Ez dugu deus gehiagorik esan gura

estolderia 1456132376640 Estolderia | 2008-12-05 12:50

 
DV. Olatz y el resto de hermanas de Inaxio Uria se abren paso con dificultad entre los numerosos vecinos concentrados ante el Ayuntamiento de Azpeitia. Reciben el cariñoso saludo del lehendakari. Luego el del diputado general. Y también de amigos y allegados. Olatz agradece el apoyo que está recibiendo ella y su familia, aunque de inmediato recuerda lo inevitable. «Pero mi hermano está muerto», dice.
La frase encierra todo el sufrimiento de los Uria Mendizabal, una familia grande y unida. Nueve hermanos, seis mujeres y tres varones. Y 32 sobrinos. La mayoría de los hermanos viven incluso en el mismo inmueble, en el barrio azpeitiarra de Loiola. Ninguno de ellos tiene ganas de hablar pero Olatz pone finalmente voz al sentimiento de la familia y, sobre todo, de la viuda, Manoli Aramendi. «Se está mostrando muy valiente, pero necesita mucho a su marido», dice con voz temblorosa y mientras se seca con un pañuelo sus ojos enrojecidos por las lágrimas.
«Mi hermano está muerto y yo quiero a mi hermano», repite emocionada Olatz, antes de volver a recalcar con frases entrecortadas que su mujer «le necesita mucho». La hermana de Inaxio Uria admite que la viuda «lo va a llevar muy mal» porque ambos estaban muy unidos. «Era un matrimonio que trabajaba mucho pero también viajaba mucho, siempre juntos, el uno con el otro. Me da mucha pena por Manoli, ambos estaban muy unidos».
La mujer revela que el matrimonio tenía previsto salir de viaje hoy a Alicante y que al parecer la viuda propuso a Inaxio adelantar el viaje al lunes pasado. «Sí, se iban de viaje y ella está diciendo 'por qué no habremos salido el lunes'. Seguramente porque le propuso a Inaxio salir ese día», insiste la hermana del empresario asesinado, quien incluso precisó que el hijo mayor del fallecido había limpiado hace poco el coche de su padre para que lo tuviera preparado para este desplazamiento.
Olatz Uria solo tiene palabras bonitas para su hermano, con el que vivía «puerta con puerta». «Era demasiado bueno y a todos los que le pedían trabajo se lo daba, si no era una cosa, era otra», subraya. La hermana no quiere olvidarse de expresar el agradecimiento de toda la familia Uria Mendizabal, que se encuentra «muy unida» en estos momentos de dolor. Señala que «el pueblo nos quiere mucho, eso es verdad», aunque a continuación matiza: «algunos...». No obstante, insiste en que «todo apoyo es poco, porque Inaxio ha muerto».
La mujer se seca con un pañuelo los ojos enrojecidos por las lágrimas. El agradecimiento de la hermana del industrial también se extiende a la gente de la empresa constructora Altuna y Uria, que participa en las obras de la Y vasca de alta velocidad, y que el fallecido dirigía junto a otros miembros de su numerosa familia, y en la que había empleados «de todos los ideales».
«Que sea el último»
Minutos antes de esta escena, otra de las hermanas, Itziar, es abrazada por Juan José Ibarretxe. El lehendakari entabla un pequeño diálogo en euskera con ella para animarle y expresarle toda su solidaridad. La mujer agradece el gesto y señala en euskera «lehendakari, azkena». Poco después aclara que ha pedido al líder del Gobierno Vasco que su hermano sea «el último» en la lista de asesinados por ETA, aunque Itziar se teme que «será difícil que sea así».
Su marido, Carmelo, que también ha participado en la concentración de los trabajadores de la constructora, permanece en un segundo plano. «Todavía no nos lo creemos. Si hace nada que estuvimos todos juntos. Casi todos los días le veía».
Carmelo también se deshace en elogios hacia su cuñado. «Era un hombre majísimo. Ayudaba a todo bicho viviente. Una persona bellísima, un hombre creyente y un abertzale, y era muy trabajador». El hombre recuerda que no era raro ver a Inaxio a pie de obra a las siete de la mañana, supervisando las tareas. Carmelo vuelve a recordar la gran afición que tenía el constructor. «Después de trabajar iba a echar la partida. Jugaba al tute. También le gustaba cazar y solía ir a una casa que tienen en Briñas, en La Rioja».
Además de por la viuda, Carmelo sentía mucho lo ocurrido por sus sobrinos, los hijos de Inaxio, tres varones y tres chicas, con edades comprendidas entre los 21 y los 38 años. «La más joven estudia en Madrid y ha tenido que venirse», explica. Carmelo intenta lanzar un mensaje de esperanza ante el futuro. «La mala leche pues tendremos que guardarla. Hay que seguir adelante. Y darles todo el apoyo». Un respaldo que será más necesario que nunca cuando pasen los días, para evitar que su asesinato quede en el olvido.
El mayor de la saga de los Uria Mendizabal, Imanol, también estuvo junto a sus hermanas en la concentración y recibió las muestras de cariño. Acudió a la plaza mayor, donde se ubica el Ayuntamiento, procedente del tanatorio. Muy afectado apenas acierta a decir que «no quiero hablar, no sé ni dónde estoy».
«Era un obrero»
Manoli, la viuda de Inaxio Uria, no pudo acudir a la concentración del mediodía y aguardó en el tanatorio toda la mañana junto al cuerpo sin vida de su marido. Tan sólo se le pudo ver unos segundos a la llegada, en un coche que la dejó en la puerta. Con lágrimas en los ojos y acompañada de uno de sus hijos, entró al velatorio donde recibió numerosas visitas.
En el tanatorio no le faltó desde primera hora de la mañana la compañía de sus hijos, sus numerosos sobrinos y sus cuñadas. Una de ellas, mientras montaba en su coche tras salir del tanatorio, apenas acertaba a decir, entre lágrimas, que Inaxio «no se merecía esto, era un obrero».


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