaba un elemento fundamental ligado al auge de la tramoya: lo maravilloso, que diferencia el teatro de Lully del de Racine.

La imaginación de los decoradores contribuía a la riqueza del espectáculo. Carlo Vigarini (1623-1713) trabajó, al igual que su padre Gaspare, con Lully y Molière para las fiestas de Versalles en 1664, 1668 y 1674. Colaboró con Lully hasta 1680, cuando Jean Bérain, nombrado para realizar los decorados, vestuario y máquinas de Proserpine, escenificó una erupción del Etna. En Phaëton, además de la escena final de la caída, Bérain causó estupefacción al representar a Neptuno surgiendo de las aguas.

Por otra parte, las tragedias de Lully se recreaban más que las de Corneille en pintar y expresar el horror de las situaciones extremas: muerte, tempestades, gritos, gemidos. Lully hizo suyo el teatro de Séneca, autor de cruentas tragedias. La acción producía virtudes purgativas. El teatro garantizaba su función catártica al exaltar los sentimientos extremos.

Atys ilustra la progresión del teatro ilusionista de Lully y Quinault. Su tema es una intriga amorosa que provoca, mediante decisiones poéticas, una transformación del sentimentalismo en tragedia, en la que lo maravilloso ayuda a la metamorfosis del héroe. La música de Lully penetra en lo indecible, la ensoñación, lo escondido. Cibeles, enamorada de Atis, aprovecha el sueño del joven para practicar la magia. La evocación del sueño es una notable página instrumental. Pasando de lo real a lo irreal, permite que el encantamiento engendre el horror y la pesadilla. Al final de una tensión ininterrumpida canalizada por la escritura musical y el ritmo de los versos (cortos, precipitados, fulgurantes) el tema se precipita en el estremecimiento trágico: Atis enloquece y mata a la que ama (a Sangáride, rival de Cibeles) y, a continuación, se suicida tras haberse dado cuenta del horror de su crimen.

Armide subraya también el lugar del encantamiento como tema principal. Al elegir como heroína a una hechicera, Lully nos recuerda lo que distingue la tragedia lírica del teatro clásico, del que proviene. Allí donde el canon corneliano preconiza la unidad de tiempo, lugar y acción, la verosimilitud, el heroísmo y hasta el idealismo sentimental —la naturaleza descrita no como es sino como debería ser—; allí donde el teatro de Racine se modela en función de la cortante agudeza del realismo, que revela el fuego de las pasiones y los deseos ocultos, Lully innova. Ansía la perfección y la originalidad y prefiere cambiar incesantemente cuadros y escenas. Todo propicia lo maravilloso, lo espectacular, la magia provocada por los efectos de una tramoya cada vez más ambiciosa. El movimiento escénico convoca otros desplazamientos: los de los bailarines.

Así Lully integra el ballet, elemento tradicional francés del entretenimiento cortesano. Cada uno de los actos comprende, por lo general, un divertissement, cuadro escénico espectacular que armoniza danzas y coros. El ballet es, por definición, aquello que el teatro no puede llevar a cabo. La ópera consigue en este punto una especificidad indiscutible. La danza muestra la sublimación necesaria para purgar las pasiones. El divertissement, que es distensión y apoteosis, aparece cuando la trama requiere una pausa contemplativa. La ópera produce su propia magia mediante la fascinación de los cuerpos en movimiento. El ballet es la esencia del ballet francés, del que deriva la ópera de Lully: la solemnidad, la gracia, la teatralización del movimiento. La Francia de los Valois y los Borbones baila desde el Ballet comique de la Reyne (1581). Luis XIII componía (Ballet de Merlaison, representado en Chantilly el 15 de marzo de 1635). Luis XIV danzaba y se presentaba disfrazado. El teatro francés era el más visual de Europa: trajes, decorados, tramoyas, ballets y coreografías se construían en función del movimiento y de los desplazamientos minuciosamente codificados.

En el plano musical, la obertura mostraba la magnificencia del estilo francés, la pompa y la grandeza versallescas. Lully creó un tipo de obertura "a la francesa" sobre el esquema lento-rápido-lento, mientras en Italia se prefería la sucesión tripartita inversa, rápido-lento-rápido. Estas características estaban claramente marcadas. Sus alumnos, Sigismond Cousser, Georges Muffat y Jean Fischer, difundieron la obertura francesa en Alemania. La orquesta de Lully se hizo famosa por su manera impecable de sujetar el arco y por sus ritmos precisos, que clarificaban la masa sonora escrita a cinco partes.

En el plano vocal, el compositor volvió a introducir los coros, que casi habían desaparecido del teatro veneciano y que eran característicos de la ópera romana. En contra del consejo de Corneille, se trataba de demostrar que un grupo de cantantes podía articular un texto, según el modelo del teatro antiguo. Y que la cantidad no excluía la precisión. Su escritura se atenía a un ritmo silábico respetuoso con la comprensión de los versos. Lully se servía de ellos, por lo general al final de los actos, para los grandes conjuntos triunfales, en el momento de la aparición de los dioses, en los desenlaces y en sintonía con la danza: hay tres en Psyché y veintisiete en Proserpine. El coro subrayaba los principales momentos de la acción: sacrificio de Belerofonte, combate de Teseo, locura asesina de Atis y muerte de Sangáride, pompa fúnebre de Alceste, gritos de la tierra quemada y caída de Faetón.

La inventividad de Lully, cuya música pretendía igualar la poesía del teatro clásico, se plasmó en la creación de un recitativo a la francesa, simple o acompañado. La música se adaptó a la prosodia de la lengua. El recitativo fue el cuerpo estable y continuo del drama y, por tanto, su elemento más cuidado. Expresaba la acción en desarrollo, que se expandía gracias a él. Al contrario de la ópera italiana, donde va extenuándose en favor de la vocalità expresiva del aria, el recitativo francés fue un componente esencial de la expresión lírica. El corte entre aria y recitativo, corriente en Italia, no resultaba funcional en Francia. El recitativo de Lully es regular y continuo, noble y tranquilo. La ópera francesa no comparte con la italiana la pasión por los adornos líricos y melódicos del bel canto. Prefiere una acentuación natural y legible que preserva la inteligibilidad del poema. Sabemos lo exigente que fue Lully con la elección de los versos finales. Quinault adapta, recupera y corta de buena gana; sus versos son ritmados y diversificados, y más bien acentuados. Lully y su libretista los pulen, de acuerdo con el rey y la Academia. Por su carácter de continuidad, el recitativo expresa el poema sin interrumpirse. Las arias se funden en ese continuo. Pero aunque Lully comprendió que el verso alejandrino no era el ideal para el tratamiento musical (por eso su aparición es excepcional), se inspiró directamente en su declamación, en particular en el teatro de Racine, en el que la proyección del texto estaba emparentada con el canto. Los versos musicalizados eran cortos, al contrario que los del teatro hablado. La melodía del recitativo seguía el rimo y la entonación de las palabras. Su adaptación a la música derivaba de la declamación teatral. Con Thesée, Armide ilustra las características de esta declamación cantada acentuada. Los recitativos "Enfin, il est en ma puissance" (Acto II, escena 5) y "Le perfide Renaud me fuit" (Acto V, escena V), son modelos de concisión y precisión expresivas.

Además Lully introdujo el recitativo acompañado por la orquesta (recitativo obligado), fórmula preferida en el Acto V de Armide y en el II de Acis et Galatée, pastoral heroica que fue su última partitura acabada.

En Lully, el aria fluye del recitativo y el límite entre ambas formas es tenue. Las arias son de dos tipos: por un lado, el aria sentenciosa, que ilustra en la voz de un personaje cómico o secundario una máxima psicológica, práctica y amorosa, un ejemplo de sabiduría popular, penetrante por su cinismo. Todo París repetía y cantaba las canciones fáciles de memorizar del señor Lully. Y por otro, el aria dramática que, en el momento clave de la historia, estigmatiza el paroxismo al ilustrar las pasiones. El aria en rondó es la más utilizada. La declamación de la lengua (recitativo, aria, coros) y la danza constituyen las características de la ópera francesa. Son la expresión de la "diferencia francesa".

La tragedia lírica y sus críticos

¿Es capaz nuestra sensibilidad actual de reconstruir las cualidades del dúo Lully/Quinault, ese raro ejemplo de colaboración fecunda?

La elaboración del drama lullysta ha sido objeto de numerosos debates. Tras la representación de Alceste en Versalles, el escritor Charles Perrault asumió la defensa del espectáculo. Comparando el tema heredado del teatro antiguo con los elementos que le añadieron Lully y Quinault, demostró la superioridad de los modernos sobre los antiguos.

Sin embargo, aunque Lully consiguió elevar la tragedia musical a un nivel igual al del teatro hablado, su obra no dejó de ser comparada con el teatro desde 1673 hasta la Revolución, y menospreciada al ser comparada con éste. Se le negó la condición de arte poética y literaria. Una vez que la música "había pasado", las insuficiencias del libreto fueron puestas sistemáticamente de manifiesto. Los versos de Quinault eran "pobres", "indignos" de expresar la grandeza de los temas heroicos. Hoy no podemos menos de reconocer la valía del libretista y la calidad de sus versos, perfectos para ser musicados: breves, ritmados, llenos de imágenes y expresividad.

En el siglo XVIII la tragedia lírica fijada por Lully suscitó vivas críticas durante la Querella de los Bufones (1753). Aunque oponía a antiguos y modernos, dichas críticas atizaban la rivalidad entre los estilos italiano y francés.

La frescura doméstica de la ópera bufa napolitana echaba por tierra la posición de la tragedia lírica encarnada por Rameau, sucesor de Lully. Este género, monstruoso por sus anormalidades decorativas, sus excesos mecánicos, sus polvorientos temas tomados de una mitología gastada, experimentó las evoluciones del gusto, al igual que la pintura oficial. Se prefería el mandil de las criadas a la armadura del héroe. Armide fue un modelo vivamente criticado. Por un lado, Jean-Jacques Rousseau, adversario de la ópera francesa, fustigó un género grandilocuente y pasado de moda (Lettre sur la musique, 1753). Por otro, Rameau, discípulo de Lully, escribió su respuesta en 1754 en la Observation sur notre instinct pour la musique: nada puede superar los sublimes recitativos de Lully, su fuerza inteligible, su dignidad, la elocuencia de los versos declamados, la pureza de su construcción, la progresión y comprensibilidad de su sentimiento. Durante la Regencia, el gusto se inclinó por los temas familiares campestres, pastoriles y por los ballets, según lo indicaba el éxito de un nuevo espectáculo lírico que floreció a continuación: la ópera-ballet. La tragedia lírica, desfasada y fuera de su contexto versallesco, parecía un superviviente obsoleto y anticuado del orden monárquico. Sin embargo, ninguna otra clase de ópera fue objeto de tantas reposiciones y tuvo tanto éxito como las de Lully y Rameau.

El final

La posición de Lully se fue debilitando cuando el ascendiente de Madame de Maintenon (que recordaba al monarca sus deberes de esposo y cristiano) se consolidó en el corazón del rey. A la nueva compañera regia, desposada por Luis en secreto en 1683, no le agradaban el fasto, las fiestas ni la música si no estaban al servicio de intenciones espirituales. El gran proyecto de ese año fue el concurso para reclutar la capilla musical. No se trataba ya de teatro sino de piedad.

París aplaudíó Armide en 1686, año en el que Madame de Maintenon fundó Saint-Cyr, institución de caridad destinada a dar educación a jóvenes pobres de la nobleza. Mientras la corte renunciaba a los goces del espectáculo, la ciudad reservaba una acogida triunfal a las obras de Lully. Tras Armide, Quinault dejó a Lully. El poeta renunció al teatro para dedicarse a la redacción de un texto sobre La extinción de la herejía.

La conducta de Lully conspiraba en su contra: varias amantes, entre ellas Fanchon Moreau, la sublime Scylla de Acis, no le impidieron cumplir con su esposa, de la que tuvo seis hijos. La amplitud de sus conquistas estuvo a punto de provocar un escándalo al verse comprometido Brunet, un joven paje de la Capilla. Luis intervino y le recriminó. La tempestad se calmó. Pero Lully no pareció conservar ya su lugar junto al rey. Así, cuando el duque de Vendôme llamó a Lully, en septiembre de 1686, para dar un espectáculo en Anet en honor del Gran Delfín, el músico aceptó. La compañía del superintendente representó Acis et Galatée. La nueva obra se adaptó al lugar para el que fue creada, menos solemne que Versalles o París. En ella, un prólogo y tres actos componen una pastoral heroica.

La última obra de Lully profundizaba en los personajes de Armide, al tiempo que recogía los frutos de la experiencia versallesca y ofrecía una conclusión visionaria. Lully confirmó el lugar de la orquesta, que tejió un suntuoso aderezo poético. El canto de los instrumentos domina con los divertissements del prólogo y del Acto I, y la chacona del II. El Acto III es una sucesión casi ininterrumpida de recitativos acompañados: una amplia queja de Galatea (III, 7), abandonada, solitaria y enlutada por la muerte de Acis, seguida por un prodigioso pasacalle, poema pastoral en el que los coros de las divinidades acuáticas se unen a Neptuno y las náyades y cantan su metamorfosis y resurrección. La sutil textura orquestal expresa las oscilaciones de las olas, que dan su colorido acuático a la evocación de la naturaleza. La partitura, una alegoría líquida, indica el último estilo de Lully. Su fluidez poética y formal expresa la imaginería y ese alejamiento onírico y hasta nostálgico del Gran Siglo: lirismo, poesía, ensoñación. El 8 de enero de 1687, para celebrar la curación del rey, Lully presentó en el convento de los bernardos de la calle de Saint-Honoré un Te Deum que pagó de su bolsillo. El superintendente marcaba el compás con un caña, pero un movimiento del brazo desplazó la punta del bastón sobre su pie. Las curas de la herida no se hicieron bien. Al cabo de unos días, la gangrena se llevó la pierna. Lully se apagó el 22 de marzo de 1687.

Su obra sigue seduciendo tras su muerte. Se reestrena y da lugar a nuevas lecturas. Se quiera o no, Lully concibió la ópera francesa con gracia, inteligencia y originalidad, actuando con síntesis e intuición. Rameau y,más tarde Gluck siguieron su ejemplo. Sus obras se representaron en vida por toda Europa y su estilo se consideró un símbolo del gusto francés. En Alemania, Reinhard Keiser recogió en su Adonis las enseñanzas de la acción teatral de Lully transmitidas por Cousser. En Inglaterra, Carlos II fue un apasionado admirador que envíó a París a Pelham Humphry, quien transmitió a Purcell el arte del francés. Finalmente, Tesée fue representado por primera vez en La Haya en 1682, según lo atestigua la correspondencia de Ch. Huygens.

La música de Lully fue la quintaesencia del estilo francés en el momento de su apogeo: una manifestación de la madurez de Francia y de la verdad poética y solemne del Gran Siglo. Aunque el teatro de Lully, concebido para Luis XIV, perdió su actualidad con la llegada de la Regencia, la tragedia lírica perduró como modelo e ilustración perfecta del gran espectáculo por la magia de la tramoya y su exuberancia visual, por la dignidad de sus temas, inspirados en la gran historia, por sus danzas y ballets y por sus logros escénicos y vocales que fusionaban poesía y música. Su lugar de honor se mantuvo mientras duró el orden monárquico vinculado al reinado de los Borbones.

En la historia de Versalles, Lully hizo realidad el sueño de Luis XIV. Sus divertissements, sus comedias-ballet y sus tragedias dieron al palacio sus horas más fascinantes antes de que la piedad de Madame de Maintenon, los lutos y el fin del reinado, casi vergonzante, marcado por humillantes derrotas, impusieran en Versalles la austeridad y la contrición. Reconozcámosle a esa música su singularidad frente a sus detractores, que la encuentran repetitiva y afectada, decorativa y aduladora. Su profundidad se encuentra en la superficie, y la densidad de sus inflexiones danzadas y cantadas produce el ritmo de su magia.


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