somos lo que nos rodea

            Miguel Hernández no para de hablar durante todo el libro sobre “el rayo que no cesa”, equiparando este fenómeno meteorológico con el peligro de muerte que no deja de acecharle; siente el final cada vez más cerca, todo el tiempo rondándole, y nos abre su corazón de poeta para sincerarse y darnos a entender lo que siente en esos momentos.

            Es comprensible que el poeta oriundo de Orihuela sienta dicho pánico, ya que mientras escribe estos versos se encuentra en diferentes frentes de combate a lo largo y ancho del país debido a la guerra civil que le tocó vivir y morir; permaneció en las filas republicanas hasta que le detuvieron y mandaron a prisión, donde pereció debido a una enfermedad. No disfrutó de una vida fácil, pues el primero de sus dos hijos falleció muy joven; por lo tanto, además de ver morir a sus compañeros en los campos de batalla, tuvo que sentir en sus carnes la pérdida de lo que es más grande para un padre: su hijo. Tan terrible es este acontecimiento que no tiene ni nombre, pues hay viudas, huérfanos o lo que sea, pero para eso no hay palabras.

            La conclusión viene a ser que el poeta escribe sobre lo que siente y lo que le rodea, y Miguel Hernández fue poeta de la muerte y los amores no correspondidos.