EL TREN DE ALTA VELOCIDAD O LA CRISIS PARA SIEMPRE

Las grandes infraestructuras son el eje de nuestra economía. Cada vez construyen más autovías, autopistas, plataformas logísticas e intermodales para garantizar el constante ir y venir de mercancías. Productos fabricados a miles de km se han convertido en la base de nuestro modo de vida. El tejido productivo local se ha ido desmantelando para  abrir la puerta a los productos lejanos. Las trabajadoras y los trabajadores hemos visto empeorar nuestros derechos y condiciones  laborales mientras nuestra vida se ha ido degradando Además nos hemos convertido en esclavos de las cosas a través del consumo fácil. La concentración del poder y de la gestión de los recursos ha ido alejando la toma de decisiones  de  la ciudadanía.

Pero todo esto ha sumergido en una CRISIS tremenda a los pueblos y a la tierra. El sistema basado en el petróleo barato está haciendo aguas por todas partes. Estamos asistiendo al fracaso estrepitoso del capitalismo.

Ante esto los dirigentes de la economía dicen que infraestructuras gigantes como el TAV  nos sacarán de la crisis. Quieren seguir incrementando el daño a la tierra mientras desmantelan definitivamente la agricultura y la ganadería. Con la excusa de generar empleo. Pero, ¿qué tipo de empleo? Ya lo sabemos: precario, peligroso, mal pagado y basado en la explotación. De ese que va acabando con los derechos conquistados por las y los trabajadores en luchas de siglos. De ese que no tiene futuro.

Infraestructuras como el TAV nos sumergirían  en una crisis eterna. Hemos de darles un NO rotundo mientras luchamos por un cambio de modelo social con todas nuestras fuerzas. Hasta construir una sociedad basada en la cercanía, en lo pequeño, en lo humano  y en lo descentralizado. Hasta hacernos con la toma de decisiones. Hasta recuperar el control sobre nuestras vidas.


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