El TAV y el crecimiento económico

Cuando los políticos, empresarios y técnicos dicen que el TAV es una apuesta de futuro y sostenibilidad, una oportunidad de progreso y una infraestructura básica para el desarrollo de Euskadi nos preguntamos qué significado esconden frases tan imprecisas y afirmaciones tan simples como éstas. Cuando recibimos estos mensajes no nos cuestionamos si son verdaderos o falsos, se dicen y los acabamos aceptando y dando por hechos. Son mitos, y en la repetición hasta la saciedad de estos mitos se basan las campañas, más publicitarias que informativas, a favor de la Y vasca que lanzan los gobiernos español y vasco. De hecho, pocas de las personas receptoras de dichas campañas y sin acceso a información objetiva podría decir mucho más sobre el TAV a parte de repetir estas soflamas vacías.

Muchos hombres y mujeres se cuestionan las bondades de esta infraestructura cuando la información llega hasta ellas y ellos abriéndose paso a codazos a través y a pesar del marketing institucional. Porque tras los conceptos abstractos e intangibles se esconden hechos muy concretos.

A pesar de la oposición de gran parte de la población las obras han comenzado en Luko y Aramaio (Araba), Zaratamo y Abadiño (Bizkaia) y Eskoriaza y Ordizia (Gipuzkoa). Si todo el trazado se llevara a cabo el TAV ocuparía el equivalente a 4.200 campos de fútbol. Los 105 km. de túnel de la CAV engullirían 4.1 millones de toneladas de cemento cuya elaboración aumentaría considerablemente las emisiones de CO2 y gas metano a la atmósfera y comería gran parte de la piedra de los montes cercanos como ya está sucediendo. De la excavación de dichos túneles se extraerían 16 millones de metros cúbicos de material con su consiguiente ocupación de suelo y escombreras.

Los túneles provocarían gravísimos impactos en el sistema hidrogeológico subterráneo con la destrucción de acuíferos y manantiales al alterar el sistema regulador que los montes poseen en su interior. Existe el grave precedente ocurrido durante la construcción del AVE entre Córdoba y Sevilla. El valle de Abdalajís, que quiere decir Valle de los Manantiales se ha quedado sin agua a causa de que la construcción de un túnel ha reventado el acuífero que suministraba el agua a todo el valle. Millones de litros de agua se han perdido y hoy día la población bebe agua traída en cisternas desde otro lugar. ADIF es allá como acá el responsable de la obra.

No hay más que acercarse a cualquiera de los tajos mencionados para ver el destrozo irreversible que se está llevando a cabo a nuestro alrededor. Ingentes movimientos de tierra y veloz entrada y salida de camiones con piedras y escombros llenándolo todo de polvo y lodo. La tierra amarillenta y baldía va sustituyendo la tierra verde y fértil de utilidad agrícola, pastoril o forestal. En cada metro cuadrado de tierra removida se aniquilan árboles, arbustos y especies vegetales, es decir, ecosistemas cuya desaparición deja sin guarida innumerables colonias de insectos y animales. El efecto barrera del TAV sería el colofón para la pérdida de biodiversidad al desaparecer los corredores naturales de estas especies.

Ni qué decir tiene que caseríos de cientos de años también desaparecerían.

Actuaciones de este tipo ponen en peligro a nivel local las bases de la vida, la tierra y el agua y unidas a miles de otras actuaciones locales similares contribuyen al calentamiento global, al cambio climático y a la contaminación planetaria. Y para agravar la situación políticos como Markel Olano apuestan a ciegas por la construcción de más infraestructuras como solución a la crisis.

Magdalena Alvarez no va a consentir que Euskadi se quede aislada y un siglo por detrás, según declaró defendiendo a capa y espada la Y vasca mientras inauguraba el túnel de Luko. También afirmó que la construcción de infraestructuras "contribuye a un horizonte de certidumbre". ¿Qué quiere decir la ministra con ésto? Recurso fácil aferrarse a otro mito más, tan infundado y erróneo como que el crecimiento económico comporta bienestar. A nuestro juicio atrás se están quedando quienes abrazan a toda costa un modelo económico y social desfasado y fracasado que está llevando al planeta y a los pueblos a la ruina.

Crecer económicamente significa sacar más recursos de la tierra y generar más residuos. Los recursos son finitos pero sin embargo la economía capitalista no está sujeta a los límites del planeta, no es una producción en ciclos, y los residuos que se generan no vuelven a formar parte de la cadena productiva.

Las apuesta ciega por las grandes infraestructuras contribuye al grave aumento de la crisis energética ya que son el eje clave para el transporte y distribución a gran escala de materias primas y productos elaborados. Esto no sería posible sin un uso desmesurado de la energía fósil. El petróleo hasta ahora barato, (en términos de precio del barril, sin tener en cuenta la huella ecológica)

permite mantener un expolio neo-colonial en el que los países empobrecidos pero ricos en recursos suministran de materias primas a los países enriquecidos que a su vez inundan los anteriores de residuos.

Al mismo tiempo que aumenta el expolio, el hambre y el genocidio en unas zonas del planeta muy lejanas de nuestras casas, nuestro modo de vida es cada vez más dependiente de mercancías traídas de miles de kilómetros de distancia. Esta dependencia aumenta a medida que se va destruyendo el tejido productivo local y se desmantela la agricultura, agravado ésto por la desaparición de tierra fértil debido a la proliferación de infraestructuras. El momento en el que el petróleo encarezca, las consecuencias podrían ser tan catastróficas como la escasez de agua y alimentos.

Menos mal que Antonio González Marín, presidente de ADIF habla claro cuando dice que "...el pueblo vasco quiere la alta velocidad porque sabe lo que significa y sabe que hace los territorios más competitivos" (esta expresión esconde grandes dosis de violencia y agresividad)" y les permite mejorar su economía y su vida." Luego reconoce que " Las tres capitales vascas están haciendo una apuesta de transformación del tejido productivo y de fomento del turismo" ¿No suena todo lo anterior a otro mito, al más grande de los engaños? ¿Cómo se puede condenar a un pueblo a aumentar su dependencia del exterior desmantelando su tejido productivo para convertirlo en escaparate pasivo a merced del turismo y de las fluctuaciones económicas que condicionan la actividad de éste? Además, nos preguntamos, ¿qué interés tendrán los turistas en visitar un lugar cuya orografía y paisajes característicos hayan sido destrozados y transformados por todo tipo de infraestructuras perdiendo así su particularidad e idiosincrasia y por lo tanto el atractivo para ser visitado?

Cada vez se alzan más voces que apuestan por el decrecimiento y por unas relaciones sociales y económicas basadas en la cercanía, la solidaridad y el bien común, dejando de lado la competitividad y el ánimo de lucro. De hecho ésta es, a nuestro juicio, la única forma de supervivencia y garantía de futuro. Quienes nos oponemos al Tren de Alta Velocidad apostamos por la Vida frente a la destrucción a pasos agigantados.


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